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Garcia de Gomar: “Dudamel dirigirá una ‘Flauta mágica' con Javier Camarena y Núria Rial”

28/1/2020 |

 

Víctor Garcia de Gomar anuncia proyectos de futuro para la ópera. “El Liceu ha de pasar de ser una caja de ópera a ser un centro de las artes”

Fascinado por la música y en particular por la voz, la historia de Víctor Garcia de Gomar es la de un joven que al darse cuenta de que su voz de barítono no daría para hacer carrera, decidió formarse en la gestión cultural. Dirigió el Auditori de Girona y el Festival de Músiques Religioses i del Món, antes de dar el salto al Palau de la Música Catalana, donde en pocos años su entusiasmo y ambición en la programación hizo olvidar rápidamente al público el expolio de Fèlix Millet.

Su reto ahora, desde que ocupara el cargo de director artístico del Liceu el pasado septiembre, es hacer florecer un teatro que ha pasado una crisis estructural grave. Y al parecer, tres meses han dado para mucho. En futuras temporadas, el coliseo lírico barcelonés tendrá a Gustavo Dudamel dirigiendo una ópera; programará la notoria Norma que Àlex Ollé estrenó en el Covent Garden o dispondrá del Karl V que la Ópera de Múnich encargó a Carlus Padrissa y a la pintora Lita Cabellut.

¿Deme tres razones para ir a la ópera?

Espectacularidad de los montajes, academia de las emociones y conexión con el mundo de hoy. Creo que si la ópera tiene una oportunidad es porque ha de conectar con los sujetos y los problemas actuales de la sociedad. Si no hacemos este ejercicio estaremos cada vez más distantes. Este modelo decadente que hemos observado se perpetuará y no seremos capaces de renovar. Por lo tanto, buena música, buen entretenimiento, buen espectáculo y reconexión con problemas de la actualidad. Que,como hacían los griegos, podamos reconocer en el escenario aquello que pasa. En los años cincuenta Lévi-Strauss proclamaba que el mundo ya no es algo exótico, todo está descubierto. ¿Cuál es el auténtico viaje? Conocerse a uno mismo. Es el viaje de la exploración del yo. Y esa catarsis que no ha de dejar de existir es lo que hay que poner en escena. Aquello que nos tiene que interpelar.

Entonces, ¿hay que tomarse los 220 euros que cuenta una butaca en platea como una inversión en psicoanálisis?

Es una posibilidad. Sin dejar de ser entretenimiento, lo que nos proponemos en próximas temporadas es incorporar un elemento de reflexión, que la persona no sólo goce y juegue, sino ayudar también a desarrollar a las personas con esta dosis de humanidades. De manera que el Liceu pase de ser una caja de ópera a algo más. Y este algo más es un centro de las artes, donde realmente se hará un planteamiento sobre muchas disciplinas, con artistas visuales, antropólogos, filósofos... Vencemos el sujeto ópera.

Tras una década en el Palau de la Música Catalana, ¿un teatro de ópera es el objetivo final de un director artístico?

No tiene por qué. Siempre me he planteado que allí donde pueda estar, sea aquí o sirviendo cafés en un restaurante, tenga una capacidad de emocionar, de crear unos entornos positivos, de reconectar a un público con lo que estás haciendo, porque te lo crees y lo haces notar. Este fue el punto de reconexión en un Palau necesitado de generar una confianza. Y ahora, en el Liceu, tras una crisis coyuntural que hacía modificar el ritmo de la programación del propio teatro, viene un momento de ilusionar, de volver a las noches doradas y a aquellas páginas increíbles del Liceu, que es lo que todo el mundo espera.

¿El proyecto que presentó a concurso se corresponde con lo que al llegar aquí ha visto que podía hacer?

Estos meses previos ha habido un trabajo, hasta que he aterrizado y he visto el presupuesto y he aprovechado una serie de contactos preexistentes, algunos amigos, algunos cantantes, directores, etc. y lo plasmas en una realidad, teniendo en abstracto que es lo que quieres hacer. Y así decides por ejes. Primero, artista residente: Àlex Ollé, con una producción anual entre las que de momento puedo avanzar que habrá la Norma que hizo para el Covent Garden, aquella de los nazarenos, con una Marina Rebeka y una Sonya Yoncheva... y una nueva producción de Lady Macbeth de Mtsensk de Shostakóvich, dirigida musicalmente por Pons.

