Víctor Pablo Pérez: “He cumplido el sueño de construir dos grandes orquestas”
15/2/2004 |
A punto de cumplir 50 años –el 15 de marzo– Víctor Pablo Pérez clausura hoy en el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife el XX Festival de Música de Canarias con un concierto extraordinario, que el domingo se repetirá en el Auditorio “Alfredo Kraus” de Las Palmas. Será un “punto culminante” en el que, al frente de las dos orquestas de las que es titular, las sinfónicas de Tenerife y Galicia, interpretará la monumental Octava sinfonía, De los mil, de Gustav Mahler. En esta entrevista, el maestro burgalés repasa su carrera y habla sobre sus ilusiones e inquietudes, sin eludir comentar la reciente crisis vivida en la Orquesta Sinfónica de Tenerife –al frente de la que lleva más de tres lustros–, algunos de cuyos profesores han llegado incluso a cuestionar su continuidad.
No serán “mil” pero casi. El Festival de Canarias se clausura con la monumental Octava sinfonía de Mahler, llamada De los mil, que dirigirá a sus dos orquestas reunidas, las sinfónicas de Galicia y de Tenerife. Imagino que tal gentío de músicos generará innumerables problemas de muy diversa índole...
–¡Desde luego! Es un montaje extraordinario. Sólo el hecho de ubicarlos a todos en el escenario, que ha de ser ampliado expresamente para albergar a tan enorme cantidad de personas, es ya un tema espinoso. Piense que, además de las dos orquestas, participan dos coros completos –el Filarmónico de Praga y el Filarmónico Eslovaco–, un coro infantil y ocho solistas. Son acontecimientos que únicamente puedes imaginar con el apoyo de un Festival como el de Canarias, cuyo director, Rafael Nebot, siempre nos ha propuesto proyectos de enorme responsabilidad y enjundia. Sin duda, su ayuda, su apoyo imaginativo y su decidida confianza, han supuesto algo trascendental no sólo para la orquesta, sino para la vida cultural de las Islas Canarias, que Nebot, con su trabajo y saber hacer, ha sabido poner a la altura de los mejores foros internacionales.
–Durante la interpretación de la Octava de Mahler no estarán ambas orquestas al completo...
–Pues prácticamente los instrumentistas de viento y percusión estarán todos. No así la cuerda, porque, por mucho que ampliáramos el escenario, realmente nunca llegarían a caber.
–¿Cómo ha decidido qué músicos tocan y cuáles no?
–Hemos tenido en cuenta que las partes solistas las ocupen los solistas de la Sinfónica de Tenerife, que, de alguna manera, es la orquesta anfitriona. Con la idea de que luego, en 2005, cuando se repita el concierto en Coruña, sean los solistas de la Sinfónica de Galicia los que desempeñen esos puestos. Por lo demás, se han mezclado sin más los atriles de una y otra orquesta.
–¿Es muy diferente tener ante el podio esa inmensidad humana y sonora que dirigir un reducido grupo de músicos en una sinfonía clásica?
–Se precisa una capacidad analítica más importante para resumir problemas y, a veces, tomar decisiones más drásticas de lo habitual. Pero, en el fondo, no hay tanta diferencia. Por otra parte, ya tenemos cierta experiencia en estos berenjenales dado que en 1997, con motivo del quinto aniversario de la Sinfónica de Galicia, hicimos la Segunda de Mahler con las dos orquestas.
–Al aumentar el dispositivo instrumental ¿no se corre el riesgo de perder el equilibrio con las voces solistas?
–Este es uno de los problemas que hay que considerar. Pero conviene tener en cuenta que las plantillas de Tenerife y Galicia no son realmente sinfónicas, sino algo más reducidas. Al juntarlas, no resulta la suma real de dos orquestas. Por otra parte, la sinfonía está perfectamente escrita para que se pueda escuchar todo. Que en lugar de nueve o diez contrabajos haya doce no debe de crear un problema especial. Mahler fue muy cuidadoso con las dinámicas.
–¿Es mejor Galicia o Tenerife?
–Eso no se puede ni se debe contestar. Son orquestas distintas. Es el público el que debe decirlo. Pero, en cualquier caso, las orquestas no son ni mejores ni peores per se. Hay programas, obras, que resultan más cercanos, más idóneos para una orquesta que para otra. Además, los niveles de calidad dentro de cada orquesta pueden fluctuar bastante según muchas circunstancias.
–¿Qué virtud destaca en cada una de ellas?
–Es comprometido. En ambas estamos viviendo aún momentos de expansión, ampliando repertorio y consolidando un sonido propio.
