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Cuarteto Casals, 20 años en la cuerda

17/2/2017 |

 

Es una de las mejores formaciones camerísticas europeas y ostenta una larga hegemonía en España, donde fueron pioneros como cuarteto de cuerda profesional. Salieron de las fecundas aulas de la Escuela Reina Sofía y debutaron en Toledo en 1997. Ahora cumplen dos décadas. Un tiempo en el que no han dejado de crecer. Lo celebran con un desafío mayúsculo: levantar la integral cuartetística de Beethoven. 16 “catedrales” que pondrán a prueba su madurez en la Schubertiada de Vilabertrán este verano. Antes, en marzo, se estrenarán con la Orquesta Nacional de España. Bajo el mando de David Afkham, ‘descorcharán' 

Abel Tomàs, Vera Martínez, Jonathan Brown y Arnau Tomàs

No olvidan los componentes del Cuarteto Casals su primer concierto, que dieron en Toledo en 1997. Un humilde comienzo que se resume en una escena simpática. El padre de Vera Martínez, violinista del ensemble, se prestó a llevarles en su coche. Tenía un Citroen AX. O sea, un utilitario compacto y de minúsculas dimensiones. Los tres que iban atrás tuvieron que llevar sobre sus regazos el violonchelo de Arnau Tomàs. En aquel estreno ante el público “sentimos ya una alquimia especial”, recuerda Abel Tomàs, hermano de Arnau, el otro violinista de una formación que ahora toca a Haydn, Schubert, Beethoven o Mozart en sus países natales (Austria y Alemania) sacando pecho. Abel, Vera, Arnau y Jonathan Brown (viola), que se incorporó en 2002, tienen sin duda motivos para festejar su aniversario.

Los tres primeros han colocado un móvil con el ‘manos libres' activado sobre una mesa de la Escuela de Música de Cataluña, en Barcelona, donde son profesores, para recorrer con El Cultural su trayectoria en constante ascenso desde aquella ‘excursión' en el AX paterno. Brown, que también da clases en el mismo centro, no puede estar presente porque tiene también compromisos docentes en la Escuela Reina Sofía, donde, por cierto, cruzaron sus caminos a mediados de los 90. Vera y Abel estudiaron juntos allí. Abel la cortejó entonces para que se incorporará al cuarteto que estaba intentando formar Arnau, que ya había salido de la institución alumbrada por Paloma O'Shea. En Madrid recibieron el magisterio crucial de Rainer Schmitt, violinista del Cuarteto Hagen (su modelo más inspirador), quien se convertiría después en su principal consejero y mentor.

El trámite del bautizo lo despacharon rápido: “Sí, fue una decisión directa. Cuando nos unimos, en España no había cuartetos profesionalmente consolidados, a tiempo completo. Sólo había músicos que se reunían puntualmente para hacer bolos. Fuimos unos pioneros. Así que nuestro nacimiento tenía cierta transcendencia. Creíamos que el nombre que mejor nos representaría sería el del instrumentista de cuerda más importante de España en el siglo XX, Pau Casals. Sin desmerecer a Quiroga o Sarasate, claro, pero es cierto que su repercusión internacional fue mayor”, explica Arnau. “Y, aunque su estilo es de otra época, sí que nos identificábamos mucho con su honestidad en el discurso musical y su limpieza técnica”.

Buscamos un sonido voluble, adaptado a la partitura, más que un sello acústico. Estamos al servicio del compositor” Arnau Tomàs
En sus orígenes no se propusieron acuñar una sonoridad concreta. “Hemos buscado siempre un sonido voluble, que se adapte a las partituras, más que un sello acústico. Nos ponemos al servicio del compositor”, continúa Arnau. Ese esfuerzo adaptativo no incurre, sin embargo, en el talibanismo historicista. Sin faltar a los postulados originales, el Cuarteto Casals esgrime sin complejos las técnicas contemporáneas. El equilibrio y la flexibilidad se la otorga también la alternancia en los roles de primer y segundo violín. Vera y Abel se los reparten en función de las piezas y los autores que acometen. Es un rasgo democrático que sintetiza su actitud y contrasta con el pasado. “Antes, en los años 60 y 70, se potenciaba el carisma del primer violín. El resto miembros giraban en torno a él. Era un resabio de la cultura romántica. Para nosotros, en cambio, el carisma lo debe generar el diálogo de las cuatro voces”, apunta Abel.

El gobierno democrático del cuarteto impide las derivas hacia el purismo o hacia lo contrario: la vanguardia experimental. “Todos aportamos nuestra opinión y eso propicia que las decisiones últimas estén muy compensadas. De todas formas, después de 20 años hay debates que ya ni se plantean, están superados. Es lo mismo que ocurre en la parejas unidas durante mucho tiempo”, explica Vera. Decía Goethe que asistir a un concierto de un cuarteto era como “escuchar una conversación entre cuatro personas razonables”. Y los integrantes de este grupo camerístico suscriben la definición y se la aplican. “Sí, en la base somos gente razonable y sensata. Si no lo fuéramos, no hubiéramos llegado hasta aquí juntos”, señala la violinista madrileña.

