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Sondra Radvanovsky: "Nuestras carreras se están acortando, no habrá otros como Plácido Domingo"

12/7/2019 |

 

Chicago, Estados Unidos, 1969. Es una de las grandes sopranos de su tiempo y un buen ejemplo de anti-diva en el mundillo operístico. El domingo estrena Luisa Miller, de Verdi, en el Liceu de Barcelona.

Estamos ya en julio y esto significa que la temporada mundial de ópera llega a su fin. ¿Cómo va de fuerzas?
Ahora mismo estoy cansada. Agarré una bronquitis en Londres y todavía no me he recuperado del todo. Sigo tomando antibióticos. Si no tienes que utilizar la voz, no tiene mucha más importancia, pero a los cantantes esto nos destroza.

¿Cuánto tarda en recuperarse?
Unas dos o tres semanas. Son accidentes que ocurren durante las temporadas, y como cada año me obligo a ser más exigente para que sea mejor que la anterior, el esfuerzo se paga. Para mí es un reto cada año.

Algunos papeles en los que usted está siempre sobresaliente son 'Norma', 'Tosca'... ¿Qué tal se lleva con 'Luisa Miller', una de las primeras heroínas de Verdi?
Me identifico bastante a nivel psicológico. Evidentemente, ya no tengo 16 años, como ella, pero me parece un personaje muy complejo, más que Leonora en Il trovatore. Es una chica fuerte, tiene principios, una ética sólida, y eso me gusta porque yo también soy una mujer de principios. Ama a su padre y haría lo que fuera por él. Esto es algo que me une mucho al personaje: mi padre murió cuando tenía 16 años. Además de eso, musicalmente es un papel muy potente.

¿Hay algún personaje con el que se identifique de alguna manera especial? No me refiero a si le gusta cantarlo, sino si siente algo especial al interpretarlo psicológicamente.
Ahora mismo, diría que Rusalka, porque es el personaje en el que estoy trabajando ahora. Es un personaje de cuento de hadas, una ondina [ninfa de las aguas] que termina transformándose en un ser real. Eso me interesa: ¿qué se siente al nacer? También me gustaría poder hablar con Norma, porque tengo muchas preguntas sin respuesta sobre el argumento y el personaje. Es un personaje que no queda completamente claro, tiene rincones inexplorados: es madre, pero también es sacerdotisa; se debe a su familia, pero también a su comunidad. ¿Cómo se llega a un equilibrio en todo eso? ¿Es posible? Porque en mi vida siento que me pasa algo parecido, y encontrar ese equilibrio es muy difícil.

Lleva 30 años de carrera y ha visto dos mundos distintos en la ópera: el último tiempo analógico, y el que ha amanecido a partir del año 2000 con las redes sociales, internet... ¿Cree que ha habido un cambio muy profundo en su mundo?
Sí, ha cambiado mucho en todo este tiempo. Antes, la ópera era claramente elitista, y no necesariamente en el sentido negativo que le puedes dar a la palabra. Era un espectáculo para gente con dinero, pero sobre todo para gente que tenía una cierta formación que le permitía comprender la ópera en un sentido más completo. En los últimos años, en cambio, se ha presentado al gran público a través de canales nuevos: redes sociales, proyecciones públicas como las que hacen el Liceu y el Teatro Real, la iniciativa del MET de Nueva York de llevar la ópera a los cines, y gracias a dios, tenemos YouTube.
No se le suele dar gran importancia, pero mucha gente joven está accediendo a la ópera gracias a ese canal.
Es una suerte, porque está siendo un canal de educación para muchos jóvenes. Sobre todo, cuando en las escuelas ya no hay educación, al menos no en música y humanidades. Los gobiernos parece como que piensen que todo eso no es importante. Dicho esto, la ópera ahora es más accesible, y para los artistas eso tiene una parte buenísima y otra muy mala: tenemos más público, pero también más presión.

¿Por ejemplo?
Cada vez que abro la boca tengo que ser perfecta, porque me filman, me fotografían, y un solo error puede hacer que tu carrera se hunda de la noche a la mañana. Antes, cometías un error, y no pasaba nada: se quedaba en el teatro. Ahora puedes estar en cuestión de segundos en las redes sociales y que todo lo que se diga sobre ti es '¡se ha equivocado en una nota!', y se acabó todo para ti. También puede tener el efecto contrario: del día a la mañana, las redes te pueden convertir en una estrella.

¿Y la parte buena?
Creo que el público siente otra clase de emoción, aunque sólo sea la de decir 'yo estuve allí'. El público puede ser duro, pero también es generoso: yo siento una conexión fuerte con mis fans. Creo que es importante reforzar esa relación, que no te conozcan sólo como una cantante, sino como persona: las redes sociales te acercan más, aunque sea con un plato de comida o una canción que compartes. Y se pueden producir conexiones beneficiosas, como que les atraigas por cómo cantas, pero se queden contigo porque comparten cosas gustos u opiniones.