Crisis en Tenerife
–La Sinfónica de Tenerife acaba de atravesar una grave crisis en la que algunos profesores incluso han cuestionado su continuidad en la orquesta. El gerente Enrique Rojas se ha marchado –o le han obligado a marcharse–. Se vive un momento de evidente turbulencia que coincide con la inauguración de la nueva sede, el Auditorio de Tenerife... ¿Cómo ha encajado todas estas tensiones? ¿Se ha roto definitivamente el famoso tándem Víctor Pablo Pérez / Enrique Rojas?
–Tengo y siento un respeto inmenso por los increíbles y maravillosos 16 años de trabajo con Enrique Rojas. Él ahora se ha marchado a la Sinfónica de Castilla y León. Pueden estar satisfechos allí, porque, por una parte, tienen un gestor con enorme experiencia, y por otra, porque están construyendo un auditorio que se convertirá en referente de la vida musical. Es la decisión que Enrique ha tomado y lo único que puedo decir es que le deseo lo mejor. En cuanto a la crisis de Tenerife, es normal que, cuando se cambia de casa –como ha ocurrido con la orquesta, que se ha instalado en el nuevo Auditorio–, cuando se rompen rutinas y costumbres, surjan tensiones. Más aún si todo eso coincide con negociaciones laborales que hay que cerrar y firmar. Es algo que pasa en todas las orquestas.
–En cualquier caso, los directores, sin excepción, acaban quemándose ante sus orquestas y músicos.
–Sí, en todas partes hay un tiempo límite para que el director cambie de aires. En Tenerife llevo ya muchos años –casi dieciséis– y lo que he intentado es culminar el proyecto de situar a la orquesta no sólo en parámetros artísticos reconocidos a nivel internacional, sino también en un auditorio magnífico. Era un reto muy importante por el que he apostado y luchado mucho, día a día.
–Cuando ya se ha conseguido casi todo, ¿no resulta doloroso plantearse que ha pasado demasiado tiempo al frente de la orquesta y que conviene marcharse?
–Es el reto de la culminación. Yo creo que la orquesta va a quedar perfectamente situada. Pero pienso que ahora no es el momento de hablar de todo esto. Es tiempo de culminar el proyecto. Como cuando un día culminamos la grabación integral de las sinfonías de Gerhard, o el ciclo completo de las sinfonías de Bruckner, que creo que nunca antes lo había hecho ninguna orquesta española. Han existido en todo este tiempo maravillosos puntos culminantes. Conviene hablar hoy de la culminación de un proyecto, pero no del final de una etapa.
–Hablemos entonces del Auditorio de Tenerife. ¿Le gusta?
–¡Mucho! Tiene una excelente acústica, muy transparente, que puede competir con la de las grandes salas europeas. Representa algo fundamental para la orquesta, para la ciudad y para las islas. También como imagen de una España inductora de cultura de vanguardia. Muy pocas veces se ha dado en la historia de nuestro país un momento en el que se hable tanto de él como generador de música. La infraestructura que se ha creado, con los nuevos auditorios y orquestas, es realmente impresionante. Creo que el Auditorio de Tenerife es el emblema de todo este formidable proyecto global que se inició hace unos veinte años por iniciativa de José Manuel Garrido Guzmán.
–Su carrera ha estado siempre muy centrada en las dos orquestas que titulariza. ¿No cree que esta dedicación haya mermado la proyección de su carrera?
–Uno se marca sus propias metas. Y mi carrera, mi sueño, ha sido trabajar en mi país y construir dos grandes orquestas, que están a la altura de las buenas orquestas europeas. Quizá a otra gente le gustaría más que fuera director de la orquesta de Stuttgart, o de Frankfurt... Yo, sinceramente, considero más interesante y satisfactorio construir y dirigir lo que, con ayuda de muchas personas e instituciones, hemos hecho en Coruña y Tenerife.
–¿Qué ha cambiado en el Teatro Real para que, tras cancelar hace años su anunciado compromiso de dirigir Manon, ahora se haya decidido a abrir la temporada 2005-2006 con una obra como Don Giovanni?
– No es que haya cambiado nada. Sencillamente es que con el nuevo equipo del teatro tengo una sintonía estupenda, tanto con Emilio Sagi como con Jesús López Cobos. Con gran generosidad, me han ofrecido inaugurar la temporada 2005-2006, con un Don Giovanni dirigido escénicamente por Lluís Pasqual, y con cantantes estupendos. Así que lo hago entregado por completo, con muchísima ilusión y gran cariño. Es el momento adecuado para hacer un buen trabajo en el Teatro Real.
Justo Romero
El Cultural