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Ennio Morricone: «Llevo toda la vida contestando a preguntas estúpidas e irritantes»

17/4/2019 |

 

Tras más de sesenta años de carrera, el considerado uno de los compositores más importantes de la historia del cine, Ennio Morricone, charla con ABC Cultural con motivo de la exhaustiva gira de despedida que le traerá en breve a España

«Mucha gente pregunta cómo deben llamar al artista: le llamarán maestro». «Evite las preguntas cortas acerca de cuál es su director favorito, no le gustan las entrevistas superficiales». «El maestro Morricone es compositor. Los compositores no usan el piano para componer, escriben su música directamente en las partituras sin usar instrumentos. El maestro tiene un piano en su salón, pero está ahí sólo para mostrarle sus ideas a los directores de cine. No le gusta que le fotografíen sentado en él ni que le pidan que lo toque».

Estas son solo tres de las indicaciones que Ennio Morricone (Roma, 1928) envía a ABC Cultural días antes de la llamada telefónica a su casa en la capital italiana. En total, dos folios llenos con todo tipo de advertencias para no molestar a la que es, posiblemente, una de las personalidades musicales más influyentes del siglo XX. «Odia las entrevistas y se esfuerza en demostrarlo. No escatima bostezos al contestar. Al terminar, uno solo puede preguntarse qué ocultas razones le llevarán a concederla si tanto le desagrada», escribía ABC en 1988, tras otra charla con el célebre compositor, cuando se estrenó la inolvidable banda sonora de Cinema Paradiso. Se lo preguntamos ahora, a raíz de la exhaustiva gira de despedida que le traerá a Barakaldo (4 de mayo) y Madrid (7 y 8).

 

¿Por qué ha odiado siempre las entrevistas, maestro?

Eso no es cierto del todo. Es verdad que, a lo largo de estos sesenta años, he tenido que responder a muchas, muchísimas preguntas estúpidas e irritantes. Acabé harto de escucharlas una y otra vez y de repetir siempre las mismas historias. Me aburrí yo y creo que los lectores. A veces hay entrevistas interesantes, que me gusta contestar, pero eso no pasa casi nunca, acabé harto.

Son las licencias de un genio capaz de las reacciones más airadas, pero también de las más apasionadas y generosas cuando el tema entra en su campo de interés. El compositor y escritor Alessandro de Rosa, autor de «Ennio Morricone. En busca de aquel sonido» (Malpaso, 2017), aún recuerda el día que, de adolescente, se acercó a una conferencia del maestro en Milán con una carta y un cedé con varios temas escritos en su ordenador. Llegó al final de su intervención, cuando dijo: «Mucha gente me manda cedés a casa, que escucho unos segundos y luego tiro a la papelera».

Morricone, en medio de una actuación de su gira de despedida
Morricone, en medio de una actuación de su gira de despedida- Muthmedia GMBH
A pesar de ello, se puso en la larga fila de seguidores en busca de autógrafo y le instó a coger el suyo. Se negó, pero al final aceptó a regañadientes. Al día siguiente, el joven se encontró en el contestador de su casa con un mensaje del famoso autor de la música de « El bueno, el feo y el malo» y las seis nominaciones a los Oscar, donde «reconocía sus grandes dotes y percibía que era autodidacta». Debía apuntarse al conservatorio y buscar un profesor ya, le decía, e incluso le recomendaba algunos de su confianza: «No hay otra: es bueno, pero si no estudia composición, siempre imitará a alguien».

Morricone le pedía la misma originalidad por la que él peleó desde el principio, cuando el director Luciano Salce le pidió en los estudios de la RAI, en 1961, que compusiera la música para El federal. Tenía 33 años. Había estudiado en el conservatorio de Santa Cecilia, actuado en clubes nocturnos de Roma y realizado arreglos para la radio, la televisión y para discos de pop -el clásico « Sapore Di Sale», por ejemplo-, en los que ya proponía soluciones vanguardistas que a menudo eran rechazadas. Todo ello a escondidas de su maestro, el gran Goffredo Petrassi, para llevar dinero a casa.

De Buñuel a Tarantino
Cuando aceptó el encargo de Salce -aunque solo le interesaba la música de cámara y sinfónica-, ni se imaginaba que acabaría escribiendo alrededor de 500 bandas sonoras y más de cien obras de música clásica. Estas últimas mucho más desconocidas, que no le han reportado dinero ni fama, pero sí satisfacción. Tampoco imaginó que vendería más de 70 millones de discos ni que los directores más importantes de la historia del cine se pelearían por él. Desde John Huston a Buñuel, pasando por John Carpenter, Brian De Palma, Oliver Stone, Warren Beatty, Bertolucci, Pasolini, Milos Forman, Roman Polanski y hasta Almodóvar, sin olvidar, cómo no, a Sergio Leone, el hombre junto al que cambió para siempre el género western.

