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La ópera insiste otra vez: Ellas siguen estando demasiado gordas

7/11/2018 |

 

A Lisette Oropesa, soprano nacida en Cuba, esbelta y pizpireta, le recomendaron nada menos que en el Metropolitan que debía bajar de peso si quería interpretar determinados papeles

La imagen importa. Y mucho, sobre todo, en determinados campos y en estos tiempos de un #MeToo que no escampa. Pregúntenle a Lisette Oropesa, soprano nacida en Cuba, esbelta y pizpireta, a veces con aspecto frágil, a la que le recomendaron nada menos que en el Metropolitan que debía bajar de peso si quería interpretar determinados papeles. No es nuevo el asunto, pero nos cuesta creer que aún hoy se siganmirando más las curvas que lo que sale de las gargantas de los cantantes.

Y decimos «interpretar» y no solo cantar, porque hoy la soprano, la mezzo, el tenor y el barítono están casi obligados a saltar, dejarse caer y poner la voz en lo más alto tirados en el suelo o colgando de una cuerda. Son otros tiempos. La báscula de la artista señalaba 95 kilos cuando las puertas se le empezaron a cerrar y su despegue comenzaba. Su nombre suena y mucho. Es de las artistas que encadena coliseos de primera división uno tras otro. Aquí la vimos en el Teatro Real en julio, en «Lucia di Lammermoor», junto a Javier Camarena e Ismael Jordi, menudo trío.

Y ahora canta en la Ópera de París «El elixir de amor». Harta de tanto insulto, confiesa, de que la llamaran gorda a la cara, ha optado por hablar y contar que para poder seguir trabajando decidió ponerse en 56 kilos. Cinco años le ha llevado perder los 39 de diferencia. «Los directores de escena son verdaderos dictadores con el físico de nosotras. En los cantantes sigue primando la voz, que es como debería de ser, no les juzgan por el aspecto», declara. Lo consiguió con mucha disciplina física. Ha corrido ya cinco maratones y entrena tres o cuatro veces por semana esté donde esté. Va a la carrera.

Ahora, que es menos visible en el sentido de que ha bajado de peso, ha ganado visibilidad laboral, que tiene su gracia, aunque maldita le habrá hecho a ella. Su caso se une al de grandes como la Callas, obligada a perder hasta casi la salud para lucir en escena. Eso sí, seguro que los máximos responsables de los teatros «top» no se han atrevido a decirle ni una palabra sobre su aspecto a Anna Netrebko (se quedó con 15 kilos de más tras dar a luz ), ya que es ahora cuando su carrera está en plenitud. «Estoy harta de escuchar eso de ''me alegro de que no estés gorda''», dice. Pues sí, aunque parezca mentira hay quienes aun lo dicen. Y se lo dicen a ellas.

Gema Pajares
La Razón

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