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Beethoven vuelve a casa

3/2/2020 |

 

Bonn celebra con una gran exposición el 250 aniversario del nacimiento de su hijo más ilustre

El 2 de noviembre de 1792 Ludwig van Beethoven abandonaba Bonn, la ciudad que le vio nacer –el 15 o 16 de diciembre de 1770– para recibir lecciones de Joseph Haydn. Era su segundo y definitivo viaje a Viena (en el primero conoció a Wolfgang Amadeus Mozart que dijo del joven: «Fijaos en él,algún día dará al mundo mucho que hablar»). Los acontecimientos internacionales –la ocupación por tropas francesas de Renania y la disolución del Arzobispado de Colonia– impedirían a Beethoven regresar. Moriría en Viena el 26 de marzo de 1827.

Dos siglos y medio después, Bonn se vuelca en la celebración del aniversario del nacimiento de su hijo más ilustre. A las paradas ya habituales para conocer su figura –entre ellas, su casa natal– se suma ahora una gran exposición que desde el pasado mes de diciembre y hasta el 26 de abril se puede disfrutar en el Bundeskunshalle (galería federal de arte), situado en la milla de los museos de la ciudad.

Con el termómetro tiritando, la tarde de un domingo de enero se hace propicia para pasar unas cuantas horas al abrigo de la música y la historia de Beethoven, un músico revolucionario que a día de hoy es el más interpretado en las salas de conciertos (la «Heroica», sinfonía que originalmente iba a llevar por nombre «Bonaparte», fue la obra que más sonó en 2019, según la base de datos Bachtrack).

Un mes después de su apertura, la mayor muestra que Bonn dedica al compositor –con más de 250 piezas– sigue concitando numeroso público de todas las edades, parejas, padres con sus hijos... Unos leen, otros escuchan la audioguía, los más pequeños juegan con el artilugio estrella de la exposición, el Emoti Chair (un sillón que ayuda a los sordos a sentir la música), y alguno dormita mecido por las notas del compositor en las zonas de fonoteca.

La muestra está comisariada por Agnieszka Lulinska (historiadora del arte) y Julia Ronge (musicóloga). Realizada en colaboración con la Casa Beethoven, de donde proceden numerosas de las piezas originales que se pueden ver, arranca con los primeros años del compositor (se puede ver el registro bautismal de la Iglesia de San Remigio, destruida años después por un incendio).

Nacido en el seno de una familia originaria de Flandes (de ahí su apellido van y no von) parecía que su futuro estaba decidido por la tradición familiar: su abuelo y su padre trabajaron para la corte, el Arzobispado de Colonia, como maestro de capilla y como tenor, respectivamente. Casi tan precoz como Mozart, su padre quiso convertir al pequeño Ludwig en otro niño prodigio:a los siete años debutó en público ofreciendo un concierto en Colonia, y a los 12 estrenó su primera composición (un trío para piano dedicado al Príncipe Karl Lichnowsky).

Humanista y visionario
«Beethoven: World, Citizen, Music» («Beethoven: mundo, ciudadano, música») está estructurada en cinco partes que parecen sumarse al espíritu de su celebración en Alemania, que se recoge bajo el logo BTHVN 2020, donde cada una de las letras responde a un aspecto de la vida del compositor: B (Bonn), T (tono), H (humanismo), V (visionario) y N (Naturaleza).

La primera parte de la exposición se ocupa de sus años en Bonn, donde despuntó su talento al piano, y sus dotes para la improvisación, además de alumbrar sus primeras composiciones. El papel del Príncipe elector Maximilian Franz sería determinante para su traslado a Viena. El segundo apartado se centra en los primeros éxitos del músico en esta ciudad, en la que estuvo arropado por importantes figuras de la aristrocracia. Su llegada se produjo un año después de la muerte de Mozart, por lo que quedaba vacante el trono musical, que no tardó en ocupar Beethoven. Los conciertos se llenaban y los editores se pegaban por publicar sus obras. «Yo marco el precio y ellos lo pagan», presume Beethoven en una carta a su amigo Franz Wegeler. Su situación económica mejoró notablemente, pues también recibía contribuciones del Archiduque Rodolfo y del Príncipe Kinsky, con la condicion de no abandonar Viena.