¿Habla de cosas de futuro que no veremos la próxima temporada?

Sí. Así, en esos cuatro años que firmamos con Àlex tendremos dos nuevas producciones suyas y dos revivals, una por año.

¿Qué otro eje describiría?

Los artistas referentes del panorama internacional. Con títulos suculentos e integración del talento local. Hay en esencia un título que resume aquello que queremos ser.

¿Qué título?

La flauta mágica, dirigida por Gustavo Dudamel, con un Tamino que será Javier Camarena y Nuria Rial haciendo de Pamina. Con una producción de la Ópera de Amsterdam que firma Simon McBurney, que ya ha girado por el mundo y explica muy bien la historia, es mágica y evocativa. Y tener a Gustavo Dudamel aquí un mes es un lujo que muy pocos de teatros de ópera en el mundo pueden tener.

¿Cuánto ha tenido que rebajarse el caché para eso?

El caché será el que nosotros podemos pagar, y este era el título que quería hacer él. Se ha rebajado el caché. Hay una relación de afecto y amistad grande que hace que podamos vencer una serie de cosas. Entiendo que nos hace un regalo.

Usted estaba acostumbrado en el Palau a contar con el cojín extra de los ingresos por las visitas al edificio. En un teatro aún convaleciente como el Liceu, ¿qué libertad económica tendrá?

El presupuesto tiene un techo, pero es elástico, todo acepta una negociación, puedes pedir quid pro quo, si hay que buscar patrocinadores se hace, siempre sin tocar más el precio de las entradas. Pero tenemos la confianza, el equipo entero, de que esta secuencia de títulos genera ilusión. Habrá cosas conservadoras y tradicionales, habrá creatividad e innovación, grandes nombres... Y puede despertar que algunos patrocinadores quieran acercarse a este proyecto y asociar su nombre a él. Y al mismo tiempo buscar la complicidad de las administraciones públicas, que entiendan que estamos en un momento de crecimiento y ambición artística.

¿La marcha de las tres mil empresas que han abandonado Catalunya lo complica?

Hay empresas con una ambición nacional española que, si están en el Ibex y están poniendo muchos recursos en Madrid, tendrán que buscar esta equivalencia y no solo estar aquí, sino estar con el mismo importe que están en Madrid, porque aquí habrá un proyecto muy relevante (sin mirar de comparar con el Teatro Real, cada cual con su personalidad).

¿Cuáles son las tradiciones del Liceu que quiere mantener y en qué quiere innovar?

Una tradición son las grandes voces: así como en otros teatros esto puede pasar desapercibido, este es un teatro que las necesita. Puedo asegurar que estarán, y de forma recurrente. Tendremos Netrebkos, Beczalas, Camarenas... y los que vengan después. Y es verdad que hemos pasado unos años sin talento local, pero lo tendremos. Será un Liceu no sólo adscrito a las grandes voces sino también los referentes universales que son locales.

¿Esos que hacen carrera fuera y aquí no?

Sí, los que tuvieron su momento pero pasaron de largo, como Calixto Bieito, Carlus Padrissa, Àlex Ollé... y en el caso de los cantantes, Marta Mathéu, Núria Rial... Un ejemplo importante que describe esto es el Karl V de Krenek que produjo Múnich y que cuenta con montaje de Padrissa y de la pintora Lita Cabellut. Ya tiene fecha, pues a parte de ser una propuesta muy estética, Barcelona no puede quedar fuera de esta apuesta por el talento local en el exterior.

¿Los cantantes locales que no son lo suficiente universales, no lo son por falta de calidad o de oportunidades?

El mercado está muy saturado de voces, provee constantemente, con concursos y demás. La voz es un instrumento que apasiona cada vez a más gente. Absorber a todos los que ofrece nuestro propio mercado y los que llegan de fuera es imposible, pero tenemos claro que nuestros artistas también tienen que tener oportunidades de hacer papeles principales. Esto hay que tenerlo claro. Porque cómo es posible que una Núria Rial, que está grabando con Harmonia Mundi y Sony, no hay debutado aún en el teatro, que una Marta Mathéu haya tenido solo papeles pequeños, cuando es una voz que todo el mundo se rifa. Es una anomalía que hace falta corregir. Xavier Sabata también trabaja en teatros importantes del mundo y en cambio aquí...

