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Los modernos de la música antigua

1/12/2019 |

 

El ensemble Vox Luminis reproduce en L’Auditori los conciertos vespertinos que Buxtehude daba en la Catedral de Lübeck

Siempre habrá renovadores de la interpretación de la música antigua europea. Así como los icónicos Jordi Savall, Philippe Herreweghe o John Eliot Gardiner fueron en su día jóvenes revolucionarios que rescataban la polifonía del siglo XVII, aplicando criterios historicistas en un momento en que nadie sabía de tal cosa, hoy es el francés Lionel Meunier el que está haciendo realidad su sueño de plasmar el sonido del barroco que tiene en su cabeza. Y de llevarlo a las grandes salas de conciertos.

Enamorado del barroco alemán –sueña con cantar en la Thomaskirche de Leipzig, el hogar de Bach–, Meunier tenía apenas 22 años cuando en el 2004 fundó Vox Luminis, el ensemble belga que con su sonido angelical, expresivo, compacto y transparente se ha metido a público y programadores en el bolsillo. Pertenecen a la nueva era discográfica, nacieron cuando el mercado se volvió complicado. Y aún así, hoy triunfan en Spotify, graban dos discos al año –en el 2018 recibieron el BBC Music Magazine por su álbum sobre la Reforma (Ricercar Records)– y ofrecen una media de 70 conciertos. La agenda del 2020, llena, y la del 2021 casi a punto.

“No quiero pensar en lo que nos hemos convertido porque si no lo perderemos “, ríe Meunier al teléfono desde Madrid, mientras paga la tortilla española que se acaba de tomar. “He logrado diez veces lo que quería. Yo a los doce años sólo pretendía ser maestro de flauta, no sabía ni que podía cantar”, asegura. Mañana domingo, 1 de diciembre, Vox Luminis presenta en L’Auditori de Barcelona (19 h) Buxtehude Abendmusiken (Alpha Classics), el álbum que les ha valido el Premio Gramophone 2019. Se trata de la música vespertina que Dietrich Buxtehude (Helsingborg, Suecia, 1637 - Ciudad Libre de Lübeck 1707) compuso para ser oída fuera de la liturgia, en la catedral de Lübeck de la que era el organista, y que acabó interpretándose en los domingos previos a la Navidad.

“Eran conciertos de una hora u hora y media, mezcla de cantatas, órgano solo y sonatas. Como en L’Auditori no hay un gran órgano, interpretaremos cantatas y sonatas, y descubriremos la nueva música que Buxtehude escribió para la ocasión. De hecho, su música no es tan conocida. No sé cuánta gente vendrá al concierto por Buxtehude, cuánta por Vox Luminis, o cuánta porque tiene abono, pero todos tendrán una experiencia similar: sólo tienen que dejarse llevar y tener una primera impresión”.

Dado que Buxtehude siempre ha sido su compositor favorito, Meunier dice no ser del todo objetivo cuando piensa que “si Bach no hubiera existido, Buxtehude habría sido ese Bach”. De hecho, el maestro de Leipzig se inspiró en el de Lübeck. “Su forma de escribir las cantatas es impresionante, lástima que se conservan muy pocas. E interpretarlas nos deja muy buen cuerpo. Es increíble cómo escogió los textos y les puso música. Yo particularmente he descubierto la partitura de Gott Hilf mir... y es algo único. El momento en que el bajo pide ayuda, o el maravilloso trío... Son 16 minutos de ensueño”.

Meunier no es sólo director del ensemble, también canta. El funcionamiento es muy democrático. “Al principio pensábamos que la democracia era que todo el mundo pudiera decir la suya, pero ¿quién tomaba la decisión final si había empate? Así que democráticamente me nombraron líder. Porque hay cosas a decidir como qué cantamos, y aún más: quién canta qué solo. Y creo que tengo ese instinto, ese sonido en mi cabeza. Es difícil de explicar pero que cuando llega alguien con ese color, o ese nuevo imput, sé que tengo que incluirle. Creo que el hecho de no ser del todo consciente de cómo se produce eso es parte del secreto. Somos un poco un milagro”, asegura.

Acaban de llegar de Moscú, donde fueron aplaudidos durante diez minutos. Y después de recalar en Madrid se preparan para el concierto barcelonés, con diez voces y seis instrumentos. El cuerpo del coro suele estar entre 12 o 16 cantantes, dependiendo del repertorio: si es renacentista, barroco temprano y o barroco tardío. “En Barcelona venimos con el primer equipo, y con tres extra incorporados a la orquesta”.

