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El compositor griego Georges Aperghis, premio Fronteras del Conocimiento en Música Contemporánea

11/2/2016 |

 

Con el galardón, que concede la Fundación BBVA, se reconoce su labor de «reinvención del teatro musical»

Georges Aperghis - Fundación BBVA

El compositor griego Georges Aperghis es el ganador del octavo premio Fronteras del Conocimiento, que concede la Fundación BBVA, en la categoría de Música Contemporánea, por reinventar e innovar el teatro musical, según ha anunciado en un comunicado la citada fundación. «Ha abierto un camino singular en el ámbito del teatro musical que comprende nuevos dispositivos escénicos, en los que todo se convierte en música, partiendo de los gestos del intérprete, e incluyendo los ruidos sacados de elementos del decorado o de diferentes objetos utilizados a modo de percusión», según señala el acta del jurado, presidido por Philippe Albera, director de Éditions Contrechamps (Francia).

El jurado destaca también que el teatro musical de Aperghis ha captado nuevos públicos y ha logrado «incluir la música contemporánea en la experiencia teatral común». Para conseguirlo ha jugado con toda clase de elementos -voces, ruidos, gestualidad, lenguaje, vídeos, espacio escénico y luces-, y los ha traducido en música. El jurado identifica en su obra el espíritu de estos galardones, ya que traspasa las fronteras entre teatro y música. El propio premiado lo expresaba así: «Para mí no hay fronteras entre la música y el teatro, hay una continuidad en la que la acción teatral es una prolongación de la música y la música contiene la acción».

Nacido en Atenas, Grecia, en 1945, en el seno de una familia de artistas, Georges Aperghis descubrió la música gracias a la radio y a las clases de piano que recibía de una amiga de la familia y en la escuela, pero sin llegar a acudir al conservatorio. A los 17 años se trasladó a París para continuar sus estudios de música. «Era curioso y, sobre todo, escuchaba música del mundo entero. Iba casi todo los días a un concierto, a la Unesco, al Museo del Hombre, que proponía conciertos de música asiática. Adoro también el rock: vi a los Beatles en el Olympia, a los Rolling Stones en el Palacio de los Deportes, a Pink Floyd en los Campos Elíseos... Iba a ver a los compositores con mis trabajos bajo el brazo. Este es el modo en que conocí a Iannis Xenakis».

 

En París entró en contacto con el mundo del teatro y se inició en el serialismo del Domaine Musical, en la música concreta de Pierre Schaeffer y Pierre Henry, y en las obras de Iannis Xenakis, que le inspiró en sus primeros trabajos. Hacia 1970, decidió profundizar en un lenguaje más libre y comenzó sus búsquedas y exploraciones sobre el sonido de la voz. Interesado en particular por el teatro musical, compuso en 1971 su primera obra en este ámbito, «La tragique histoire du nécromancien Hiéronimo et de son miroir».

En 1976 fundó, junto a su mujer, la actriz Édith Scob, el Atelier Théâtre et Musique (ATEM) ubicado en los suburbios de París, en Bagnolet, hasta 1991, y después en el Théâtre Nanterre-Amandiers. Allí renovó por completo su enfoque de la composición. Convirtió a los músicos en actores, e incorporó en sus obras ingredientes vocales, instrumentales, gestuales y escénicos en idéntica proporción. Los espectáculos se inspiran en situaciones de la vida cotidiana que son transportados a un espacio poético con un tinte satírico e incluso absurdo. Durante dos décadas la actividad de Aperghis con el ATEM se tradujo en una veintena de composiciones entre las que figuran «Jojo» (1990), «Sextuor» (1993) y «Commentaires» (1996).

A pesar de ser el creador, director y compositor de sus espectáculos, hace partícipes de su proceso creativo a los intérpretes, ya sean músicos, actores, cantantes o bailarines. «No es un músico convencional que presenta una partitura cerrada a los intérpretes, sino que trabaja con ellos en un proceso de búsqueda, de investigación, en el que se dan fenómenos de “hibridación”: los actores se convierten en músicos y al revés», explica el jurado.

A partir de los años noventa Aperghis, y gracias a los medios que el Instituto e Investigación y Coordinación sobre Acústica y Música (IRCAM) le facilitó, incorporó a su trabajo las nuevas tecnologías: vídeo, electrónica y tratamiento del sonido en tiempo real. «Con la electrónica puedo hacer cosas que no están al alcance de la voz: extender un sonido hablado durante un tiempo largo, crear una cadena larga de palabras a partir de la voz, manipular registros, solapar voces, e incluso eliminar algunas sílabas. Hay una poética particular propia de la electrónica: el mismo tipo de emoción que sentimos cuando vemos a un robot llorar o morir».

Buena parte de sus más de cien obras son teatro musical, el género que no solo revolucionó sino en el que se siente más cómodo. «Invierto tiempo en ensayar las obras, en las que puedo perderme y encontrarme otra vez a mí mismo con los intérpretes. Asumo riesgos como el de llegar con fragmentos de texto y música y terminar la obra en el propio teatro». Su repertorio se completa con ópera, música de cámara, música para coro, para instrumento solo y para orquesta.


Abc

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