Embajadores de nuestra música

Es difícil salir adelante. Ensayas cada día entre 5 y 7 horas, que nadie te paga. No es como en una orquesta sinfónica” Vera Martínez
Ese “hasta aquí” puede resumirse así: el Cuarteto Casals es hoy uno de los mejores de Europa y, en España, ostenta una larga hegemonía que últimamente sólo le disputa el Cuarteto Quiroga. En estas dos décadas no han dejado de crecer. Tras su ensamblaje en la Escuela Reina Sofía, se asentaron durante tres años en Colonia, donde siguieron ampliando sus estudios al tiempo que probaban suerte en concursos internacionales. Ganaron el de Cuartetos de Cuerda de Londres (2000) y el Johannes Brahms de Hamburgo (2002). Gracias a esos dos espaldarazos, les empezaron a abrir las puertas de los grandes templos de la clásica: Philarmonie de Berlín, Musikverein de Viena, Concertgebouw de Ámsterdam, Lincoln Center de Nueva York, Wigmore Hall de Londres... Han jugado además un papel determinante en la difusión exterior de compositores españoles: Arriaga, Turina, Toldrá... El prestigioso sello Harmonia Mundi les fichó en 2002, un año clave para ellos porque en él también fueron contratados por la Escuela Superior de Música de Cataluña como profesores. “Nos dio mucha tranquilidad y nos permitió sobrevivir”, recuerda Vera. “Hay que tener en cuenta -añade- que en un cuarteto ensayas entre 5 y 7 horas diarias y que nadie te las paga. No es como en una orquesta. Te tienes que ganar la vida con los conciertos pero, claro, al principio no surgen muchos porque no te conocen. Tampoco puedes buscarte bolos por tu cuenta porque con los ensayos es imposible. Es muy difícil salir adelante”.

Aunque el momento crítico, el único que hizo tambalear su viabilidad, fue cuando tuvieron que sustituir a su segundo violista, el estadounidense David Quiggle (el primero había sido el vasco Andoni Mercero). Tardaron seis meses en dar con Jonathan Brown, que de algún modo estaba predestinado a enrolarse en el Casals. Lo demuestra las circunstancias en que llegó al grupo. Un día Abel estaba hablando por teléfono con su hermano.

El primero estaba en la Estación de Colonia y el segundo le transmitía su agobio por las dificultades de encontrar el instrumentista apropiado. Frente Abel pasó precisamente en ese momento un tipo portando una viola. Y le dijo a su hermano en tono jocoso: “Pues mira, ahora mismo estoy viendo a uno. Si quieres, le pregunto”. La cosa quedó ahí, en una gracia. Pero, casualidades de la vida, aquel yanqui de Chicago era su hombre. Abel alucinó cuando lo reconoció en la audición-entrevista que tiempo después hicieron al candidato que les había recomendado su admirado Rainer Schmidt.

La escritura de Beethoven es muy pianística. Introdujo una complejidad rítmica y de registros que no está en Mozart” Abel Tomàs
Los cuatro ya llevan 15 años codo con codo, ampliando su huella en el repertorio cuartetístico, que poco a poco van agotando. Ahora afrontan quizá el desafío más elevado con el que se puede medir un conjunto como el suyo: la integral de Beethoven, compuesta por 16 piezas que, afirman al unísono, son todas “catedrales”. Ese tour de force lo exhibirán en la Schubertiada de Vilabertrán en agosto. Y luego también lo irán desgranando en Madrid (Auditorio Nacional) y Barcelona (L'Auditori). En estos dos conciertos intercalarán, a instancias de Antonio Moral, estrenos de Benet Casablancas y Mauricio Sotelo, respectivamente. “No es una integral que se pueda hacer en la juventud, como sí hicimos con la de Schubert. Sólo se puede afrontar en la madurez. Beethoven introdujo una gran complejidad rítmica y de registros que, antes de él, no existía en los cuartetos. Rompió los moldes. Están llenos de escalas que obligan a estar subiendo y bajando constatemente. Es una escritura muy pianística que, trasvasada a la cuerda, origina muchas dificultades. Eso no está ni en Haydn ni en Mozart”, explica Abel.

En las zonas invisibles

Otro de los momentos culminantes de la celebración será su debut con la Orquesta Nacional. Bajo las órdenes de Afkham, estrenarán Invisible Zones, partitura ideada por Francisco Coll ex profeso para su cumpleaños. “Es una obra que juega mucho con los colores y los elementos rítmicos, y tiene alguna melodía muy española”, anuncia Vera. Será el 31 de marzo, que fue, día arriba, día abajo, cuando se presentaron en sociedad en Toledo hace 20 años. También se dejarán ver en la Semana Religiosa de Cuenca, para ejecutar un programa en el que ensartarán al propio Coll con Haydn. Esas comparecencias las alternarán con una apretada agenda internacional con escalas en Estados Unidos, Inglaterra, Hungría, Alemania, Suiza, Bélgica, Austria, Japón. Y a partir de 2018 serán el cuarteto ‘titular' de los stradivarius palatinos de Patrimonio Nacional.

Los retos pendientes para los Casals cada vez son menos tras su intenso periplo musical en este tiempo. La integral beethoveniana significa de algún modo tocar techo. Pero ellos están bien dispuestos a sumar otros 20 años atacando con la visceral energía que les caracteriza las cuerdas de sus instrumentos. “Seguiremos levantando catedrales”, advierte Vera. “Ya veremos qué nombres les pondremos”.

 

ALBERTO OJEDA
El Cultural

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