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Las tres grandes salas barcelonesas de la clásica debaten sobre la cultura Covid

28/6/2020 |

 

El Liceu, el Palau de la Música y L’Auditori dialogan sobre los nuevos retos

Las tres grandes instituciones de la música clásica en Barcelona, el Gran Teatre del Liceu, el Palau de la Música y L’Auditori, se enfrentan a nuevos retos y oportunidades derivados de la pandemia. Lograr que un público de media de edad alta regrese a las salas, sacar partido de la fiebre digital o situar Barcelona en el radar del turismo cultural son algunas metas que plantea la nueva situación.

La Vanguardia pone a debatir a sus respectivos directores, Joan Oller (Palau), Valentí Oviedo (Liceu) y Robert Brufau (L’Auditori). Se conocen, guardan pasados en común (Oller dirigió L’Auditori estando Brufau a sus órdenes y Oviedo estuvo como gerente), y además colaboran estrechamente en esta crisis. “Compartimos más elementos de colaboración que de competición”, aseguran. El Barcelona Obertura Spring Festival es un ejemplo de ello.

¿Qué proyecto ha surgido en sus salas a resultas del coronavirus?

Valentí Oviedo: Vamos a crear la Liceu.TV, igual que en Munich tienen la Staatsoper.TV, porque de haber tenido la parte digital mejor planteada, durante la pandemia nos habríamos podido dirigir a los abonados con la fluidez de la vida normal. Pero de ahí surge la oportunidad de ampliar nuestra parte digital, que en ningún caso es sustitutiva de los directos sino complementaria. Puede aportar valores añadidos y diferenciadores.

Joan Ollé: Nosotros de repente hemos pasado de un Palau que la gente se pelea por alquilar a un Palau solo para nosotros. Eso nos ha llevado a programar este verano 22 conciertos con artistas de kilómetro cero en la sala grande y traer a los que cuesta en condiciones normales tener.

Robert Brufau: En L’Auditori teníamos planteado el proyecto digital para el 2021 y lo hemos adelantado. Y como las actuaciones de la OBC en festivales este verano han caído (Radio France, Torroella, Peralada) hemos dibujado una programación con TV3 a la vez que hemos repensado el otoño. Y hemos aprovechado la imagen del nuevo del libro de L’Auditori, en el sentido de que después de la tormenta no llega la calma, es un guiño para seguir alerta ante la situación.

¿Qué lecciones extraen?

JO: Que planificar está muy bien pero hay que ser rápidos improvisando y tomando decisiones. Hay que tener capacidad de maniobra, pues el futuro irá cambiando.

VO: Totalmente de acuerdo. Hay que poder posponer los proyectos y saber motivar a la gente. Hay que tener propósitos y ser rápido. La temporada del Liceu que hemos presentado no sería esa si en los últimos 15 días no hubiéramos sido raudos.

RB : Hemos visto el efecto dramático que ha tenido la crisis para la parte artística, y eso tendrá efectos contractuales. Y habrá que ver la cintura que tenemos para que los contratos contemplen eventualidades como las que se están dando. Eso es algo que se está debatiendo en las salas europeas, cómo dar más seguridad al sector.

JO: Sí, es la corresponsabilidad, que los gastos vayan a medias en caso de no poder realizar el contrato, pues con la causa de fuerza mayor ahora la sala no ha tenido que pagar caché ni gastos. Los free lance buenísimos, gente como el director de orquesta Dani Espasa, por poner un ejemplo paradigmático, son los más damnificados. Pero también están las grandes orquestas, que no está claro que puedan venir: al gerente de la de San Petersburgo le hemos ofrecido ahora arriesgarnos conjuntamente con el depósito del hotel.

VO : El sector ha de ganar en robustez para no dejar colgada a la materia prima. E igual que les hemos pedido a los artistas un cierto sacrificio para que se reduzcan el caché, el Liceu se compromete a pagar la primera función en un caso de fuerza mayor. Y no sólo eso, en el Liceu seremos más humanos y sensibles a la sociedad, dialogaremos más con el entorno. No fijándonos sólo en que viene Netrebko. Tenemos que ser instituciones transformadoras. Y de eso quieren participar los artistas de la casa, que nos piden hacer proyectos educativos, tocar en residencias… y nos devuelve a la utilidad tal como se entiende en el siglo XXI. Es un motor imparable...

Ahora que los presupuestos de Cultura se iban a revisar al alza, ¿temen que se vuelvan a sacrificar en favor de la sanidad?

VO: No me resigno a que esto suceda, porque se ha visto que la cultura es imprescindible para el ser humano.

JO: Yo sí tengo ese temor. Ya ha salido una normativa de la UE para que los fondos Feder se puedan reconducir hacia inversiones sanitarias. Un dinero con el que ya contábamos en el Palau y que hará la situación más delicada.