¿Qué es lo que les hace tan modernos? ¿El hecho de que el director forme parte del coro? ¿O que eviten un sonido pasado de moda?

“Nunca he pensado en términos de moda. Cuando decidimos cantar sin director no fue para hacerlo de modo distinto. De hecho, yo soy un obseso del manuscrito del compositor, y eso me convertiría en un old fashion. No, sólo se trata de mi manera de hacer música, imaginando al compositor y su pensamiento, y también poniendo mi gusto personal. Porque al fin y al cabo estamos en el siglo XXI, y tienes que poner el corazón y el alma en lo que haces. Y ahora sé que muchos grupos intentan hacer lo mismo que nosotros, y me encanta, me hace feliz que encuentren su manera. Yo soy muy testarudo y no descanso hasta encontrar ese sonido que tengo en la cabeza. Cuando fundé el conjunto pensaba en un proyecto de un año o dos, y lo hacía por mí, para mi satisfacción. Por el público también, claro, pero para volcar ese sonido que llevaba dentro”.

Sobre cómo se adaptaron a las nuevas circunstancias del mercado discográfico, el músico y director francés indica que “nunca conocimos la bonanza del mercado antiguo, así que sabíamos que sería más complicado para encontrar financiación privada, etc. Pero lo cierto es que ahora, 15 años después, tenemos que rechazar ofertas y proposiciones porque no damos abasto”. El mercado de la música antigua se divide, según Meunier, en tres categorías: uno underground de la gente aún no del todo profesional; otro en el que actúas en festivales y sólo de tanto en tanto a salas de conciertos, y finalmente el que existe cuando eres un icono de la música antigua.

Jordi Savall es la figura icónica de la música antigua, le admiro mucho. Y lo curioso es que Vox Luminis está llegando ahí, a las grandes salas de conciertos”

“Ese icono es Jordi Savall, el único al que la gente reconocería por la calle si lo viera. Yo he tenido la suerte de conversar un par de veces con él, para mí es un grande. Igual que Herreweghe, al que admiro muchísimo. Y lo curioso es que Vox Luminis está llegando allí, a las grandes salas de conciertos, aunque queremos mantenernos en los festivales y tocar en las iglesias, cercanos al público”, añade.

Su siguiente proyecto es Charpentier, aunque Meunier asegura que no ama el barroco francés con la misma pasión que quiere el alemán o el inglés. “Me gusta, pero no es el mismo amor, porque además ya hay mucha gente que lo hace muy bien. Soy uno de esos franceses que prefiere el barroco de otros países”. Algún día, afirma, dará un concierto en la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig, y cantará la Misa en si menor de Bach o una Pasión según San Juan en su lugar específico.

Nunca sabremos cómo sonaba Bach pues contaba con voces de jóvenes en un tiempo en que la pubertad llega más tarde”

¿Qué le obsesiona del sonido de Bach? “La afinación y la ligereza”, asegura Meunier. “Nunca sabremos cómo sonaba Bach porque él contaba con voces jóvenes, y la pubertad llegaba más tarde en aquel tiempo. Tenía chicos de 17 o 18 años con esa voz, que ahora se ha perdido. Nadie tiene la verdad, pero yo tengo la mía, y sólo necesito sentir que encaja”.

Meunier era un niño de 5 o 6 años cuando vio por la tele a Maurice André tocando la trompeta. Se quedó fascinado y les hizo saber a sus padres que eso era a lo que se quería dedicar. Recibiendo lecciones en su Clamecy natal se dio cuenta de que su felicidad pasaría por dar clases. “No pensaba que sería un concertista y no fue hasta los 18 que cambié de conservatorio y empecé a enmaroarme del canto”. Con su voz de bajo, Meunier acabó primero su diploma de flauta, instrumento que todavía utiliza para grabar discos de Vox Luminis.

“Pero cantar es algo más, una vibración que llena tu cuerpo y te hace sentir pleno. Además es el instrumento que más te toca, el más hermoso. No es que tenga una voz para ser un gran solista, pero no es fea y funciona muy bien en ensemble. Me advirtieron de que tenía un color bonito y aunque mi tesitura era natural la he tenido que trabajar”, añade. De ahí que de más joven cantara en todos los grandes enesembles europeos, como el Collegium Vocale Gent que dirige Herreweghe, o el Amsterdam Baroque Choir que dirige Ton Koopman. 

Maricel Chavarría
La Vanguardia

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