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El Mas Miró tira del hilo musical del artista

10/8/2019 |

 

La masía de Mont-roig recrea en una visita el mundo sonoro del pintor. El Mas Miró tira del hilo musical del artista

Metódico y discreto, desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde Joan Miró se encerraba en su estudio. Trabajaba solo y, sobretodo, en silencio. En el taller procesaba sus lecturas, paseos, naturaleza, sueños y, cómo no, su música. “Quiero que mi obra sea un poema musicado por un pintor”, declaró él mismo y recordó el jueves su nieto, Joan Punyet en Las Noches del Mas Miró, ocasión única para explorar la relación de su abuelo con la música en un lugar donde el universo mironiano adquiere todo su sentido: la casa y el taller de Mont-roig del Camp.

En una gran nave gótica catalana, Bach. Ante una superficie blanca por llenar y con espacios vacíos, Stockhausen. Paseando por el campo, Vivaldi. En una gran ciudad, Varèse, y recorriendo sus calles –¿por qué no?– John Cage. Esos fueron algunos referentes musicales que el propio Joan Miró confesó al periodista y escritor Lluís Permanyer. Joan Punyet apuntó que su abuelo “escuchaba a Haydn, Mozart, Bach, Vivaldi... pero ¡se fue a París! y allí pasó seis meses increíbles” en cuanto a descubrimientos artísticos y musicales. El nieto ya arrojó luz sobre los gustos y usos musicales del pintor hace dos años con su libro Miró (Alreves). A partir de la amplia discografía que el artista tenía en casa, documentación inédita, recuerdos personales y testimonios de músicos que conocieron a Miró, Punyet dibujó un mapa musical del pintor, “aunque él, a diferencia de otros como Paul Klee (el violín) o Kandinsky (el violoncelo), nunca tocó un instrumento”.

A diferencia de Pollock, Miró tampoco pintó a ritmo dictado. Por eso en el taller que se hizo construir junto a la masía reinaba el silencio. Fue el único rincón de este universo mironiano sin música durante el atardecer del jueves, en el que casi un centenar de personas pudieron recorrer todo el Mas Miró. Por dentro y por fuera y con una original propuesta musical. Hubo quien incluso aprovechó para pasear por entre los árboles, las vides y las plantas que vuelven a cultivarse en la finca, tal y como hacía a diario el pintor.

El batería Fernando García-Ramos encontró su sitio en la bodega, donde improvisó sobre la pieza Kontakte de Stockhausen y Dance for Burgess, de Edgard Varèse. De Stockhausen el pintor admiraba “cómo creaba nuevos sonidos con conchas, piedras, ramas y materiales naturales”, explicó tras la cena Punyet. Igual que hacía Miró con las conchas, las ramas, las piedras y los objetos rechazados que encontraba durante sus paseos por la playa o la montaña y a los que daba una segunda vida.

El sonido de la percusión se extendió por esta planta hasta el comedor, donde Joan Miró recibía las visitas de amigos y marchantes como Pierre Matisse, Alexander Calder (amigo de Varèse) o el incondicional Ernest Hemingway, que compró el icónico cuadro La Masia (ahora en la National Gallery de Washington). Una pieza fundamental con la que, al regresar de su primer viaje a París (en 1920) Miró inmortalizó todo este escenario. Su universo. “Es un resumen de toda mi vida en el campo; quise poner en ella todo lo que yo quería”, dijo.

En el primer piso y con el saxo, Enrique Ordax recreó la sardana Angelina y la Invención Mòbil II de Josep Maria Mestres Quadreny para acompañar el recorrido por la planta noble de la masía. Aquí, entre retratos familiares que han superado el pulso del tiempo, se conservan varios muebles que Miró utilizó para sus cuadros, como el de La mesa, naturaleza muerta del conejo y El caballo, la pipa y la flor roja. La estancia que ahora ocupa una imponente cama policromada la utilizó Miró como primer taller hasta que no se hizo construir el definitivo, el de detrás de la capilla.

Allí, en la capilla, Marc Torres se recreó con las Gymnopédies de Erik Satie y la Suite Bergamasque, de Claude Debussy. “Sin ser músico, Miró incorporó la música en sus lienzos... en una carta escribió que veía una orquestación celestial en el cielo, como si fuera música de Haydn...”, apuntó Punyet, quien insistió en que fue aquí, en Mont-roig, donde Miró finalizó la serie de las Constelaciones que había empezado en Normandía antes de estallar la Segunda Guerra Mundial.

Punyet destacó también el interés del pintor “por lo que hacía la gente joven y por eso hizo portadas de discos, para Varèse o Maria del Mar Bonet”. Y contó cómo su hermano mayor, David, allá por los años setenta avisó al abuelo del documental que estaba viendo en la televisión en el que Jimi Hendrix quemaba su guitarra mientras sonaba Wild Thing. “‘Este chico me ha impresionado’, dijo. Le recordó a él mismo, cuando en 1973, a los 80 años, hizo su famosa serie de telas quemadas porque Picasso le provocó diciéndole ‘tú estás muerto como surrealista y yo como cubista’, y Miró quiso renacer de sus cenizas”. 

SARA SANS
La Vanguardia

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