VO: Pero es de las pocas oportunidades que tienen nuestra sociedad de mejorar tanto económica como socialmente: a través de la cultura y en términos de creatividad e innovación. La necesitan los seres humanos y la necesita la economía.

JO: Un caso práctico es el propio confinamiento: sin series, películas, ballets, óperas… sin toda esa cultura en casa nos habríamos tirado por el balcón. Sólo hay que ver el entusiasmo indescriptible que se ha vivido al reabrir ahora las salas en Alemania, Polonia… o el Musikverein de Viena con Barenboim dirigiendo para tan solo cien personas. Eso mismo sucederá con el recital de piano de Guinovart el día 1 en el Palau.

RB: No hay ningún otro sector en el que se invierta tan poco y dé tanto rendimiento y además esté tan presente en la vida de las personas. Denunciemos la falsa dicotomía de tener que escoger entre hospitales y cultura. ¿Por qué no comparamos hospitales y carreteras? Y a la vez, no hay sector más resiliente que el cultural. Es aquello de ‘si no quieres pasar frío, una ducha de agua fría cada día’.

VO: En todo el cambio que está operando en la sociedad a raíz de la pandemia es inevitable que se incorpore el hecho cultural como una pieza más de este cambio social.

RB: Otro ejemplo es Casa Seat, que acaba de inaugurar: la cultura es central en ese proyecto, y tiene lugar en el centro de Barcelona.

¿Alguna estrategia comunicativa para que hacer comprender que la cultura es un servicio esencial?

RB: Hablar más en términos de rendimiento de la inversión y menos en términos de utilidad.

JO: Y ver que no somos un mero entretenimiento, que la gente vertebra la vida alrededor de la música. Que le hace crecer, la hace persona.

RB: ¿Qué le pasaría a una criatura si no le cantaran? Los beneficios son inherentes.

VO: Una de las definiciones de música es el orden de los sonidos. Pues bien, estamos pasando del ruido a la música, del desorden al orden, eso es la esencia de la cultura. Y es algo que reduce la brecha social.

JO: Ignorar que la música es consustancial a la humanidad es un error gravísimo. En el Palau lo primero que está pensado al reabrir en normalidad es el proyecto social.

RB: Tanto hablar de la cultura del mañana, lo que hay que hacer es invertir en los que han de generarla.

¿Se sienten respaldados por las administraciones?

VO: Estoy convencido de que hacen lo que pueden. Al final depende de una conciencia social de la importancia de la cultura en el siglo XXI.

JO: También nosotros tenemos que rescatarnos y pedir lo menos posible a las administraciones. Sé que están allí y que han de poderme responder si finalmente la situación es desastrosa.

RB: Son realidades distintas, L’Auditori es un equipamiento totalmente público, pero claro que son responsabilidades compartidas: nuestro trabajo es hacer pedagogía para explicarles por qué existe una necesidad de financiamiento.

¿Temen que la crisis lleve a plantear la fusión de orquestas? ¿O que no se entienda que L’Auditori cree un nuevo coro?

RB: Sería muy mala noticia fusionar, todo lo que sea reducir es nefasto. No lo contemplo en ningún caso.

VO: No solucionaría el problema económico. Tener dos orquestas en una ciudad como Barcelona no es ir sobrado. Calidad y excelencia son esos valores que nos salvan en Europa y nos diferencian del resto.

RB: El nuevo coro de L’Auditori es algo que hemos trabajado conjuntamente con el Palau. El sector está en un momento de madurez, como sucede con el jazz, porque se ha hecho buen trabajo desde las instituciones amateurs, que son múltiples, y también en las escuelas. Hay que saber dar respuesta a esta realidad.

JO: Robert tiene una necesidad de tener un coro profesional para acompañar algunas producciones de la OBC, nosotros en el Palau tenemos un Cor de Cambra que creo que está infradotado, y Valentí necesita refuerzos en el Liceu. Así que quizás un día todas estas iniciativas puedan confluir en un Cor Nacional profesional que aprenda de modelos innovadores.

RB: El de L’Auditori será una bolsa de gente contratada por producciones, no son es un cuerpo estable como ocurre en el Liceu y el Palau. Pero hay que hacerlo en colaboración.Y también está la Capella Reial de Catalunya de Jordi Savall, que algún día habrá que hablar del legado del maestro, es un instrumento de país.

JO: Tendría sentido un Cor Nacional igual que lo tiene un Ballet Nacional.

RB : O una Big Band estable. En el jazz tenemos músicos brutales.

Hay cuatro escuelas superiores de música en Barcelona...

