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CRÍTICA

Contagio de emociones en la reapertura del Liceu

29/9/2020 |

 

Programa: Sondra Radvanosky i Piotr Beczala

Lloc i dia:Gran Teatre del Liceu

https://www.lavanguardia.com/musica/20200925/483651143821/liceu-recital-radvanovsky-beczala-protocolo.html

El público liceísta vive una catarsis con la complicidad de Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala
Contagio de emociones en la reapertura del Liceu

Lágrimas de emoción de la soprano, aplausos infinitos del público, bravos al final de cada aria, bises casi tan largos como el recital... lo de ayer en el Liceu fue una catarsis en toda regla, una purificación de las almas tocadas por la ópera. El buque insignia de la cultura catalana reabría finalmente. Con prudencia y sin aspirar a ir más allá del 50% de la sala, pero tampoco a menos.

¡Qué nervios! ¡Qué excitación! El Liceu se fue llenando de gente que vivía con sincera emoción la reapertura del teatro, loca por oír cantar a dos de los divos más apreciados en esta plaza, que además son de los pocos que han bisado aquí un aria: Sondra Radvanovsky lo hizo en Andrea Chénier con “La mama morta” y Piotr Beczala en el “Pourquoi me réveiller” de Werther.

Ni autoridades ni poderes fácticos, las 1.144 entradas a la venta fueron para el público devoto de la ópera

Sin atisbo de autoridades y poderes fácticos que ya tuvieron su espacio en el concierto de Montserrat, el primer día de Liceu desde aquel fatídico 14 de marzo en que se declaró el estado de alarma –y quedó abandonada la escenografía del Lohengrin de Katharina Wagner– fue ayer básicamente para amantes del género. Si sólo podían ponerse a la venta 1.144 localidades, que al menos fueran para los devotos.

“No he podido pensar en nada más en todo el día”, confesaba una de esas bellas damas liceístas que dan sentido al terciopelo y hacen relucir la platea (y no es broma). “¡Qué nervios!”, exclamaba otro espectador a tres minutos de comenzar.

Si alguien se encuentra con la butaca de al lado ocupada por un extraño ha de dirigirse al personal de sala que le proporcionan otra localidad

El acceso ordenado del público había sido un éxito: hubo incidencias en la reubicación de butacas que fueron subsanadas, porque a diferencia de lo que sucede en el AVE, en este Liceu no es de recibo encontrarse la butaca de al lado ocupada por un extraño: hay que dirigirse al personal de sala que proporciona ipso facto otra localidad.

Además, como los servicios admiten pocos usuarios, el teatro va a ser más flexible con la entrada y salida de personas durante el espectáculo, siempre que estén cerca de las puertas de acceso. El resto de las novedades (aparatos de ventilación, medidores de temperatura) son invisibles. Excepto la barandilla que se ha instalado en la majestuosa escalinata del vestíbulo: no acaba de gustar a los arquitectos de la casa pero es útil para distribuir el tráfico. Además, el acabado en oro viejo la integra en el paisaje...

Pero más allá de la logística, la noticia ayer fue el calor con el que se recibió a la pareja de divos junto al pianista Camillo Radicke, dispuestos a ofrecer una decena de arias y dúos de ópera más cinco bises. La propia Radvanovsky tuvo que hacer una señal para tranquilizar al respetable y poder pronunciar unas palabras de bienvenida, aunque se le hizo un nudo en la garganta y cedió el turno a Beczala, quien sin más dilación arrancó con Verdi, con “Quando le sere al placido” de Luisa Miller.

La pareja de divos fue recibida con el calor del público, que les aplaudió y ovacionó al final de cada aria y dúo

“Todo era perfidia y engaño...”, cantaba el tenor polaco provocando la segunda y generosa tanda de aplausos. La soprano canadiense abrió su turno con “Pace, pace mio Dio” de La forza del destino, que fue igualmente aclamada. La diva se inclinaba a saludar una vez y otra, se calzaba de nuevo la mascarilla y era sustituida por el tenor. Pero cuando brindó “La mama morta” el teatro, aún a mitad de aforo, se vino abajo.

Cantar no era para ellos lo más difícil. Mantener las distancias y no sucumbir al instinto interpretativo fue una tarea ardua... En “Vicino a te s’acqueta” también del Chénier de Giordano entonaron “¡Viva la muerte! ¡Juntos!” sin poder abrazarse. Él la rodeó por la cintura mientras ella simulaba apoyar la cabeza sobre su hombro, lanzándole un fugaz beso cerca de los labios.

Mantener las distancias y no sucumbir al instinto interpretativo fue una tarea ardua, especialmente en “Vicino a te s’acqueta”, de ‘Andrea Chénier’

Beczala cantó Cavalleria rusticana de Mascagni y un “E lucevan le stelle” de Tosca de Puccini en slow motion que puso la piel de gallina. En “Vissi d’arte” del mismo título Sondra arrancó ya un pataleo. Y tras el último dúo con Un ballo in maschera les costó no cogerse las manos para saludar...

En estado de gracia, la diva lanzó como bises una Rusalka de Dvorák de ensueño y el aria de Adriana Lecouvre de Cilea con la que levantó pasiones, al tiempo que él se marcaba ese Pourquoi me réveiller tan esperado, para finalizar ambos con el Vals de La viuda alegre de Franz Léhar. A la hora de bailarlo, mascarilla e intentar no tocarse, lo que causó más sonrisas que lágrimas en el agradecido público. 


Maricel Chavarría
La Vanguardia

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