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Roberto Alagna: “Para cantar ópera es mejor ser volcánico”

5/12/2019 |

 

El tenor, último de los divos operáticos del siglo XX, estrena ‘Cavalleria rusticana’ y ‘Pagliacci’ en el Liceu

A Roberto Alagna (Clichy-sous-Bois, 1963) aún le sorprende su propio éxito. Que su carrera de tenor dure ya 36 años le parece un milagro. Y aún más el modo en que se ha construido: “Nunca he pedido cantar un papel, todos me han sido propuestos; si me enamoraba de la música, el personaje y lo demás, aceptaba. Y así he cantado de todo, desde un Elisir d’amore a Otello o Le roi Arthus de Chauson, que es casi como Wagner”, explica en su camerino del Liceu. Cuando el Covent Garden le pidió hace siete años que retomara L’elisir tras 17 años sin cantarlo dijo: “¿Estáis seguros? Si os arriesgáis, yo me arriesgo”. En aquella producción conoció a su actual esposa, la soprano polonesa Aleksandra Kurzak, con quien esta noche arranca Cavalleria rusticana y Pagliacci en el Liceu (hasta el 20 de diciembre).

A usted siempre les han interesado las sopranos. ¿Cantar con la pareja añade un plus?

Sí. Yo estoy interesado en los sentimientos humanos, y eso es importante porque si haces algo moderno has de echar mano también de los sentimientos modernos. Así, al leer el cuento de Verga en que se basa Cavalleria rusticana , ves que la víctima es Turiddu, un pobre hombre al que traiciona todo el mundo y aún así asume culpas. Está dispuesto a morir y le pide a su madre que cuide de Santa. Es una actitud muy noble.

Eso en cuanto a Cavalleria , pero en Pagliacci Canio mata a su mujer por celos y usted eso aún lo entiende como un crimen pasional. ¿Hay más química si es su propia esposa la que hace de Nedda?

Claro. Pagliacci es una de mis óperas favoritas justamente porque recrea nuestra profesión. Hay escenas en que mi personaje se lamenta de que ha de recitar o cantar porque el público ha pagado la entrada y estarán ahí sentados aplaudiendo, pero no saben de sus problemas personales. Es lo que nos pasa a los artistas. Incluso hoy he recibido malas noticias de mi hija y he tenido que abstraerme para trabajar. En Pagliacci realidad y ficción se confunden, y si además la que hace de mi mujer es mi propia esposa, la cosa es bien extraña, pero muy intensa.

¿Qué se siente siendo el último gran divo tenoril del siglo XX?

Esta profesión la entiendo como una continuidad, una herencia que nos pasamos unos a otros, no me gusta esa competición de ser el número uno. Eso es promoción. El canto genera mucho sentimiento y yo lo heredo de anteriores tenores, como un regalo. Porque el de los tenores es un mundo dentro de la comunidad de cantantes. Sólo un tenor puede entender a otro tenor, no puede un barítono, ni una soprano.

¿No pueden?

La de tenor es una voz reciente, apenas tiene dos siglos. Hasta entonces todo el mundo cantaba de forma natural y para alcanzar los agudos lo hacían en falsete, pero eso de llegar a los agudos con voz plena es nuevo. Gilbert Duprez descubrió algo, como en su día se descubrió el motor turbo. Fue como una mutación. Y esta particularidad hace distinto al tenor. Siempre es el tenor el que tiene problemas, al que le sale algo mal en la escena. Porque no es una voz natural. Llegó después del castrato, que también era una voz construida, y tal vez por eso causa tanta expectación en el público.

¿Entonces le gusta ser un divo?

No tiene por qué ser malo. Divo significa que has recibido un don divino, pero no para que hagas lo que quieras con él. Lo has de cuidar, de lo contrario se va, como una mujer.

No me diga, ja ja.

Has de ser gentil, charming ... pues es caprichoso. No sé lo que es ser divo pero conozco mucha gente más diva que los tenores. Por ejemplo: los periodistas. Si eres crítico con ellos estás muerto, pero ellos pueden decir lo que quieran de ti. Todo el mundo es más divo que el divo, ja ja. Yo he recibido este don para brindar emociones, no estoy ahí para superar retos y ser arrogante, sino para compartir amor. Cantar es un acto de amor.

¿Y para eso se necesita ser temperamental como usted?

Es mi naturaleza. Qué prefiere: ¿alguien que ofrece excitación y sentimientos o alguien frío con el que nada pasa? Es mejor cuando eres volcánico y tienes sangre en las venas.

Dice que va a cambiar algunas palabras de Cavalleria rusticana por su original siciliano, pues ahí es donde transcurre la trama. ¿Toda su familia viene de Sicilia?

Sí, yo fui el primero en nacer en Francia. Eran inmigrantes pero mis padres se conocieron en París, y mi lengua materna es el siciliano, que no es un dialecto sino un idioma.

Su carrera ha estado arropada por esa familia siciliana.

Bueno, es que cuando murió mi primera mujer con 29 años teníamos una niña. Dije que dejaba la carrera para poder cuidarla y mi madre se negó, ellos lo harían. Me la traían a menudo pero me perdí muchos momentos de mi hija y me pasé horas llorando en casa. No había FaceTime. Me pasaba el día pensando en Ornella, me era imposible ver la belleza que me rodeaba. Cuando se hizo mayor y empezó una vida propia me di cuenta de lo bonita que era Barcelona o Nueva York.

Acaba de sacar su disco de homenaje a Caruso. ¿Difícil?

Terriblemente. No sólo has de cantar las arias con tu voz sino ser respetuoso con el estilo, la emisión, el tempo, la respiración, etcétera de Caruso, que era el mejor tenor de todos los tiempos. Pero estoy contento, el disco es bueno. Lo comencé a grabar hace diez años y lo descarté, porque era imposible reconocer a Caruso y también a Roberto.

Defina el estilo Alagna.

Es pasión y sinceridad. No me gusta engañar. Nunca hice trucos como descansar después de la nota alta o hacer un stimbrato sin timbre. Aunque cuando todo va bien para un tenor es un milagro.

¿Qué pasó con ese Lohengrin que tenía que hacer en Bayreuth?

No quiero hablar del tema, yo tenía problemas pero el mayor problema era la gente del festival, son muy difíciles. Pero lo haré en Berlín, en la Staatsoper, y hay otro proyecto para hacerlo en Italia con mi mujer.

Hacía seis años que no venía al Liceu, desde Madama Butterfly.

Me llamaron para muchas cosas, incluso por La dama de picas, pero siempre tenía la agenda llena.

¿Cuántas óperas canta al año?

Ni idea. No sé nada, soy lo contrario de Plácido.

¿Qué opina de las acusaciones de acoso contra Plácido?

Nada. Fuera de la escena no sé nada.

¿Qué es lo que le parece tan especial del público del Liceu?

Que aquí la gente ama la ópera, las voces y los tenores. En Madrid es diferente, son más como en la Scala, que están pendientes de encontrarte el punto débil y detectar los errores. En cambio aquí pueden ser rudos también, pero notas ese placer de disfrutar del teatro y redefinir la tradición del cantante que dan la nota, el fraseo... Quieren al divo. Y eso es lo que me gusta de la ópera. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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