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Pergolesi intimista, Beethoven vital

15/9/2019 |

 

El Liceu aplaude la aventura de Les Grands Ballets Canadiens con la Simfònica del teatro

Barcelona es una danza. La danza de los manteros escondiéndose en tromba en la estación de metro del Liceu mientras el público trajeado intenta alcanzar el teatro; es la danza de los camareros acelerando la cuenta para los clientes de la terraza... Aún e verano en la Rambla, y en esta onda está el Gran Teatre, que exhibe la vital y exultante Séptima Sinfonía de Beethoven de la mano de la Simfònica del Liceu dirigida por la joven francocanadiense Dina Gilbert, y con Les Grands Ballets Canadiens de Montréal en escena.

Porque hoy es fiesta mayor en el Liceu: ballet con orquesta dando inicio a la temporada en la que se celebra el 250.º aniversario de Beethoven. Qué pasaría si el gran maestro levantara la cabeza y viera lo que el coreógrafo Uwe Scholz fue capaz de hacer con su Séptima: la ingravidez, la joie de vivre, la contención fúnebre del segundo movimiento... con su ostinato de una negra, dos corcheas y dos negras, para luego desembocar en la vivacidad del tercer movimiento, el mismo que hace unos días se vio en el Liceu por el Ballet de Catalunya con nueva creación de Leo Sorribes. El inicio de temporada es estimulante –hoy un 80% de ocupación–, no importa que no se trate de una compañía de primerísima línea.

Los cuarenta artistas de Les Gands Ballets Canadiens de Montréal se esmeran. E Ivan Cavallari, el nuevo director de la compañía, le pone la savia y la experiencia. A principios de los años ochenta, formándose en la escuela del Boshoi de Moscú, Cavallari no se perdió ni una función en el teatro. “En aquella ciudad faltaba de todo menos ballet –dice–. Creo que aquellas fueron las mejores enseñanzas de mi vida”.

Luego, en los noventa, se convirtió en estrella del Ballet de Stuttgart bajo la tutela de la gran Marcia Haydée, la musa de John Cranko. “Era la más apasionada –recuerda–, ella era 24 horas al día bailarina, coreógrafa y directora y pudimos impregnarnos de ello, oler la pasión. Marcia tenía un instinto para impulsar al coreógrafo adecuado y el bailarín adecuado en el momento oportuno. Entendía cuándo alguien tenía un talento y le daba una oportunidad. E incluso cuando se equivocaba lo hacía de manera glamurosa. Aquello fue la gran lección de mi vida”.

Valgan estas declaraciones para hacerse una idea de en manos de quién está Les Grands Ballets Canadiens. Anoche esta compañía se atrevió no sólo con la rapidez y la exigencia técnica del muy clásico Beethoven de Scholz –en el Liceu se vio hace tres lustros su Gran Missa de Bach–, sino con las ideas minimalistas y chocantes del rumano Edward Clug sobre el Stabat Mater de Pergolesi. Clug recrea un llanto contemporáneo de la Virgen María: una docena de vírgenes ataviadas con unos finos y elegantes vestidos con cofia –creados por el figurinista catalán Jordi Roig– que se contraponen al género masculino con un lenguaje a veces ya sabido, a veces innovador. En la segunda parte, el examen de expresión y precisión fue superado con solistas magníficas, como Rachele Buriassi, aunque el cuerpo de baile masculino evidenció algunas deficiencias.

Hay varias figuras españolas en esta elegante troupe canadiense, como la madrileña Vanesa Garcia-Ribala Montoya, que lleva 14 años en la compañía y a la que Cavallari le ha decidido dar una segunda vida como bailarina principal; la tarraconense Emma Garau Cima, ahora embarazada de mellizos, por lo que no se la verá bailar en el Liceu, y la zaragozana Julia Bergua, que acaba de unirse a la troupe dejando el Stuttgart Ballet, de lo cual Cavallari se congratula: “Es una solista que trabaja duro y con muy buenos resultados”. Y luego está Myriam Simon, nacida en Galicia, aunque a duras penas habla ya español, a la que vale la pena seguir de cerca.

“Esta compañía ha funcionado como un Nederlands Dans Theater, luciendo coreógrafos pero no estrellas. Yo quiero que el público pueda identificar a determinadas figuras, venir atraído también por ellas”, concluye Cavallari. Ahí es nada. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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