Fue la música que hizo para la primera película de la Trilogía del Dólar de este último en 1967, Por un puñado de dólares, la que le aupó a la fama mundial y le convirtió en el compositor de cine más venerado y solicitado, hasta que le llegó por fin el Oscar en 2016 con « Los odiosos ocho», de Quentin Tarantino. Una década después de haber recibido el honorífico a toda su carrera.

Teniendo en cuenta su importancia en la historia del cine, ¿cree que su música ha sido lo suficientemente premiada?

Aprecio los galardones, pero si te soy sincero, mi mayor satisfacción siempre fue que los directores estuvieran felices con mi trabajo. Ese fue mi objetivo y principal premio.

Empezó innovando desde sus primeros filmes, cuando aún no era un compositor famoso. ¿Cómo convenció a los primeros directores para que le dieran total libertad?

Cuando compuse la música para mi primer filme con Leone y los directores anteriores, yo tenía claro que quería incluir algo completamente diferente a las típicas bandas sonoras de la época. Creo que fue ese interés mío lo que les convenció. Había empezado mi carrera haciendo arreglos para la radio y la televisión, donde la gente que me contrataba nunca me pedía nada personal. Solo arreglos de orquestación normales que no me gustaban nada, trabajos anónimos que ni me quería firmar. Después empecé a trabajar con canciones de pop y decidí hacer arreglos que funcionaran con la voz del cantante, pero que también sonando por separado, no solo dentro de la canción. Eso fue lo que intenté hacer después con el cine: música que acompaña a las escenas de las películas, pero añadiendo algo nuevo y original que podría funcionar por sí solo.

En sus últimos conciertos parece estar usted en forma. ¿Cuál es el síntoma que le ha llevado a retirarse?

La respuesta es muy sencilla. Los síntomas son simplemente la edad. Ahora mismo tengo 90 años y creo que era un buen momento para retirarme.

¿Qué cree que hacía especial su colaboración con Sergio Leone para que ya nunca dejara de llamarle hasta su última película, «Érase una vez en América», en 1984?

Uno de los éxitos de Sergio es que se volcó mucho en la música de sus películas. Tenía mucha fe en ella y le dio mucha importancia. Por eso aún se puede escuchar con el volumen, la mezcla y el tiempo perfectos en su filmes. Por eso la audiencia sabe reconocer que la música de sus obras es mejor que la de otros directores, porque tenía vida por sí sola. Para él era más importante que otros sonidos de la vida real. En ocasiones rodaba secuencias muy largas adrede solo para acomodar enteras las piezas largas de música que yo componía. Otros directores lo que hacen es cortar el tema cuando la secuencia era más corta. Él hacía justo lo contrario, adaptar la duración de la secuencia a la duración de la canción. Y fue mejorando en eso hasta convertirlo en su sello, para que los espectadores pudieran apreciar la belleza de mi música en todo su esplendor.

¿Tiene la sensación de que la mayoría de su obra es desconocida?

Sí, la tengo. Sé que soy un compositor famoso de cine y que la música de mis películas es bastante conocida en casi todo el mundo, pero lamento que mi música absoluta, toda esa música contemporánea que escribí para que no dependiera de ningún filme, sea mucho menos conocida. Estos últimos años se ha interpretado más a menudo, pero por supuesto que aún hay una gran diferencia con el cine.

¿Le ha resultado difícil encontrar un equilibrio entre componer música innovadora y conseguir que guste a millones de personas?

No, porque incluso la música de cine más innovadora y complicada resulta más fácil que sea apreciada por ir acompañada de imágenes. La película ayuda a comprender la música y viceversa, por eso es complicado unir esos dos mundos. Siempre digo que la música de una película expresa lo que las palabras, imágenes y diálogos no pueden transmitir. Es diferente a la música absoluta: hace poco di un concierto en Milán y tuve la sensación de que el público no la entendía. Después de interpretar una pieza, me detuve a explicar su significado y, después, la interpreté de nuevo. Esa segunda vez la apreciaron mucho mejor. Tengo la sensación de que la música contemporánea necesita ser escuchada y explicada para que el público la aprecie. En el cine eso es más fácil.

Cuando empezó a entrar en contacto con Hollywood, ¿le decepcionó?

Mi experiencia siempre fue fantástica. Es cierto que todo lo que rodea a las grandes películas de Hollywood no tiene nada que ver con las europeas, pero yo no encontré diferencias entre los directores italianos, ingleses o polacos y los americanos más famosos. Siempre fue una relación de trabajo. Yo les daba algo y aprendía mucho de todos. 

Israel Viana
Abc

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