JO : Y dos de negocios de primer nivel. Barcelona también podría ser un hub en formación musical, que ese fuera un elemento de ciudad y que tuviera sentido venir a estudiar música a Barcelona igual que lo tiene venir a estudiar management.

VO: Y hay escuelas de arte. La creatividad en Barcelona es brutal. A veces el problema es industrializar y exportar todos los creadores que surgen de aquí.

RB : En el caso de la música el problema es la fuga de talentos. El sector no puede dar respuesta a la cantidad de artistas. La ciudad debería dotarse mejor en la franja de post grado, que te abre al terreno profesional. En Madrid ya tienen la Escuela Reina Sofía, referencia absoluta en Europa; en Barcelona nos esmeramos en tenerlo pero con mucho sufrimiento financiero.

¿Confían en que el público regrese sin miedo a las salas?

JO: El riesgo cero no existe y uno ha de tener una vida plena. Yo soy optimista, y lo estoy viendo en Europa: la gente tiene ganas de volver.

RB: No se debería estigmatizar los espacios culturales. Es absurdo que estemos aquí sentado hablando y tomando un café y en cambio no tengamos que sentirnos seguros en los espacios culturales.

VO: Las tres casas hemos planteado unas temporadas sin miedo, la gente necesita ver que el mundo recupera la confianza. Yo creo que vendran, nuestros equipamientos son seguros: limpieza, equipos de aire, ozono...

El Teatro Real se atreve ya este julio con ópera semiescenficada, al 50% en interior...

VO: La seguridad se ha de planificar, no se puede vender a la torera. Ellos hacen La Traviata pero el Liceu estará en el Grec, Cruïlla, Peralada… y al aire libre.

RB: Si hay que felicitar al Real felicitémoslo, cada cual sabe con qué cuenta. Pero en el contexto global europeo estamos en los tempos que tocan. Primero estamos restableciendo la seguridad de los trabajadores, luego la del público.

JO: Pero es curioso cómo en los lander alemanes están tomando decisiones independientes: en Dormunt está abiertos con aforos grandes y Hamburgo sigue cerrado.

¿Qué puede hacer la clásica por Barcelona? ¿Y por su turismo?

VO: La cultura es la pata que tiene Barcelona para reposicionarse en el mundo. El Concierto del bioceno para las plantas que hemos celebrado esta mañana en el Liceu es un ejemplo de cómo puede ser relevante para explicar cómo palpita una sociedad, y también de cómo el Liceu puede llegar a tener trascendencia global si busca su identidad propia teniendo en cuenta los valores de la ciudad de Barcelona.

JO: La clásica contribuye a una imagen de capitalidad europea. Sólo con diseño contemporáneo y electrónica no haces que una ciudad pertenezca a la Vieja Europa y a su bagaje cultural. Y el Barcelona Obertura Spring Festival se está posicionando bien. En otras ciudades europeas se pregunta por qué no hacen allí lo mismo. La hace muy atractiva al melómano.

RB: Una ciudad ha de contar musicalmente con la tradición, el patrimonio, pero también ha de ser sofisticada si quiere proyectarse como capital europea. Y esto llega con la clásica, entendida ampliamente. A mí me sorprende que Barcelona tenga centros de creación contemporánea en artes plásticas o artes escénicas pero cuando se habla de la música se mencione solo de la popular. No se ha entendido que ha de haber un centro de creación de música contemporánea, que eso tiene un valor y no hay que temerlo. Que ha de ser el motor, la transformación. La música clásica es el futuro, pues la popular no avanza sin ella. Y en Barcelona estamos presentes como capital de clásica desde hace años, no solo por el Palau y el Liceu sino por los músicos con proyección, Savall, los Casals, Casablancas, Parra...

VO: Pero nuestra oferta hay que repensarla para hacerla atractiva a la ciudadanía local que ya es crítica. No se trata de hacer en julio el Barbero de Sevilla , sino la Norma de Àlex Ollé con Sonya Yoncheva. Este es un cambio paradigmático: sé cualitativamente interesante, no vayas a lo fácil. Habrá gente de fuera que querrá venir a ver estar producción de la Royal Opera House, pero empecemos por los de aquí y eso irradiará fuera.

JO: Visto en la perspectiva de competitividad hay que tener en cuenta que una coproducción que se haga en Colonia la gente preferirá venir a Barcelona a verla. La ciudad nos ayuda.

¿El Barcelona Obertura Spring Festival es más necesario que nunca?

RB: Sí, es muy útil, tiene un gran potencial. Pero ahora estamos reflexionando a respecto. Estamos en un momento en que hay una gran sintonía entre las tres casas, con complementariedad entre proyectos.

JO: Y los elementos de colaboración son tan superiores a los de competición que está claro que podemos lograr cosas juntos trabajando así. 

Maricel Chavarría
La Vanguardia

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