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NOTÍCIA

S. Pániker: 'No soy ateo porque existe Bach'

25/11/2013 |

 

El filósofo publica 'Diario de otoño', recuento de los años más dramáticos de su vida.

 

Fotografía: Jordi Soteras

 

Vuelvo a entrevistar a Salvador Pániker en su casa años después. Acaba de publicar 'Diario de otoño' (Mondadori), donde aborda la muerte de su hija Mónica ("su ausencia ha seguido gravitando junto a mi envejecimiento"), el dolor y la memoria, el parentesco entre ciencia y filosofía, el amor, su paso como profesor por la universidad, los diarios como género literario y la relación vida y literatura ("he intentado siempre las dos cosas"), entre otros temas. Una conversación con un hombre apasionante.

 

Uno viene a verle 14 años después de que sucedieran los hechos que se narran. Hay una pregunta, muy periodística, inevitable: ¿Qué ha pasado en estos 14 años con las ideas, con los sentimientos, con las personas? Su hija Mónica, por ejemplo, que es central en esta entrega: ¿cómo ha acabado instalándose su muerte en la memoria?
Escribí lo de Mónica cuando moría. Y lo he dejado igual. Sin puntos ni comas distintos: tal como lo escribí. En el libro se explica la dificultad que tuve en hacer el duelo de Mónica. En realidad no lo hice y no lo he hecho. Me ha quedado una especie de exasperación latente al lado de la vida normal. Su ausencia ha seguido gravitando, junto a mi envejecimiento: han sido dos procesos simultáneos. Hubo también un tercer proceso, que yo llamo «la superación del ego». Hay que dedicar la primera parte de la vida a construir un ego fuerte, porque si no te come el vecino. En la segunda parte hay que deshacerse de él; porque sin ego, el tema de la muerte se esfuma.

 

Hay algo en la descripción de la muerte de su hija Mónica que me gusta. Lo explicaba Pascal Bruckner, en La euforia perpetua, criticando que, hoy, la gente no quiera encarar el dolor. En el libro de usted hay un deseo trascendente de no olvidar, de incrustar la pérdida, de hacer al dolor protagonista de la vida al mismo nivel de la felicidad o los placeres. Me parece que tiene un mérito.
Es verdad. Solo puedo decir que es cierto. La gente me decía: "Olvídate, vuelve a la vida normal". Y yo decía: "¿Por qué? Esto es un hecho absolutamente tan real como brutal, como definitivo. Entonces, no puedo olvidar". Y en la segunda [conversación], me decían: "Hombre, la tristeza no..." -que eso es muy cristiano, en el sentido más peyorativo de la palabra-. Digo: "La tristeza también está ahí, no tengo por qué...". Entiendo que si se hace patológica...

 

·sa la cura la química.
Exacto. Pero la tristeza como un estado subjetivo, incluso lleno de latencias creativas, está ahí. Y es mía, es absolutamente mía. Y no renuncio a ella. Y yo escribí desde la tristeza, la más profunda que he tenido nunca, lo que escribí cuando murió Mónica. Y estoy de acuerdo con usted. Creo que eso no hay que sepultarlo en el olvido ni en la convención social determinante.

 

Hay otra buena cosa en su escritura del drama. La ha afrontado como un escritor de diarios, dándole a la muerte hondura fáctica, describiendo los hechos y el dolor sin ninguna elipsis más o menos intelectualoide propia de las novelerías. Ese momento en que usted entra en su habitación y su hija es un guiñapo de sangre. Estremecedor.
Cuando hay sufrimiento de verdad el único drenaje que puedes encontrar es real: ni literario, ni filosófico, ni divagatorio, ni nada de eso. Esto lo reconstruyo ahora porque usted me lo pregunta, no se me había ocurrido pensar mucho en ello. Probablemente esos dos son los motivos por los que no hice ni literatura, ni filosofía de la muerte de mi hija. Estuve tentado de no ponerlo todo. Por lo que me dice usted, hice bien. A mí me parecía muy íntimo, pero era un diario. El género diario no disocia la escritura de la vida. Yo he intentado siempre las dos cosas: vivir y escribir a un tiempo. Hay escritores, buenos escritores, como Pessoa, que han escrito pero no han vivido. El propio Borges, ha escrito pero no ha vivido. A mí me interesa escribir y vivir.