La obra de Beethoven fue producto de los acontecimientos que le tocó vivir: la Revolución Francesa (de la que era un gran admirador), las guerras napoleónicas (también admiró a Napoleón hasta que se autoproclamó emperador) o el Congreso de Viena..., que marcarían el paso a la modernidad y redibujarían el mapa de Europa. Para muchos, Beethoven fue un revolucionario y el primer compositor libre. «Es un producto de 1793... el primer gran demócrata en la música», dijo de él el compositor italiano Ferrucio Busoni.

La exposición también se detiene en la evolución de las orquestas hacia la formación moderna que se conoce hoy. También se muestra el desarrollo de algunos instrumentos, así como varios pianos contemporáneos de la época del compositor.

La etapa más fructífera y la sordera
La primera década del siglo XIX(1802-1812), la tercera parte de la exposición, sería la más fructifera para el compositor. A pesar de sufrir ya síntomas de sordera (algo que anunció públicamente en 1806), compuso gran parte de sus sinfonías (de la Segunda a la Octava), así como varios conciertos para piano («Emperador») y su única ópera («Fidelio»).

La libertad de Beethoven se extendía también a su manera de autogestionar su carrera: organizando y financiando sus propios conciertos (se pueden ver los carteles publicitándolos), negociando con los editores –a veces con varios al mismo tiempo.

La poliédrica exposición muestra partituras originales con apuntes manuscritos algunas de ellas en los márgenes, así como cartas, retratos (no puede faltar el más conocido por todos, pintado en 1820 por Joseph Karl Stieler), bustos y la máscara que se hizo en vida (no es una máscara mortuoria como erróneamente se repite), que ha dejado para la posteridad el gesto adusto del compositor, provocado por incomodidad –tenía que utilizar dos pajistas para respirar– durante la realización. ambién se pueden ver algunos de los cuadernos de conversación que el músico, que comenzó a sufrir los primeros síntomas de sordera antes de alcanzar los 30 años, utilizaba para comunicarse. Así como la trompetilla auditiva que el ingeniero Johann Mälzel construyó para él en 1813. A los 36 años, Beethoven ya era casi complétamente sordo, lo que ahondó más su carácter uraño y poco social. Y le obligó a abandonar sus actividades públicas, como tocar en conciertos, confinándose en casa para componer.

La vida cotidiana
Del plano intelectual y creativo, la muestra desciende al nivel más mundano, mostrando los aspectos más prosáicos de su vida cotidiana –su contabilidad doméstica (era muy desconfiando con el servicio), su rutina diaria, su pasión por el café–. Repasa también sus problemas de salud, que sufrió a lo largo de su vida, como el dolor abdominal que le persiguió durante toda su vida, y que el músico consideraba causante de su sordera. Entre los originales, se puede ver la invitación al funeral –todo un acontecimiento que fue seguido por 20.000 personas–, así como su acta de defunción y la autópsia.

Casa natal: parada obligada
En el centro de Bonn, en el número 20 de la calle Bonngasse, se encuentra la casa natal de Beethoven (Beethoven Haus), en la que vivió hasta los tres años. Fundada en 1889 por la asociación Beethoven-Haus, estudia la vida y obra del compositor. En 2019 fue reabierta después de tres años de rehabilitación.

En la actualidad muchos de sus piezas se encuentran en la exposición del Bundeskunshalle, pero mantiene algunos escritos originales, cuadernos de conversación e instrumentos, como el último piano que utilizó. Aquí se pueden ver retratos y cartas de sus amigos más cercanos, así como la dirigida a una de sus alumnas, Josephine Brunsvik (luego Condesa Deym), que se cree fue la mujer más importante en la vida de Beethoven, que nunca se casó, y que podría ser la desconocida «Amada inmortal». 

Susana Gaviña
Abc

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