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CRÍTICA

Enésima lección de Maria João Pires

18/2/2022 |

 

Programa: Orquestra Gulbenkian de Lisboa, amb Maria João Pires

Lloc i dia: Palau de la Música Catalana

https://scherzo.es/barcelona-enesima-leccion-de-maria-joao-pires/

Barcelona. Palau de la Música. 15-II-2022. Maria João Pires, piano. Orquesta Gulbenkian. Director: Ricardo Castro. Obras de Amaral, Chopin y Debussy.

El Palau vivió una noche de marcado acento portugués. La admirada Maria João Pires y la orquesta de la imponente fundación cultural Gulbenkian visitaron la sala modernista en un concierto inscrito en la gira que los ha llevado a París, Gerona (en este caso sin la participación de la pianista) y Barcelona. Concierto que en un primer momento debió ser dirigido por Tatsuya Shimon, pero que, por problemas de desplazamiento ocasionados por la covid, fue substituido por Ricardo Castro.

Pires, ante un Palau con un gran lleno, nos magnetizó musicalmente con el Concierto para piano nº 2 de Chopin, obra que ha interpretado en decenas de ocasiones. La pianista portuguesa desgranó lo mejor de su talento a lo largo del movimiento central, con un fraseo depurado, destilando una elegancia y una sabiduría interpretativa en que el mesurado uso del rubato y los pianissimi delicadísimos a manera de un nocturno nos hicieron recordar aquella bellísima versión discográfica que nos legó bajo la batuta de Previn. No estuvo tan enérgica y brillante en la sonoridad como en otras ocasiones; buscó un volumen más camerístico, desplegando en el Allegro vivace con una naturalidad intimista en que la rítmica en la acentuación de los aires de mazurca crearon una atmósfera de refinado sabor popular. Fue una Pires elegante como siempre, más reflexiva que pasional y que elevó las oníricas melodías del segundo movimiento a esas cotas de talento que siempre regala su magia interpretativa.

Pires siempre ha mantenido una estrecha relación artística con Ricardo Castro, buen amigo suyo, buen director y, si cabe, un mejor pianista (afamado desde que obtuvo el primer premio en el Concurso de Leeds de 1993). Ya estuvieron juntos en el Palau, en noviembre de 2003, en un recital de piano a cuatro manos. Si en aquella ocasión el protagonismo lo ocupó la música de Schubert, ahora, tras la interpretación del concierto chopiniano, tocaron a cuatro manos una transcripción de La mañana y de la Danza de Anitra del Peer Gynt de Grieg, logrando uno de los instantes más destacados de la noche del martes.

La orquesta abrió el programa con Deux portraits imaginaires de Pedro Amaral, compositor lisboeta nacido en 1972. Se trata de una obra encargada en 2013 por la Casa da Musica de Oporto, que toma como base de inspiración argumental distintos poemas y fragmentos literarios que Fernando Pessoa escribió sobre el mito de Fausto. Diversos solistas orquestales (oboe, piano, trombón…) se sumergen mediante un lenguaje atonal, con texturas melódicas incisivas, en unos pasajes en que aparecen desde los sugerentes y orientalizantes intervalos de segunda aumentada hasta efectistas glissandi, para captar una atmósfera abocada a una clara concepción dramática.

La orquesta integrada por unos sesenta músicos fijos, a los que se añaden distintos instrumentistas según necesidades, posee una calidad notable, con unas flautas y oboes de un bellísimo y cálido sonido, unos metales que cumplen con seguridad su cometido y unas cuerdas que muestran un buen empaque. Estos aspectos pudieron comprobarse en la interpretación de los tres esbozos sinfónicos que integran La Mer. Una versión colorista, bella en los efectos y que alcanzó la plenitud interpretativa con el tumultuoso Diálogo entre el viento y el mar que cierra la obra.

Castro dirigió con corrección una obra repleta de estímulos sugerentes. Acertó con el refinamiento expresivo que se evoca en el inicial Desde el alba hasta el mediodía en el mar (nuevamente impecables flautas y oboes de la orquesta), si bien al juego de dinámicas que debe desprenderse en el Juego de olas le faltó el empaque y el vaivén sugerente que destapara el tarro de todas las esencias orquestales de Debussy.

En definitiva, la Orquesta Gulbenkian rayó a buena altura y una leyenda como Pires impartió su enésima lección de elegancia pianística. 


Lluís Trullén
Scherzo

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