 

Lo único que trata usted demasiado discretamente acerca de Mónica es la causa de su enfermedad.
¿No lo digo? No lo sé. No me he fijado.

 

Una hepatitis, pero no...
Porque había sido una drogadicta, claro. Fue la gran plaga de aquella generación. De algún modo todos mis hijos han visitado la droga, y todos se salieron menos ella.

 

Ya. ¿Experimentó usted la culpabilidad?
No. Creo haber hecho todo lo que tenía que hacer con mis hijos. Ante todo, darles una infancia afectuosa. En la educación soy partidario de tres cosas. La primera de mantener la curiosidad intelectual. Una segunda cosa es lo que yo llamo 'fe'. Fe en la realidad, que no tiene nada que ver con las creencias. Es el sentimiento de que la realidad no te es completamente hostil, y que de alguna manera sigues estando en tu hogar. Einstein decía: 'Is the universe friendly?'. Entonces, cierto sentimiento 'friendly' con la realidad es necesario. La tercera es aprender a aprender.

 

No solo está Mónica en su diario, desde luego. ¿Qué ha sido de su amor con JX?
JX ha seguido en mi vida, más o menos... Esas pasiones no duran mucho. Pero duró unos años, y en mi caso ya es bastante. Yo creo que lo de JX fue un verdadero amor. Yo digo en alguna parte: "El amor es un fenómeno tan infrecuente como la explosión de una supernova". Fue un amor real. Yo he sido muy afortunado en mi vida.Seguro!: dinero, chicas, 82 lúcidos años...
No me puedo quejar. La vida ha sido... buena.

 

Pániker siempre se mueve respecto de la ciencia y del mito en el filo de navaja. Usted es una persona que lee textos irreprochables desde el punto de vista científico, duros, pero que tampoco desdeña viajes al otro lado, sea la pseudociencia o la religión. Hace 10 años le entrevisté y usted justificaba entonces su relativismo por algo que me pareció genial: el deseo de gustar.
¡Creo que fui muy sincero con usted!

 

Ahora que envejece, ¿qué lado de la navaja frecuenta?
Aristóteles decía: "A medida que me hago viejo me gustan más los mitos". El gran Aristóteles lo dijo. Es una frase que, aparte de ser muy simpática, es muy humana. Respecto a la ciencia yo he tenido una ventaja: además de filósofo soy ingeniero, y muchos de mis colegas filósofos cuando ven una ecuación se asustan. Esta es una de las ventajas de haber estudiado una carrera de ciencias.

 

Usted es Tercera Cultura pura, 'avant la lettre'.
Pensar que se puede hacer una metafísica con independencia de la ciencia me parece un error, no tiene sentido. De vez en cuando me preguntan: "¿Por qué no es usted ateo?". Entonces contesto: "Hombre, porque está ahí Johann Sebastian Bach, por ejemplo".

 

Vaya... Usted no es ateo porque existe Bach, pero la neurociencia tiene mucho que decir respecto a que usted le guste la música o alguien sea un gran músico. Hay una materialización imparable de cosas que nos parecían hijas de los ángeles. El sentido musical, el sentido general y estético. Hay una manera nueva de explicar las humanidades, y el misterio de las humanidades, a partir de la ciencia que es realmente muy radical y muy rigurosa -un poco estremecedora también- pero que no deja lugar para los ángeles.
VaEso que dice usted es muy cierto y es la objeción seria a todo tipo de espiritualismo. Yo en este concepto soy muy materialista. Pero, ¿y qué es la materia? Tampoco es materia, la materia. Yo soy no dualista, como lo digo muchas veces en mi libro. Y el no dualismo te impide ser ni el puro idealista filosófico ni puro espiritualista ni puro materialista, porque también el materialista se te deshace... Siempre cito a Bach, pero podría citar también los últimos conciertos de Beethoven, o Schubert. Esa música es como plegarias, que alguna respuesta han de tener. Si no, incurrimos en cierta filosofía del absurdo, que tanto gustaba a los existencialistas de mi juventud. Yo no creo que la vida sea un absurdo. Aunque creo que preguntarse por el sentido de la vida no tiene mucho sentido.

