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Juanjo Mena: "Berlín llega en un buen momento. Comienzan mis mejores años"

24/5/2016 |

 

Juanjo Mena. JAVIER BARBANCHO

 

La hora de la entrevista se pactó en función de la entrada al colegio de sus dos hijos. ¿Son ellos la sinfonía más compleja que le ha tocado estudiar e interpretar?
Sí. Cuando llego a casa, me encuentro con que la familia tiene sus hábitos y cuando veo cosas que no me gustan y quiero cambiarlas, me suelen mirar como diciendo: "Qué dices tú, si habitualmente no estás".
¿Tendrán ellos las mismas oportunidades que usted para desarrollar su arte, si así lo desean?
Yo fui un afortunado. Lo que me ocurrió no sucede ahora. Qué profesor, en el colegio en que trabaja, crea un coro y se entrega de forma altruista por completo a él. Nosotros lo intentamos hacer en casa con nuestros hijos, pero de una manera que sientan que si quieren, tienen la oportunidad de aprender a leer música y tocar un instrumento. Esto es lo que tenía que haber garantizado la famosa legislación de la educación.
¿Qué ocurrió en aquel colegio Samaniego?
Antton Lete. Fue fundamental. Nos enseñó a cantar y a disfrutar cantando. Yo acerté unas notas y él me dijo que entrara en el coro. Mi madre decidió que si estaba en el coro, que fuera al conservatorio. Es la raíz de todo lo que me ha pasado. Pues bien, ese tipo de señores ya no existen. Ni se les fomenta, ni se les apoya. En aquel colegio era importante el canto, el teatro, el musical, el cine, nuestro club Samaniego... (el molinillo de la cafetera hace polvo el atisbo melancólico).
En algún momento habrá un nuevo Gobierno. Sea cual fuere, será 'el del cambio'. El ministro de Cultura le llama, ¿qué cambiaría?
Mmmm... ¡Tantas cosas! Lo primero sería una ley orgánica, o como se llame, que establezca que en todos los colegios tiene que haber un coro, porque el canto es el primer instrumento que tenemos, el más natural. Es bueno que nos resuene en el interior, que lo sintamos. Es una sensación que desarrolla el carácter expresivo de las personas. Desde el punto de vista musical y social esta vivencia en grupo es fundamental. Pero ¿ahora qué prima? En los colegios se dan subvenciones y Q de calidad a quienes tienen los iPads, a la informática, a las matemáticas, al deporte y al inglés. Ya está. Se quita la música, se quita la atención a la Historia, a la humanidad...
En 2011 llega a la Filarmónica de la BBC. A la magia de la música se le une la de la radio.
He aprendido lo que es una orquesta de radio. ¡Y no hay muchas en el mundo! Les conocí en Oxford Road. Hacíamos un studio concert, donde en un día y medio estabas ya con un programa cerrado. Un shock, y aún más al ver que sí, que había público, pero sólo 35 personas, que eran las que entraban en el estudio, para hacer de clá, y la orquesta, dejando la vida desde la primera nota. Perplejo, lo pregunté y me lo explicaron: tocaban para 20.000 personas, que es la media de oyentes que siguen las retransmisiones.
Y el 26 de este mes, la mejor orquesta del mundo, la Filarmónica de Berlín, en el pentágono más famoso del mundo: la Philharmonie. Uno ya se puede morir a gusto.
Sí... (risas), bueno (las risas continúan), sí, eso va a haber que disfrutarlo. Me ha llegado en un momento precioso, cuando empiezo a tener más solidez en mis ideas, en mis criterios, cuando empiezo a ver algunas líneas de qué va esto. Aún me quedan por delante mis mejores 25 años, ya que la vida de los maestros es muy tardía, aunque, por influencia de los medios de comunicación, veo que hay gente que pasa delante de mí, ¡brum!, a toda pastilla. En mi caso, estar antes hubiese sido un error. Ahora creo que podré hablar a los músicos con sentido de lo que quiero.
¿Cómo surge la oportunidad?
Lo bonito es que ha sido una invitación de la orquesta. Saben de mi trabajo en la BBC, conocen lo que he hecho en Boston, en Nueva York, en Chicago, etc. Las cosas no ocurren porque sí.
¿Le obsesiona que no le vuelvan a llamar?
Lo más maravilloso que me ha pasado es que todas las orquestas que he dirigido me han vuelto a invitar, pero el repetir no puede ser una premisa previa. Recuerdo uno de mis ensayos con la BOS. Lo preparé al dedillo. Debía levantarme a las seis de la mañana. Sin embargo, uno de mis hijos se pasó la noche devolviendo. Dormí tres horas y no me levanté a la hora prevista. Pues bien, me salió el ensayo más maravilloso que recuerdo. No tenía todas las premisas previas y estaba reaccionando a lo que ocurría...
¡El instante!
Exacto. El instante no es repetible. Hace falta ser sensible y tener los elementos de entendimiento en ese momento, las armas, los mecanismos. Eso es la experiencia.
¿Cómo confeccionó el programa?
Simon Rattle me llamó, porque personas de distintos estamentos le habían hablado de mí. Quería música francesa. Le mandé todo mi programa francés y en dos meses me dijo que quería hacer El sombrero de tres picos, de Falla. Tanto Rattle como yo sabemos de la conexión francesa de Falla y de su gran amistad con Debussy. Ahora bien, discutimos un poco el resto del programa. Por ejemplo, con el Concierto de arpa de Alberto Ginastera, el mejor que existe. Se cumple el centenario del nacimiento del compositor argentino, y además la propia orquesta cuenta con la solista.
