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Sondra Radvanovsky, tras los pasos de Montserrat Caballé en el Liceu

11/7/2019 |

 

La soprano canadiense forma un tándem de ensueño con Piotr Beczala en la muy exigente ‘Luisa Miller’
Sondra Radvanovsky, tras los pasos de Montserrat Caballé en el Liceu

El Liceu llega al final de temporada apostando fuerte por las voces, con un primer reparto para esta ‘Luisa Miller’ de Verdi que hará olvidar cualquier desatino del pasado en lo que a elección de repartos se refiere. Christina Scheppelmann no podía haber previsto mejor despedida como directora artística del teatro antes de partir hacia Seattle, su nueva plaza. Sondra Radvanovsky, soprano adorada por el público liceísta, será Luisa Miller acompañada nada menos que por el tenor polaco Piotr Beczala, de lo más destacado en el firmamento operístico internacional.

La dificultad de este melodrama trágico en tres actos, que se basa en la obra teatral ‘Intriga y amor’ de Friedrich von Schiller, radica en el modo en que Verdi juega con las calidades vocales, pasando de un registro belcantista a otro más dramático a medida que avanza la ópera. Un papel que Montserrat Caballé interpretó con honores en el teatro de la Rambla, como bien recuerda Radvanokvsky.

“Me gustan los retos –dice la soprano norteamericana–, como interpretar las tres reinas de Donizetti, cosa que acabo de hacer. Pero Luisa Miller es algo durísimo y magnífico. Aúna características del Verdi maduro con otras pre verdianas y te obliga a viajar de una voz flexible a un canto más lírico. Y es doblemente un honor cantarlo en este teatro porque Montserrat Caballé la cantó aquí mismo y como sabéis es para mí un ídolo”.

Radvanovsky no sólo cierra esta temporada del Liceu: el festival de Peralada cuenta con un recital suyo en honor a la diva catalana como clausura de esta edición. “Caballé era muy especial, de esas artistas que sólo aparecen una vez cada dos generaciones o más. Su capacidad para transmitir emociones con la voz, la flexibilidad que tenía... ella era mi espejo para hacerme trabajar más, buscando hacer los pianissimi como ella. Pero nadie puede cantarlos como ella. Es una gran fuente de inspiración y mi homenaje en Peralada quiere ser una forma de darle las gracias”.

Y añade: “He de decir que Caballé consideraba que ¡Beczala era el gran tenor del momento!”, añade la soprano dirigiendo la mirada a su colega. “Muchas gracias”, acierta a decir el cantante polaco con semblante de sorpresa. “Y además es un gran colega, cosa que es rara de encontrar entre los tenores”, comenta la protagonista de Luisa Miller. “Esto es porque me levanto siendo barítono”, bromea Beczala. Su papel de Rodolfo, el amado de Luisa, de la que le separa la distancia entre sus clases sociales, es igual de complejo en cuanto a ese viaje a un canto más emocional a medida que avanza la ópera.

La soprano y mezzo-soprano norteamericanas, Sondra Radvanovsky (d) y J'Nai Bridges (i), en el ensayo general de la ópera de Luisa Miller de Giuseppe Verdi, (Quique García / EFE)
“Es magnífico este papel porque te obliga a trabajar tus habilidades vocales y también a verificar que vas por el buen camino. Es como una medicina –asegura Beczala–. Te ayuda a desarrollar tu voz. Ahora. vengo de cantar Tosca, pero esto no es como Puccini, que es más horizontal. No, aquí hay altibajos. Y has de ser muy preciso, porque alguno de los ensembles que compuso Verdi son tan precisos como los de Mozart”.

El argumento central de Luisa Miller, que se desarrolla en el Tirol de principios del siglo XVIII, vuelve a ser la cuestión recurrente en Verdi de la relación entre padre e hijos. Amor, celos, poder, engaño, traición... Aquí además están tanto el padre de Rodolfo, el conde Walter –que se niega a que su hijo se case con una mujer del vulgo–, como el padre de Luisa, el viejo soldado Miller. De nuevo Verdi aborda la cuestión familiar e intergeneracional, un conflicto que, como bien advierte Ulrich Senn, el repositor de esta producción concebida por Damiano Micheletto, le costó toda una vida pacificar. “Pues no es hasta Falstaff que la voluntad de los hijos se impone a la de los padres”, advierte.

En este montaje procedente de la Ópera de Zúrich, donde se estrenó en el 2010 y se ha repuesto en el 2014 y 2018, Micheletto traza uno juego de espejos entre padres e hijos, pues los primeros buscan que los segundos sean una copia de sí mismos. Y la escenografía ahonda en este juego de espejos, separando a la burguesía en el piso de arriba de la clase baja, que ocupa la planta inferior.

La batuta venezolana Domingo Hindoyan debuta en el Liceu con eta producción de una ópera que él mismo califica de genuina y “de gran personalidad”. “Es un error considerarla una ópera de transición, entre el Verdi joven y el que compuso la trilogía de Rigoletto, Trovatore y Traviata. Porque contiene las características del gran Verdi, del gran hombre de teatro que controla los tempos, las conexiones entre arias, ensembles y recitativos. Y esa tensión. Es cierto que con el libretista, Salvadore Camarano, no llegarona ponerse de acuerdo, y Verdi quedó insatisfecho. Pero con su gran pluma logra crear una tensión absoluta de principio a fin”.

Hindoyan advierte que en este caso el público ha de acudir a ambos repartos, pues el papel de Luisa no lo pueden hacer muchas sopranos, “por ese viaje de una flexibilidad a un canto más lírico para luego volver a la ligereza”. La italiana Eleonora Buratto, que fue Mìmí en La Bohème de hace tres temporadas, debuta el papel antes de volar a Nueva York para cantar Liù en Turandot. Y junto a ella, el tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz, al que el público liceísta descubrió en el 2017, cuando vino al rescate, en taxi desde Valencia, para salvar algunas funciones de Werther. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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