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“Beethoven componía, ya sordo, y la orquesta con un solo ensayo perpetraba su compleja música”

11/2/2020 |

 

¿Cuál es la interpretación con instrumentos de época que defiende el director británico? La respuesta semana en el Palau de la Música Catalana, con la integral de sinfonías

Cuando Beethoven quedó sordo y ya no podía escuchar su música interpretada por su propia orquesta, quienes acababan haciendo sonar sus complejas sinfonías eran músicos autónomos vieneses, algunos muy competentes, otros no tanto. A menudo sólo habían ensayado una vez antes de tocar esas obras tan difíciles. De manera que no fue hasta después de su muerte que sus sinfonías empezaron a ser interpretadas con algo más de afecto y atención, tal como merecían.

Fue la parisina Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio la que, en 1828, bajo las órdenes de François-Antoine Habeneck, comenzó a hacer una versión más escrupulosa de las articulaciones, el arqueo, el fraseo... Durante aquellos años, de 1828 a 1831, esos conciertos fueron muy polémicos y notorios en todo el mundo. Asistían personas como Wagner, Berlioz, Chopin... y se hizo famosa esa manera de tocar las sinfonías.

“Eso es lo que más se acerca al modelo de nuestra orquesta, la Révolutionnaire et Romantique. Aunque no podemos saber exactamente cómo sonaban sí sabemos qué instrumentos tenían. Y en el caso de los de cuerda digamos que eran bastante parecidos a sus equivalentes de cuerda”, asegura el maestro Sir John Eliot Gardiner, cuyo excepcional trabajo con los criterios históricos aplicados al repertorio barroco, clásico y romántico llega de nuevo al Palau de la Música. Esta vez en gran formato, con la integral de sinfonías de Beethoven, que culminarán el viernes con la famosa Novena.

“En aquel tiempo París era un centro de innovación tecnológica a nivel de instrumentos de toda Europa.Sabemos que la forma de los instrumentos de cuerda, su estructura barroca, se fue modificando y reforzando, por lo que eran muy distintos a los Stradivarius de modelo anterior, por ejemplo. La curva es inversa, las cuerdas son de tripa. También los instrumentos de madera y viento fueron cambiando. Las trompas eran naturales, es decir, no tenían toda la escala cromática, sino que se tenían que parar manualmente para crear el efecto de claroscuro”.

Esas sonoridades absolutamente distintas es lo que le fascina a este director nacido en Inglaterra hace 76 años, y es lo que ha intentado reproducir en su Orchestre Révolutionnaire et Romantique, formación que cumple 30 años y que es un milagro sónico, teniendo en cuenta que se trata de músicos free lance de 14 nacionalidades que tienen cada uno su lugar en prestigiosas orquestas y se encuentran con Gardiner únicamente para proyectos concretos.

Entonces, ¿cuál es la clave para lograr ese sonido redondo y sin esas estridencias con las que hemos escuchado por regla general la música de Beethoven, siempre llena de aristas y contrastes? Para empezar, la respuesta es no utilizar orquestas modernas, asegura Gardiner. “Yo he dirigido orquestas modernas en Londres, en Baviera... en sinfonías de Beethoven, y no es lo mismo”, señala.

Orquesta original
A los instrumentos de época puedes llevarlos a su límite sin llegar a distorsionar la melodía original. Puedes llegar al máximo de expresividad, volumen e intensidad”

“Con esas orquestas sobrecargas la obra, las texturas se van aplanando entre sí hasta el punto de no ser distinguibles y el volumen también aumenta mucho. En cambio, a los instrumentos de época puedes llevarlos al extremo, a su límite, sin llegar a distorsionar la melodía original. Puedes llegar al máximo de expresividad, volumen e intensidad y aún así que sea factible. Con ellos se puede interpretar la partitura con absoluto nivel de detalle, es como si entrases a la sala de control de la obra y el drama”.

Sus cinco veladas en el Palau de la Música Catalana son una oportunidad para experimentarlo. Para entender a qué se refiere la directora ejecutiva de sus formaciones, la italiana Rosa Salinos, cuando dice que es como escuchar la música sin pasteurizar, sin homogeneizar. “Es una buena descripción, y además el ciclo en el Palau permite hacerlo de manera secuencial”, añade el maestro.

Con el ciclo del Palau
Podemos seguir los pasos de Beethoven, la gradación sinfonía tras sinfonía, y ver cómo hizo evolucionar la música abstracta sobre un escenario público”

“Podemos seguir los pasos que siguió Beethoven, la gradación sinfonía tras sinfonía, y ver cómo en poco tiempo fue capaz de hacer evolucionar la música abstracta sobre un escenario público. Porque recordad que no era música de cámara, no tiene nada que ver con los cuartetos de cuerda o sonatas de cello que se escuchaban en escenarios más privados, con un entorno distinto. Beethoven pudo celebrarlo aún estando sordo y sin poder escuchar nunca más a su orquesta”.

John Eliot Gardiner ha tejido una intensa relación con la sala modernista barcelonesa. Corría 1991 cuando en ocasión del 200 aniversario de la muerte de Mozart registró su Réquiem en el Palau de la Música y se retransmitió por toda Europa. Además dirigió la Missa Solemnis de Beethoven. “Es el director más querido de esta sala”, afirmó el director de la misma, Joan Oller, enumerando sus últimas apariciones con obras magnas de Bach, Monteverdi o Händel. “Este de ahora es un proyecto muy ambicioso y el público ha respondido muy bien. La taquilla está prácticamente vendida”.