¿Y hubo alguna petición que no cuajara?
Sí. Me pidió hacer Rapsodia española de Ravel, pero a mi juicio estábamos cargando un poquito demasiado la cosa, porque también es una obra muy fragmentada, y a mí me gustan mucho las grandes líneas sinfónicas. Entonces, le propuse hacer Iberia de Debussy. Son tres movimientos, que describen un día en España, donde nunca estuvo. Imagino que Falla, se lo contaría, pero el caso es que nadie lo ha descrito mejor.
Suena a debut en toda regla.
El Sombrero de tres picos, en la versión ballet, tan difícil, no lo han hecho nunca, tampoco el Concierto de arpa. Iberia sí lo han hecho con Rattle, lo que me va a dar cierta tranquilidad. No puedes ir con todo nuevo, porque si no, te la das. Los músicos necesitan también su espacio de aprendizaje.
¿Se está especializando en música española?
Estoy comprometido con la música española y latinoamericana. Ahora bien, es normal que me pidan música española, más aún tras la muerte de Frühbeck de Burgos. No puedo llegar a Berlín y pensar que voy a hacer la Quinta de Mahler o la Sexta de Bruckner. Eso vendrá con el tiempo, si Dios quiere.
Y el martes, día 24, a las 10.00 horas primer ensayo...
..."Hola, qué tal. Buenos días", hay que medir muy bien lo que dices. "Es un honor para mí estar aquí junto a ustedes". Punto. Si dices más, lo estropeas.
Habrá un primer momento en el que su mirada y la de sus músicos se encontrarán. En el cruce se podrían susurrar los versos de Machado: "El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve".
Clavado. A veces una institución como la Filarmónica de Berlín te puede apabullar, pero antes de ir. Una vez que llegas, lo que más va a importar es la sinceridad.
Los días 26, 27 y 28 no va estar sólo en el atril de la Philharmonie.
Me acompaña mucha gente. Pero en el zurrón hay muchísima más. El Juanjo Mena que se verá en el podio, será el Juanjo Mena que hacía pasacalles y conciertos en la Florida y que tocaba el txistu en el barrio de Zaramaga. Llevo también al coro de aquellas 100 niñas que me enseñaron tanto, a Carmelo Bernaola, al alcalde José Ángel Cuerda que lo trajo a Vitoria; al diputado de Bizkaia Josu Bergara y quienes nos apoyaron en la Sinfónica de Bilbao, a la joven orquesta de Euskal Herria, que fundé, a la Orquesta de Euskadi...
¡Todos no entran!
Inmutable) A cada uno de los músicos que ha aguantado uno de mis cortes para mejorar, porque de cada uno de esos cortes yo he aprendido algo.
El compositor Carmelo Bernaola le dejó huella.
Había que vivirlo y sentirlo por su naturaleza y por su durísima sinceridad, capaz de preguntarle a la Reina en un cóctel delante del ministro de Cultura que cómo esa persona podía tener tanta responsabilidad, si no tenía ni idea. Así era y por eso también tenía tantos enemigos. A mí me inculcó esa sinceridad, pero a veces soy muy bocazas, lo reconozco. Pero todo lo que sé de orquestación lo aprendí con él en unas clases que montaba en cualquier momento. Ya fuera sábado o domingo.
Y Enrique García Asensio.
Carmelo me condujo hacia él. Lo tengo como un maestro. Todos los gestos que se me ven ante la orquesta son de él.
Fue alumno de Sergiu Celibidache, un mito de la dirección.
También gracias a Carmelo. Con él aprendí lo creativo, la búsqueda constante de la belleza, la espiritualidad llevada a unos extremos difíciles de analizar. Era el máximo exponente del proceso reductivo: el principio en el final y el final en el principio, que eso es una sinfonía. A cada segundo musical le tendría que suceder otro segundo resultante del anterior. Estás con 100 músicos, ¿habrá captado el corno inglés que en la misma frase que hemos ensayado resulta que la trompa ha tocado muy débil en contra de lo marcado y entonces él debe variar también lo que hemos ensayado? (Los ojos de Mena se abren como dos lunas. Una mueca de pavor se apodera de sus labios. Un peligro invisible acecha a la cafetería, pero sus manos logran con pulcritud que la amenaza se desvanezca). Yo tengo que lograr que se interprete en relación con lo que ha pasado en ese momento.
Los músicos de una sinfónica soñaron con ser solistas, pero al final son uno más dentro de un grupo.
Lo que hace falta es incentivarles y eso se hace con ternura, fijándote en los de atrás, porque, este es uno de los grandes secretos, ¡el sonido viene desde atrás!, utilizando palabras sobre el amor, el cariño. Por ejemplo, para explicarles un crescendo, les hablo sobre cómo mi madre nos enseñaba que debíamos ahorrar para cuando llegaran las cosas importantes de la vida. Es muy distinto a decirles sólo: "No empiecen tan pronto el crescendo".
¿Hay un endiosamiento de los directores?
Bueno, por una parte, como decía García Asensio, la batuta suena. Por otra, creo que el endiosamiento viene de épocas de autoritarismo o de postguerra donde también en la música se necesitaba encontrar dioses. Por otra parte, es verdad que a veces veo que el público quiere que seas un dios y se decepciona si te ven cercano. No sé, ahora vas a Bilbao y tienes a Zubin Metha colgado de todos los puentes, y a este y al otro y al de la moto...
De todos los que le van a acompañar, ¿cuántos se quedarán junto a usted si fracasa?
Todos.

GORKA PINILLOS
El Mundo

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