¿Contempla que esas producciones las pueda hacer algún día el Liceu?

Es que no debería ocurrir que eso nos lo explique el mundo. Tenemos que entrar en esa dinámica y coger el empuje para proponer cosas al mundo que luego el mundo pueda comprar al propio Liceu. Esos años de crisis ha sido imposible producir, pero ahora sí que miraremos de entrar en una cadencia de nuevas producciones.

¿Y respecto a novedades que se planeta...?

Una es buscar la cadencia de la recuperación de patrimonio y de la nueva creación. Para las cinco próximas temporadas ya estamos encarando cinco producciones de ópera nueva, más grandes, más pequeños, sala grande, Foyer. Y lo mismo en la recuperación de patrimonio.

¿Cómo quiere introducir a los artistas plásticos?

Ellos aportan esa parte complementaria que amplifica la experiencia, para que la llamada de la ópera se dirija a todos los públicos del Liceu, también a los que no tienen la ópera como una prioridad pero que sí conectan con la mirada de artistas visuales. Porque yo sí creo que los artistas plásticos son aquellos que miran y observan el mundo de manera única y distinta, y esa capacidad aplicada a la ópera puede ser muy reveladora. A veces anticipan mundos que vendrán, mundos utópicos, con una mirada muy afinada y sugerente. Y lo mismo pasa con la filosofía, antropólogos, poetas, científicos, mundos tecnológicos... muchos caminos que nos conducirán al Liceu. Y esa es la mirada del Liceu como centro de artes, como Centro Cultural en mayúsculas. Que ejerza ese rol central en la cultura catalana y del país, no sólo desde la ópera, sino que por encima se sitúe esa otra forma de observar el mundo que tienen otras voces.

Entiendo que quiere recuperar la esencia de la época de los ballets de Picasso, por ejemplo.

Bueno, el impulso de la Florencia del 1600 era esa confluencia de las artes a través de grandes deidades. Orfeo explicaba grandes historias del mundo, ponía en verbo emociones que las personas no sabían expresar. Lo mismo que hacía Shakespeare, y por lo tanto marcaba el canon. Ese era la confluencia y el origen de la ópera, con la amplificación del teatro en el siglo XVII. Y queremos recuperar esta chispa de lo que era Monteverdi en origen, esa confluencia de las artes, algo muy expresivo que provocaba un impacto. No es nada que no esté haciendo ya un Calixto Bieito en su Tetralogía. Pero queremos ir de aquí para arriba, incorporando orientaciones estéticas muy diversas con el argumento en escena. Es la única vía de conexión en el mundo de hoy. Y si el mundo no es suficiente, la ópera nos explicará cómo sigue. Para que sea un manual a consultar, esa academia de las emociones y pasiones humanas, con la música amplificando estas emociones.

¿Y de qué artistas plásticos hablamos?

Queremos que todas las temporadas haya un artista plástico que ayude a iluminar un título. Un caso paradigmático, que ya tenemos es el Wozzeck de Alban Berg que hizo William Kentridge. La producción de Salzburg que ha viajado mucho y que le he pedido a Matthias Goerne, el barítono, y ha dicho que sí. Dirigirá Josep Pons. Ha habido muchos que han visitado la ópera, desde Bill Viola con Tristan und Isolde hasta Marina Abramovic o Kapoor.

¿Hay algún repertorio que le parezca imprescindible llevar al Liceu y que aún no ha llegado?

El canon del siglo XXI está todavía pendiente. George Benjamin ha venido, sí, pero ya muy joven fue considerado el nuevo Mozart contemporáneo, por lo tanto creo que hay que estar muy expectantes con todo lo que pueda escribir. Y no es ningún secreto que la próxima temporada hacemos Lessons in love and violence, que ha tenido gran eco internacional. Y hay que estar expectantes a lo que hacen Kaija Saariaho, Thomas Adès, Philip Glass, John Adams... Hay que emular el espíritu del Liceu cuando se estrenaba un Verdi y al cabo de dos años llegaba aquí.

No se ha considerado viable en el Liceu económicamente hacer ópera contemporánea.

Bueno, es difícil pero hay que generar interés por esas nuevas óperas. No podemos aspirar a tener el cien por cien pero sí reconectar un público que ahora sólo puede reconocer títulos. Queremos un público que sea capaz de conocer títulos, que tenga esta sed. Se hará de forma gradual para que el Liceu pueda ser prescriptor y sus públicos sean capaces de confiar en él. Aún no estamos aquí.

