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Víctor Pablo Pérez: "No basta con dirigir estas novenas, hay que vivirlas"

25/6/2017 |

 

El ¡Sólo Música! se supera en ambición este año: Víctor Pablo Pérez dirigirá este sábado, 24, nueve novenas sinfonías. En liza, compositores como Beethoven, Bruckner, Shostakovich, Dvorák, Schubert y Mahler, que cierra la maratón de 12 horas de música en el Auditorio Nacional. El maestro burgalés nos revela las claves del desafío.


Víctor Pablo Pérez. Foto: Michal Novak

Nueve novenas. Haydn, Beethoven, Garay, Schubert, Mozart, Bruckner, Shostakovich, Dvorák y Mahler. Interpretadas por cinco orquestas diferentes: la OCNE, la de RTVE, la Sinfónica de Madrid, la Orcam y la Jonde. Antonio Moral, director del CNDM, tenía clara la fórmula (y el titular mediático) del ¡Sólo Música! de este año, tras las integrales de Beethoven (López Cobos) y Chaikovski (Juanjo Mena) de ediciones pasadas.

Víctor Pablo Pérez (Burgos, 1954), sin embargo, creía que Moral esta vez se había pasado de frenada. Lo confiesa a El Cultural en una terraza junto al estadio Santiago Bernabeu, durante un descanso en su jornada de estudio intensivo de partituras. Intentó ‘negociar' el programa pero Moral, testarudo, no aceptó rebajas. Así que repensó la propuesta. Y comprobó que la mayoría de esas novenas las había trabajado ya a conciencia a lo largo de sus más de tres décadas encaramado al podio. Poco a poco se iba animando. Empezaba a ver viable completar la maratón: 200 años de sinfonías comprimidas en 12 horas. Pero luego recordó la maldición de las novenas instaurada por Beethoven: los compositores que intentaron sobrepasar esa cifra sufrieron nefastos reveses. Al final, se conjuró contra la superstición y, como Nadal sobre la tierra de Roland Garros, se dijo: ¡Vamos!

Pregunta.- Su gesta recuerda un poco a la de un torero que se encierra con seis toros en Las Ventas.
Respuesta.- Sí, sólo que yo me enfrento a seis miuras y tres novillos. Hay seis sinfonías de una tremenda importancia y luego otras tres pequeñas: las de Haydn, Mozart y Garay.

P.- ¿Esta maratón sólo la puede acometer un director en plenitud?
R.- Sólo se puede hacer si has tenido una intensa experiencia previa con estas sinfonías. Yo algunas las he dirigido con 10 o 12 orquestas diferentes, en diversas ocasiones. Con ese bagaje es factible. También es fundamental armar una planificación muy medida de ensayos. Hay que ir progresando cada día para adaptar poco a poco el cuerpo al ritmo brutal que tendrá que seguir durante 12 horas dirigiendo.

P.- ¿Ha tenido que hacer algún tipo de preparación física específica?
R.- No, la verdad que no. Me basta con llevar una vida ordenada.

P.- Creo que estos días las está dirigiendo en su casa para ir mentalizándose.
La novena de Mahler es una sinfonía tan intensa que después de dirigirla no se puede hacer nada más"
R.- Todos los directores intentamos dirigir las obras sin la materia sonora, idealizando el sonido. Es un ejercicio más pero tiene poco que ver con la experiencia real.

P.- ¿Se llega a poner en pie y a dar manotazos?
R.- No, no, es un trabajo más mental y de tiempo. Sería ridículo estar dando brazadas al aire tú solo en el salón (ríe).

P.- ¿Cómo fue el toma y daca con Antonio Moral?
R.- Yo intenté dejarlo en novenas para hacer algunas menos. Pero él lo tenía pensado así y Antonio es inamovible.

P.- Sigue casi un orden cronológico, ¿no?
R.- Sí, pero no es exacto. Empezamos con Haydn, que es el padre de la sinfonía, pero luego aparece enseguida Beethoven. Y la última debería ser la de Shostakovich pero pedí terminar con Mahler, porque la suya es una sinfonía de una emoción tan intensa que es imposible hacer nada después.

P.- La curiosidad es la Novena de Garay, único representante español.
R.- Es muy poco conocido. Bebió mucho de Haydn, que escuchó a través de la condesa de Benavente y la Casa de Alba. Esta novena la escribió con 57 años, en su madurez. Es muy bella pero hay que trabajarla con mucho mimo porque no tiene el oficio de Haydn.

P.- A Bruckner lo utiliza mucho para ahormar orquestas. ¿Por qué?
R.- Por su verticalidad armónica y por sus grandes superficies melódicas. Sus sinfonías ya duran una hora o más. Ayuda mucho a fortalecer y dar fondo a las orquestas, no tanto por su duración como por su construcción: deben levantarse como grandes catedrales, piedra a piedra. Con Mahler en cambio va todo más deprisa, todo es más vivo.

Crónicas sinfónicas

P.- ¿Hay algún detalle que emparente a todas estas novenas?
R.- Cada una es testigo de su época, relatan lo que está pasando en el momento de su composición. La de Beethoven es un grito de liberación durante las guerras napoleónicas. Dvorák escribe su Sinfonía del Nuevo Mundo al descubrir la energía de Norteamérica y la música negra. Shostakovich compone su novena bajo Stalin. Su disidencia solo podía ser sorda o encriptada porque, si no, iba a Siberia directamente. Las de Mahler y Bruckner son también crónicas. Mostramos un fresco histórico de dos siglos.

