Para muchos músicos sería un sueño el poder salir en una película como Amor (2012), de Michael Haneke, y trascender los límites de los conciertos de música clásica y los recitales en auditorios. Pero para Alexandre Tharaud (París, 1968) aquella experiencia no ha acabado transformándose en una herramienta de promoción, sino casi lo contrario. "Incluso ahora, casi cinco años después, me preguntan sobre ello. Y está bien, porque la película es una obra maestra y no estoy mal en ella. Pero no deja de parecerme extraño, porque fueron tres días en mi vida. Creo que no se puede reducir a un artista a una anécdota , a dos minutos en una película. Hay que tener cuidado, porque he tocado muchas más cosas y el 99% de mi trabajo no se incluye en esa película".

Tharaud habla antes de su concierto de este martes en el Auditorio Nacional dentro del ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. En él Tharaud interpretará las Morceaux de Fantaisie de Rajmáninov, compositor al cual ha dedicado su último disco. Para completar el programa, el pianista francés ha incluido las Danzas alemanas de Schubert y otras dos piezas de sus compatriotas Ravel y Couperin. "Creo que es más fácil entender a Ravel si antes se toca a Couperin, que es como su abuelo, y también el de Debussy", explica Tharaud. "Y lo mismo sucede con Rajmáninov, que para mí es el mejor pianista que ha habido. Era un gran fan de la música barroca y tocaba muchas piezas de aquella época. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es el tiempo en la Historia de la música? ¿Qué son dos o tres siglos? Nada".

Con repertorios como éste, Tharaud intenta romper una dinámica que el considera "horrible": la restricción existente en las series pianísticas de Occidente. "Todo se reduce a cinco o seis compositores. ¿Por qué apenas se tocan piezas de Prokofiev, por ejemplo? Yo creo que más que culpa del público, es un gran problema de los promotores y de los propios músicos".

Porque, para Tharaud, el poder de este tipo de música no es algo que se deba tomar a la ligera. "Creo sinceramente que podemos cambiar este mundo a mejor. Porque está en nuestras manos algo tan poderoso como la posibilidad de hacer que la gente se olvide del tiempo. Eso para mí es como una medicina de baja intensidad, como una homeopatía. Y si eso puede hacer sentirnos mejor, ¿por qué no utilizarlo?", se pregunta.Lo cual no significa que el pianista abogue por el escapismo. "Mucha gente de este mundo de la música está desconectada del mundo. Pero yo soy muy diferente, porque tengo la necesidad de sentirme conectado. Es imposible que me quede frío ante las injusticias de este mundo. Por eso siento la necesidad de reactivarme con las cosas que hago", explica sobre su faceta más humanista y social.