No es la primera vez que Gardiner asume este proyecto único y excepcional, pero ha hecho nuevas incorporaciones en su comprensión de esta integral que llevará únicamente a cinco ciudades del mundo. Después de Barcelona viajará a Nueva York, Chicago, Londres y Atenas. Nada más. Pues no hay más huecos en su agenda: a finales de agosto lleva también la Missa Solemnis por Europa, tiene el Réquiem de Fauré en liza y otros proyectos de Monteverdi... amén de estar planteando un nuevo libro tras su excepcional volumen sobre Bach.

Y tal vez porque es una mezcla de tótem y gentleman se le disculpa que en plena rueda de prensa, en el Palau, se levante y abandone la sala para irse a ensayar. Antes de que nadie pudiera formular una pregunta, dice adiós con la mano dejando a su traductor en plena faena. Su discurso, en todo caso, ha resultado bastante nutritivo, así como sus halagos preventivos –“el Palau es mi sala de conciertos favorita y Barcelona una de mis ciudades preferidas”–, de manera que más que quejas hubo risas y aplausos de incredulidad.

Ufano, celebrando el 30º aniversario de su Orchestre Révolutionnaire et Romantique que fundó para tocar con instrumentos de época tanto Beethoven como a sus sucesores, Mendelssohn, Schumann, Berlioz, Brahms, Gardiner parece poseer las claves para una óptima comprensión del maestro de Bonn. Su aventura barcelonesa culmina el viernes con la 9ª –“una celebración de sus creencias políticas y filosóficas”, dice–, en la que el Cor de Cambra del Palau se sumará a su Monteverdi Choir, al tiempo que TV3 graba y deja el documento para el recuerdo en la web del Palau Digital. “Gracias maestro por permitir que nos sumamos al mejor coro del mundo. Es otro paso en nuestro camino y que muestra la rapidez con la que estamos avanzando y creciendo”, le dice su paisano Simon Halsey, director de los coros del Palau.

En su parlamento sobre la pertinencia de ofrecer al público actual las sinfonías de Beethoven y sobre si guardan relación con la realidad de hoy, Gardiner es absolutamente positivo. “No solo porque su música es un reto a nivel interpretativo, es una obra muy interesante y preciosa para escucharla –dice–, sino porque estas sinfonías, en concreto la 3ª y la 5ª, son obras muy políticas, un reflejo de las turbulencias políticas de aquella época, de la misma manera que el arte de Goya, coetáneo de la época, también muestra el ambiente bélico, los horrores de la invasión napoleónica en España, etc.”

Beethoven fue, en este sentido, un animal político que cambió de pelaje a lo largo de su vida más de una vez, observa el maestro y musicólogo inglés que a sus 76 años practica mucho yoga. “Tal vez porque se crió en Bonn, una ciudad en el Rin y muy cercana a Francia, una ciudad de las luces, en cierto modo, de gran cultura por la presencia de los franco masones y de grandes filósofos y músicos ilustrados. Y esta proximidad hizo que se sintiera tentado de ir a París, cosa que no hizo gracias a Dios porque probablemente habría acabado guillotinado”.

De la 3ª Sinfonía, la llamada Heroica, recuerda que viene cargada de mucha mitología. “Se dice que Beethoven se la dedicaba a Napoleón, pero cuando luego oyó decir que se hacía coronar emperador por el Papa de la época, rompió la primera página de la partitura. Y aunque es una anécdota, que podría perfectamente ser verdad, no querría que eso dominara la forma en que entendemos esta sinfonía: se trata de un héroe muy prometeico. Y si el primer día pudimos interpretar también música que él creó para ballet centrándose en la figura de Prometeo, a partir de una melodía, que es la danza inglesa, vemos que esa misma melodía la hace servir en la Heroica. No parece muy prometedora pero que él le saca todo el jugo y acaba haciendo una obra extraordinaria”.

Beethoven, al igual que Shostakóvich un siglo después, habría podido ser torturado hasta morir si se hubiera descifrado su música

En cuanto a la 5ª, la califica de absolutamente política. “Siempre se ha dicho que anunciaba una nueva era política. Muchos regímenes políticos se la han apropiado... Pero yo cambié de idea cuando leí a un filósofo musicólogo que escribió en los años veinte del siglo pasado y habla de Cherubini, del himno del Panteón, y de cómo ese texto tácitamente podría estar en la génesis de esta obra. Beethoven veneraba a Cherubini, y hay un verso de esta obra que explica: ‘juremos espada en mano, morimos por la república y por los derechos humanos’”.

Y de la misma forma que Shostakóvich, durante el régimen estalinista, habría corrido mayor peligro si se hubieran descifrado muchas de sus obras que llevaban incorporado lo que quería transmitir, también a Beethoven le habría podido costar la vida su música, o lo habrían torturado hasta la muerte, advierte Gardiner.

“Viena en esa época no era como París, iba siendo más y más conservadora con la intención de que aquella filosofía acabara dominando todo el paisaje político europeo. Y por lo tanto fue muy atrevido por su parte crear una obra con este trasfondo y a la vez una celebración de cómo la música abstracta es capaz de transmitir mensajes filosóficos y políticos. Pero se salió con la suya. Digamos que le gustaba jugar con el peligro”.

El Brexit
Boris Johnson lo anunciaba mientras ensayábamos la 9ª de Beethoven, el himno europeo por excelencia. Deploro esta decisión fatídica”

Y concluye hablando del fatídico Brexit. “Es curioso que ensayando con el Monteverdi Choir y la Orchestre Révolutinnaire et Romantique, el uno de febrero, viviéramos el día después que Boris Johnson anunciara la separación de mi país del resto de Europa, cuando precisamente la 9ª es el himno de la comunidad europea por excelencia. Deploro esta decisión fatídica que me causa mucho dolor. Aunque también me causa alegría estar aquí presentando estos conciertos con mis conjuntos y el Cor de Cambra, nos esperan unas noches muy interesantes a todos. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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