P.- ¿Qué descoloca más: cambiar de autores o de orquestas?
R.- El reto estilístico es muy relevante. Hasta ahora se habían hecho integrales de un mismo compositor. Aquí son nueve personalidades y hay que diferenciarlas bien. Los cinco colectivos están compitiendo y eso es positivo, sano. La Jonde garantiza la energía de la juventud. Eso es una ventaja pero también requiere un mayor esfuerzo para el director, que debe atemperarla. Aunque estas músicas no son para dirigirlas sino para vivirlas. No basta con llevar el compás, hay que construir formas de vida.

La Orcam moviliza 400 músicos cada día y da 300 concierto por temporada"
P.- Ahora se reencuentra con la Orquesta Nacional tras años sin dirigirla. ¿Cómo la ve?
R.- La primera novena que hice, la de Beethoven, fue con ellos hace 33 años. De aquella orquesta a la de hoy ha cambiado el 85 % de los músicos. Se ha incorporado una nueva generación, que ha estudiado aquí con grandes profesores y luego se ha fogueado fuera. Hace 10 años sólo el 20% de los músicos de la Jonde, su vivero, tenía nivel para tocar en una orquesta profesional. Hoy es un 80%. De ese talento se ha nutrido mucho, y se nota.

Desde 2013, Víctor Pablo Pérez está concentrado en la Orcam, orquesta de la que asumió la titularidad tras sus largas etapas al frente de la Sinfónica de Galicia (1993-2013) y la Sinfónica de Tenerife (1986-2005). No es de esos directores nómadas compulsivos que ensayan cuatro ratos, dirigen y a otra orquesta. Él es de los que se quedan. Y forjan un estilo y una actitud día a día. En Madrid le ha dado un golpe de timón a la Orcam, muy volcada en la composición contemporánea española bajo la batuta de su predecesor, José Ramón Encinar. Durante su mandato está cubriendo ciertas lagunas dentro del gran repertorio. “De Bruckner hasta ahora no se había hecho ninguna sinfonía. Y de las quince de Shostakovich, sólo una”, apunta. También está potenciando el papel del coro, con grandes producciones sinfónico-corales, tan atractivas para el gran público.

Otro aspecto en el que está haciendo especial hincapié es la cantera. “Hemos puesto en marcha un engranaje en el que se integran también una orquesta y un coro de niños y otra orquesta y otro coro de jóvenes. El de la Orcam es un proyecto único. Sólo en La Coruña hay algo parecido”.

P.- ¿Difiere mucho su experiencia en Madrid de la que tuvo con las sinfónicas de Tenerife y Galicia?
R.- Cambia porque en estas dos empezábamos desde cero. En Madrid no. Y también porque la competencia aquí es brutal. Hay cinco orquestas. Hay también magníficos ciclos sinfónicos internacionales. El CNDM acaba de presentar una programación con más de 300 conciertos. Luego está el Teatro Real. En La Coruña o Tenerife todo lo que hacíamos salía en las portadas de los periódicos.

P.- ¿Le parece frustrante?
R.- No, porque luego se compensa: cuando algo funciona su repercusión es más potente.

P.- La Orcam ha sufrido muchos recortes. ¿Se sentía más respaldado allí?
R.- Sí, objetivamente. La Sinfónica de Galicia ha llegado a tener un presupuesto de 8 millones, que ha caído a 6 o 7. En cambio la Orcam estaba en 6 y se ha quedado en la mitad. Intentamos demostrar que una orquesta es muy útil para la sociedad con los proyectos de los niños y los jóvenes. Nosotros movilizamos a 400 músicos cada día y damos unos 300 conciertos por temporada.

España tuvo que importar músicos, como los Estados Unidos. Sólo así rompió el círculo vicioso de la falta de orquestas"
P.- Dice que el nivel alcanzado por la Orquesta de Tenerife en los 90 suscitó algunas envidias en Madrid.
R.- Sí, yo la percibía. Ocurrió cuando en España empezaron a llegar músicos extranjeros. Hace 30 años había sólo tres o cuatro orquestas profesionales de las que se pudiera vivir. No había más porque durante Franco no se apostó por el mundo sinfónico y porque no había músicos suficientes. Y no había más músicos porque no había orquestas. Era un círculo vicioso que hubo que romper importando instrumentistas. Fue lo mismo que hizo Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Ellos aprovecharon la huida de un montón de músicos maravillosos. Allí empezaron a enseñar y así surgieron las grandes orquestas norteamericanas. En Tenerife hicimos lo mismo, no por capricho, como algunos pensaron, sino para que crearan escuela. La generación actual bebe de esos frutos. Vinieron de todas partes, no sólo del este. También de Estados Unidos, Inglaterra... Fue una acertadísima inversión.

Carrera volcada en españa

P.- Ha preferido desarrollar la mayor parte de su carrera aquí, con un objetivo claro: consolidar nuestro tejido sinfónico. ¿Está satisfecho con los resultados?
R.- Muy satisfecho porque algunas de las orquestas en las que he trabajado han sido referentes del desarrollo sinfónico del país. La orquesta de Tenerife lo fue. No sólo en el sonido, que también. Hace 30 años nadie daba conciertos para escolares, nadie tocaba al aire libre, nadie hacía giras internacionales, nadie grababa discos distribuidos fuera, nadie tocaba con músicos populares como Los Sabandeños o Carlos Núñez, nadie hacía versiones sinfónicas de temas de Serrat, Mecano, Miguel Ríos... Hemos empujado a que el nivel en España diese un acelerón y se pusiese a la altura de Europa. Ahora las orquestas españolas tienen un nivel muy alto y yo me siento un poco responsable de esa evolución. 

ALBERTO OJEDA
El Cultural

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