Si hubiera una ópera de Saariaho sería solo la segunda compostora de la historia del Liceu, después de ‘Vinatea’ de Matilde Salvador 1974. ¿Qué compromiso tiene?

Compositoras extraordinarias hay muchas. Hildur Guðnadóttir acaba de ganar uno de los Grammy y es la compositora que ha escrito la banda sonora de The Joker. Sería un sueño pensar que pudiera capaz de escribir una ópera para el Liceu en coproducción con otros teatros. Desde aquí y aquí mismo le hacemos la invitación. ¡Por qué no iba a poder liderar el Liceu una propuesta como esa!

Invitación formal entonces.

Olga Neuwirth es una compositora que adoro y está radicalmente comprometida con la vanguardia y es además muy joven. La Raquel Garcia Tomás, mirando hacia aquí. Hay muchas y equivalentes en cualidad. No es un mundo de hombres y mujeres sino de alta creación y calidad.

¿Qué herencia le ha dejado Christina Scheppelmann, la anterior directora artística?

La temporada en curso y la siguiente, con muy pequeños cambios, pero una buena propuesta que abracé y que ya despertaba hacia otros caminos, ya supo leer que salíamos de la crisis y empieza a iluminarse de otra manera. La programación que presentaremos el 18 de marzo conecta con un público con intenciones ya de mayor modernidad y estéticas, con voces interesantes. Los tiros estaban bien tirados.

¿Se plantea el teatro recuperar su presupuesto previo a la crisis?

Sí, en el 2022 que es el 175º aniversario del Liceu tiene que estallar de manera especial. Y a partir de ahí hay que comenzar a coger una velocidad de crucero. Como dice Salvador Alemany, el presidente de esta casa, “calidad con equilibrio”. Es decir, calidad garantizada pero con acompañamiento del presupuesto. De manera que no se puede gastar más pero sí hacer crecer el presupuesto. Con ambición se puede hacer crecer.

¿El tema del Opera Studio que quería impulsar Scheppelmann en qué fase está?

Este es un sueño que ha dormido en los cajones de todos los directores artísticos de este teatro. Nos planteamos poder abrirlo al mundo en el 2022, en nuestro 175º aniversario. Y no solo es una oportunidad para el talento local y las grandes voces, sino para lanzar este proyecto formativo en el acompañamiento a la profesionalización de los jóvenes. Y lo haremos como un apéndice, a medio camino entre el Concurso Tenor Viñas, que les deja en un punto en el que han de vehicular una respuesta sobre el escenario, y un teatro que necesita proveerse de una cantera constantemente. Con la ayuda y esponsorización del Viñas y poniendo nosotros la estructura, el marco y la propia temporada para apoyar a esos talentos. Todos los grandes teatros del mundo tienen su Opera Studio y si el Liceu aspira a estar en esta liga ha de tener el suyo.

¿La danza la contempla usted como un arte operático o sólo los grandes ballets justifican estar en un coliseo como este?

No, no. Queremos consolidar una temporada de tres títulos siempre que la música sea en vivo y que de estos tres títulos uno sea con una de las compañías majors.

¿Cómo es que siendo rentable el ballet sólo ocupa tres títulos de la programación del Liceu?

Porque tiene un tipo de montaje en producción mucho más corto. En la ópera es mayor y ocupa mucho escenario. Cómo combinar una cosa con la otra hace que los ballets sean más cortos, por lo que entran tres o cuatro, a lo sumo, pero los nueve de ópera no son negociables.

Falta ese espacio alternativo, como el Teatro Principal.

Sería magnífico contar con algo, sí.

¿Se descarta tener una compañía asociada?

Es imposible con el presupuesto de hoy integrar otro colectivo, no podemos asumirlo.

¿Se siente identificado con el marketing que utiliza ahora el Liceu?

Creo que integra muy bien esa realidad diversa que se dirige a públicos distintos. Ha de tocar a cada uno de sus públicos, desde una óptica más conceptual a otra más directa y pop. Ahora con Ollé, Pons y Oviedo estamos construyendo esa comunicación más conceptual sin perder esa otra pop, de carteles de autobús. 

Maricel Chavarría
La Vanguardia

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