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CRÍTICA

Marco Mezquida 'libera' a Gershwin con una magistral improvisación de jazz

23/8/2021 |

 

Programa: Marco Mezquida i l'OSV

Lloc i dia: Auditori Espai-Ter

https://www.lavanguardia.com/cultura/20210823/7675989/marco-mezquida-simfonica-valles-george-gershwin-jazz-torroella.html

El pianista menorquín y la Simfònica del Vallès clausuran Torroella con una aplaudida ‘Rhapsody in Blue’ en clave jazzística.

Gran idea la de la Simfònica del Vallès de invitar al pianista Marco Mezquida en formato trío a interpretar, mano a mano con la orquesta y de manera muy personal, la famosa Rhapsody in Blue de George Gershwin. La pieza, escrita originalmente para banda de jazz y piano y estrenada en 1924 en Nueva York, como parte de un concierto titulado Un experimento de música moderna , ha tentado a no pocos grandes pianistas clásicos y otros tantos jazzmen.

Lang Lang, por ejemplo, la grabó hace un lustro a dos pianos con Herbie Hancock junto a la London Symphony, en una versión a lo sueño americano, con guiños al musical más hollywoodiense. Sin embargo, en España esta es posiblemente la primera vez que se plantea una versión tan libre en el swing y ritmos latin de este himno de todos los tiempos. Y el Festival de Torroella de Montgrí la tenía en primicia anoche, para cerrar su edición número 40.

“Yo me cojo a la palabra rapsodia , que siempre ha tenido un componente de libertad e improvisación”, comentaba Mezquida antes del concierto, otro más que había agotado las localidades en el Espai Ter. “Esta rapsodia de Gershwin quedó escrita y grabada para ser interpretada en el futuro, y nuestra versión es un intento de apertura en determinadas partes de la obra. Es decir, las orquestales se mantienen igual pero en las de piano en solitario he querido buscar la forma de jugar y reconfigurar los motivos y las armonías. Y llevar además algunas partes a trío”.

Estas partes en trío y orquesta elevaron el tono del concierto hasta prácticamente levantar al público de sus butacas. Marco Mezquida desplegó toda su fantasía y habilidades varias, como ese sutil pellizcar de las cuerdas del piano con una mano mientras con la otra seguía dando el acorde en el teclado. El entendimiento con el batería David Xirgu y el contrabajista Marko Lohikari hizo que la genial obra de Gershwin no desapareciera detrás de una cortina de latin jazz y swing extra; al contrario: su aportación improvisada parecía el ingrediente que llevaba un siglo faltándole a la partitura original.

Al finalizar la pieza, el público ovacionó a la cincuentena de músicos que había sobre el no tan amplio escenario del Espai Ter, con ese ímpetu que solo el buen jazz es capaz de generar. El secreto del éxito era también no haber ensayado más de un par de horas. Los primeros sorprendidos y admirados del resultado tras ese breve ensayo habían sido los propios músicos de la OSV, que vieron cómo emergían las pinceladas mezquidianas con una personalidad artística apabullante.

Ni siquiera había habido ensayo previo con los otros músicos del trío. Mezquida solo le había pasado a Xirgu un esquema. Eso sí, previamente, el maestro Xavier Puig, el titular de la OSV, había captado sin problemas la idea y el concepto del artista. “A nadie de la orquesta le resultó extraña mi propuesta”, explicaba antes del concierto el pianista. “Es más, al final vino el primer cello emocionado porque había pensado que con Beethoven los ensayos con orquesta debían ser así, tocando, reinterpretando, improvisando”.

Desde luego, a la OSV, una formación siempre en busca de intérpretes que disienten del formalismo y abren puertas para que la clásica se ventile, esta aventura le encaja como anillo al dedo. Por el momento, el 9 de octubre se volverá a celebrar en el Palau de la Música Catalana, como parte de su ciclo Simfònics al Palau.

El éxito en Torroella, al calor de un público entusiasta, sirvió para tomarle el pulso a la aventura. La noche había comenzado con la OSV tocando la única pieza de cámara de Gershwin, Lullaby , un ejercicio de cuando el genio musical estudiaba para ser un compositor de música seria. Por suerte tuvo buenos consejeros que le hicieron ver que su genialidad radicaba en su autenticidad, en esa mezcla de jazz, clásica y música popular... Rubricó la fiesta, en un total contraste de colores, la 4.ª Sinfonía de Chaikovski, cuyo final exultante fue la traca final de una luminosa velada. 


Maricel Chavarría
La Vanguardia

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