En Barcelona, el Liceu ha comenzado a programar algunas funciones especiales para menores de 35 años, y las entradas se agotan en cuestión de pocas horas.
El futuro de la ópera está en la juventud, si los jóvenes no entran, la ópera se acabará. No se trata sólo de ir al teatro y ver la función, que eso está más o menos cubierto. Me refiero también a la financiación: los viejos patronos están muriéndose, y ya ni siquiera van al teatro porque están muy mayores. Y los teatros de ópera son muy importantes por algo que decía antes: si la educación musical no se está dando en las escuelas, los teatros deberían ocupar ese lugar, y la educación pasa por no convertir la ópera en algo esnob. Es que no tiene que ser así, además: la ópera es guay, es emocionante, y es relevante en nuestro mundo.

¿Se refiere a que podemos comprender mejor el presente a partir de obras con más de 100 años de historia?
Eso es. Mira Luisa Miller, por ejemplo. Es la historia de una chica de 16 años que se enamora de un hombre, y luego se pregunta si no se habrá equivocado. Y la de un padre que no acepta que su hijo se case por amor con una mujer pobre. Son historias con las que mucha gente se puede identificar. Así que eso es lo que hay que mostrar, que la ópera es divertida, que trata temas relevantes, que mola, que sigue siendo buena para explicar el mundo. Cuando yo empecé a cantar profesionalmente, hace 30 años, lo más importante en la ópera era la música, y no se prestaba tanta atención a explicar la historia a través de una buena producción. Ahora quizá interese más la historia que la música, y hay una parte de todo eso que no me parece mal. Si son las historias las que atraen al público hasta el teatro, adelante con las historias, y sin miedo a modernizarlas: la historia de Luisa Miller sería la misma si la enfocamos en el escenario como la de un hombre rico que se enamora de una chica que vende hamburguesas en un McDonald's.

Al fin y al cabo, no deja de ser 'Pretty Woman', pero por otros medios.
Eso es.

Antes decía que en su profesión ya no están permitidos los errores. ¿Sabe si esto está provocando muchos casos de ansiedad entre sus compañeros?
Sí. A mí no me ocurre, pero hay una cosa que nos preocupa a todos: la duración de nuestras carreras se está acortando. Cada vez será más raro que los cantantes tengan carreras largas, no habrá más casos como el de Plácido Domingo. Yo he cumplido 50 años y, según la lógica de la escena a día de hoy, mi carrera tendría que estar ya a punto de acabar. Muchos colegas sufren esa ansiedad, me he encontrado con gente que ha tenido depresiones, que se medican, que tienen que ir al psiquiatra, o a los que el médico les ha recetado bloqueadores beta por el estrés. Yo espero que la gente se dé cuenta de cuál es la presión a la que estamos sometidos, todas las noches de nuestra carrera.

Dice que a usted esto no le afecta.
No me medico, pero la presión es la misma. Lo que ocurre es que me gusta mi trabajo, me gusta la emoción de superarme. Toco madera, espero que no me ocurra nada de eso. Por suerte, mi carrera comenzó antes de las redes sociales y no he depositado la evolución de la misma exclusivamente en ese contacto virtual con el público. A veces tengo la sensación de que mis fans son los que vienen de verdad a verme cantar, y que saben disculpar mis errores. No me gustaría tener que comenzar mi carrera ahora como una cantante joven.

¿De joven ya le gustaba la ópera, o tuvo una fase rock, por ejemplo?
Empecé a estudiar canto a los 11 años, así que la música clásica ha estado cerca de mí desde muy pronto. A mis padres también les gustaba, así que la he escuchado mucho en casa. Pero un día descubrí a Karen Carpenter, que como cantante de pop me sonaba muy clásica, y con ella me aficioné al pop, y sí, he escuchado de todo, toda clase de canciones del Top 40, y me encanta. Tuve algunas peleas con mi hermano, porque a él le gustaba el heavy metal.

Pues cualquier fan del 'metal' le dirá que ese género se conecta mucho con la ópera.
Eso es lo que mi hermano me enseñó. Igual yo estaba ensayando y él ponía su música, y me enfadaba y le pedía que quitara ese montón de ruido. Pero él me decía: olvídate de las guitarras y escucha las voces. Y tenía razón: ¡qué voces! Desde entonces, no he visto el metal de la misma forma, creo que hay composiciones magníficas.

Hay muchas voces de tenor en el 'metal'.
Es cierto. Y también hay grandes voces femeninas. Me gusta mucho una banda que tengo en el móvil... espera, ahora te lo digo... Sí, esta es: Evanescence.

¿Sus amigos del instituto le miraban como un bicho raro por cantar ópera?
No, me llevaba bien con todo el mundo. La primera parte de los estudios la hice cerca de Chicago, y la segunda en California, porque a mi padre lo trasladaron para trabajar allí. No era una persona carismática, y tampoco hablaba mucho. En un boletín de calificaciones, mi profesor de inglés constató que el total de palabras que había dicho en clase durante todo el curso había sido 60. Mi carácter cambió cuando murió mi padre. En cualquier caso, que me gustara la música clásica no fue ninguna fuente de problemas.

