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Gattillazo en el podio

4/8/2018 |

 


Daniele Gatti (Imagen de archivo) EL MUNDO

Daniele Gatti, momento decisivo en su carrera tras ser acusado de acoso sexual.

Cada vez que le preguntan a Daniele Gatti (Milán, 1961) por el mejor concierto de su carrera responde lo mismo: "Sin duda, el último". La frase delata a un músico abonado al perfeccionismo y a un director seguro de sí mismo. Se jacta el maestro de no leer las críticas ni dar más explicaciones de las necesarias a los periodistas. Las acusaciones de acoso sexual vertidas por dos cantantes en un reportaje publicado el jueves por The Washington Post le obligarán, sin embargo, a dar un paso al frente en el momento más decisivo de su carrera.

En los últimos años el nombre del director lombardo ha aparecido en los programas de mano de las mejores orquestas del mundo: Filarmónica de Viena, Nacional de Francia, Sinfónica de Boston, Concertgebouw de Ámsterdam, Staatskapelle de Dresde.... Incluso llegó a postularse como posible reemplazo en los despachos de La Scala de Milán tras su éxito como gestor de la Ópera de Zúrich. Especialista en el repertorio italiano (Rossini, Donizetti, Puccini pero sobre todo Verdi), aprovechó el bicentenario de Wagner en 2013 para reivindicar con gran acierto su visión de Parsifal a su paso por el Met de Nueva York.

 
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La primera vez que se encaramó a un podio tenía 18 años. "Me pasé mucho tiempo dirigiendo orquestas de estudiantes hasta que conseguí debutar oficialmente con veintitantos", recordaba en una entrevista. Su consagración como director llegaría con la titularidad de la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia el mismo año (1992) de su debut en la Royal Opera House. En Roma, Londres, Berlín, Viena y Chicago se codeó con los mejores intérpretes y aprendió a tutear a estrellas de la lírica como Kiri Te Kanawa o Anne Sofie von Otter.

Entre 1997 y 2009, lideró a las huestes de la Royal Philharmonic Orchestra, que en el transcurso de unos años se convirtió en una de las formaciones más respetadas del Reino Unido. Su grabación de la Quinta de Mahler, otra de sus especialidades, está considerada toda una referencia discográfica. Por aquella época firmó también un manifiesto (La construcción de la excelencia: orquestas para el siglo XXI) para acercar la música clásica al público más joven y fue bendecido por la crítica italiana con el Premio Franco Abbiati. Sus apariciones en Bayreuth y Salzburgo no hicieron sino confirmar su solvencia y capacidad en todo tipo de repertorios.

En sus últimas visitas a España, Gatti vino flanqueado por los músicos de la Filarmónica de Viena y la Orquesta Nacional de Francia. De esta última heredó el sonido personalísimo de Kurt Masur, pero jamás se dejó amedrentar por su figura ni permitió que se proyectara sobre él ninguna sombra, por legendaria que fuera. Sus lecturas de Verdi Wagner, pero sobre todo su Tercera Sexta de Beethoven terminaron de coronarlo como uno de los directores más brillantes de su generación.

Sólo un músico de la talla de Gatti podía asumir la titularidad de una orquesta como la del Concertgebouw, cuya antigüedad y tradición musical (fue fundada en 1888) exige grandes dosis de talento y una fuerte personalidad. El estilo de Gatti combina el carácter y la disciplina de los maestros de la vieja escuela (no disimula su admiración por Toscanini) con la energía, la vitalidad y también la irregularidad de eso que se ha venido a llamar "carisma latino" en las salas de concierto centroeuropeas. Su próximo destino, de no haberse cruzado el Washington Post en su camino, habría sido probablemente el codiciado podio del Musikverein para celebrar el Año Nuevo al ritmo de los valses vienes. El tiempo dirá en qué queda el 'gattillazo'. 

BENJAMÍN G. ROSADO
El Mundo

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