 

La parte de la ciencia y la filosofía, sí me ha parecido que la ha revisado algo; que el diario no es tan de entonces. Por ejemplo, hay un anacronismo respecto a Rizzolatti. Lo que usted escribe no podía saberlo en el 96.
Mmh... Yo creo que sí que se hablaba ya.

 

En realidad lo descubrió ese año, pero dudo que se publicara inmediatamente. Y alguna cosa también he notado sobre los temas de la conciencia. Puede que en la revisión la escritura se haya beneficiado de argumentos un poco posteriores.
No, no lo he tocado mucho. Esta es la verdad. Pero bueno quizá al revisar la parte más científica, quizá sí se me ha deslizado algo que yo ya lo llevaba asumido.

 

¿Sigue escribiendo diarios?
Sí. Lo que pasa es que mis diarios últimos son más una historia clínica que otra cosa. Además, como estoy muy retirado de mi vida social, que se ha restringido mucho, no me pasan muchas cosas. Los últimos diarios son un poco más aburridos. Pero mi tendencia es un poco lo que hacía Gide, en sus mejores libros. Pero sigo, sí.

 

Entonces tenemos pendientes 14 años de diarios, ¿no?
Así es. Alguien me sugirió 'Penúltimos diarios' como título.

 

Ja, ja, ¡para no arriesgarse! ¿Y qué idea tiene, la de irlos publicando poco a poco?
Más pronto. Ahora tengo una cierta prisa.

Pániker, en 1998, en la época retratada en 'Cuaderno de otoño'.

 

Usted dice que es un escritor de pensamiento y no de descripciones. Puede. Aunque de todos modos, me parece una coquetería. Cuando usted va a las fiestas y escribe unas crónicas que le quedan muy apañadas, bordeando la intimidad y la exhibición. Siempre ahí usted, con su ego, luchando, a ver si lo controla o no, las cosas que le dicen... Una cosa muy entretenida.
Las descripciones de personajes se me han dado más fácilmente, yo he tenido buena vista para los seres humanos. Incluso en mi vida profesional. Vino una vez un fulano a verme para una cosa editorial y pensé: "Este tío es un ladrón". Y lo era. Yo hago mucho caso de las primeras impresiones, porque después ya todo es un montaje sobre lo que conviene pensar o decir, para gustar. A pesar de no ser un escritor visual, de seres humanos sí lo he sido un poco. El desaparecido Lorenzo Gomis escribió un artículo que se llamaba Pániker el retratista. Y pensé que sí, que es una zona de mi escritura que es cierta.

 

Y de las ideas, también.
Había sido, quizá esté mal que lo diga, un buen pedagogo, cuando daba clase en la universidad, porque siempre hablaba de las cosas que yo estaba aprendiendo en aquel momento, las que me interesaban. Me parece que a Lévi-Strauss, salvando las distancias, le pasaba algo parecido, que no era capaz de recitar algo que ya supiese, le aburría. Siempre que daba sus clases hablaba de lo que en aquel momento estuviera investigando, y era más real y más vivo. Yo he sido muchos años profesor en la Universidad Antigua de Barcelona y después en la Autónoma un año. Siempre me pasaba eso, incluso en las conferencias que he dado, si no me podía autoestimular yo, no... Por eso al final, incluso, el tema de la eutanasia me aburría mucho.

 

El diario también sirve para conocer la propia escritura. A veces, uno sale de escribir el diario mucho más listo que entró.
Sí, sin duda. Cuando se da un hallazgo intelectual en el diario -intelectual o incluso formal-, me quedo más satisfecho. Me digo: hoy he vivido más, mejor.

 

Cuando uno va a ver al escritor de diarios a su casa, ¡le impresiona verse en el lugar de los hechos! Esta casa no ha cambiado desde...
Desde hace 50 años.

 

La hizo usted, además.
Sí. Me la empezó a hacer Coderch. Era tan buen arquitecto como chalado. Estaba completamente neurotizado, y era un gran personaje. Cuando estábamos a la mitad de todo el proyecto, me pasó a unos discípulos suyos. Yo pensé que me pasaría a Correa y Milán, y me pasó a otros, que yo llamaba los nietos de Coderch, que eran Ballesteros, Laguardia... Y sí, al final puedo decir que esta casa es enteramente mía.

ARCADI ESPADA
El Mundo

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