Ahora es ciudadana canadiense.
Desde hace tres años. No me gusta nada cómo está Estados Unidos, así que ha sido un buen momento para conseguir la nacionalidad al fin. Llevo viviendo allí 20 años, así que en mi mente soy más canadiense que estadounidense.

¿Se plantea renunciar a su primera nacionalidad?
Podría hacerlo, pero renunciar al pasaporte significa que tengo que pagar mucho dinero, todo lo que he ganado en Estados Unidos desde que fijé mi residencia en otro país. Así que es virtualmente imposible, y eso que me resultaría conveniente, porque como ciudadana de Estados Unidos y Canadá, debo pagar impuestos en todos los países en los que canto, luego en Canadá y también en Estados Unidos. Hay gente que me dice: '¡Oh, eres cantante de ópera, seguro que tienes millones y millones en el banco!'. Pero no, no es así... se va muchísimo en impuestos.

En agosto volverá a cantar en España, en el festival de Peralada, en un concierto homenaje a Montserrat Caballé. ¿Cómo será ese recital?
Creo que será muy difícil no llorar. Además tan cerca de su ciudad. Será un homenaje a la persona y la música que ella cantó: una selección de arias de bel canto y veristas en las que alcanzó la excelencia. Intentaré hacerlo todo lo bien que pueda, sabiendo que nunca podría cantar como ella lo hacía.

¿Llegó a verla a cantar alguna vez, o sólo la conoció gracias a los discos?
No, sólo he escuchado grabaciones. Lo más cerca que la tuve fue en televisión, cuando cantó con Freddie Mercury. Creo que se retiró más o menos cuando yo empezaba, así que no hubo oportunidad. Pero con los discos es suficiente para darte cuenta de lo grande y carismática que era. Nos dio muchísimo. Creo que lo mejor era cuando cantaba notas altas en pianissimo, nadie tenía esa capacidad, ni siquiera Maria Callas.

Igual que pasaba con Caballé, uno de sus mejores papeles es Norma. Usted cantó ese papel por primera vez en Oviedo. ¿Por qué decidió hacerlo allí?
Estoy un poco chapada a la antigua, y sé lo importante que ha sido este papel para las voces de la edad dorada de la ópera. Lo hagas donde lo hagas, y sea cuando sea, no podrás evitar que te comparen con las grandes intérpretes de Norma, ya sean Caballé, Callas o Joan Sutherland. Así que para el debut quise ser un poco conservadora, y buscamos un buen teatro, con un buen elenco, pero evitamos hacerlo en un sitio como el MET de Nueva York porque Norma no se canta bien la primera vez. Es un rol complejo en lo psicológico y en lo musical, muy largo... Hay que aprenderlo. Oviedo era una opción estupenda, y además una ciudad bellísima.

¿Probó el cachopo?
Lo probé todo. Las croquetas, la tortilla de patatas. ¡La sidra! Me encanta.

¿Cuáles serán sus próximos papeles?
Ahora mismo tengo contratos firmados hasta la temporada 2026-2027. Una locura, ¿no? El próximo que cantaré será Rusalka, que es muy complicado, porque no sé hablar checo. Para la próxima temporada, debutaré en Il Pirata y en La dama de picas, y en dos años cantaré por primera vez en Turandot. Y planeo recuperar el papel de Violetta en La traviata, que no es nuevo para mí, pero hace como 20 años que no lo canto.

¿Se atrevería con Wagner, o ya es forzar mucho?
Quizá llegue hasta Richard Strauss. Canto las Cuatro Últimas Canciones y son algo maravilloso. Pero Wagner definitivamente no es para mí. Los papeles wagnerianos están muy apegados al texto, más que a la melodía, y yo no hablo alemán. La gran Renata Scotto me decía: canta lo que te gusta, porque sólo así el público sentirá el amor que tú sientes. Y lo que yo amo de verdad es la música italiana.

Hace unos meses, en el Liceu, el público le forzó a hacer un bis después de cantar 'La mamma morta', el aria principal de Andrea Chénier. ¿Qué emoción siente una cantante cuando sucede eso tan poco habitual en un teatro?
Fue desconcertante, porque esto es algo que nunca se piensa ni se prepara. El director me miró, los aplausos seguían, cada vez más fuertes, y me dijo con la mirada ¿por qué no? Yo estaba llorando. El público no lo sabía, pero ese día estaba mi madre en el teatro. Mi madre llevaba un tiempo enferma, aquel día cumplía 80 años y... ¿qué te puedo decir? ¿Cantar un aria que trata sobre la muerte de la madre en un contexto así? Además, era la primera vez que cantaba ese papel, con Jonas Kaufmann y Carlos Álvarez... He vivido pocas noches como aquélla. Cuando el director me dijo que volviera a cantar, no creía que fuera capaz de volver hacerlo. Seguía llorando mientras cantaba. 

JAVIER BLÁNQUEZ
El Mundo

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