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Evgeny Kissin: “Con franqueza, no sé qué es el reguetón”

13/2/2020 |

 

El pianista y compositor judeoruso aterriza en L’Auditori y el BCN Clàssic tras 18 años sin actuar en Barcelona.

Tenía un año y medio y ya cantaba de memoria Rabia por el penique perdido de Beethoven. “Yo no lo recuerdo pero hay una grabación que lo atestigua”, dice Evgeny Kissin (Moscú, 1971), volviendo por un momento a su infancia de niño prodigio. Un prodigio excepcional si tenemos en cuenta que a los diez años hizo su debut no ya en recital, sino como solista junto a una orquesta.

Este amante de la poesía para quien Pushkin es el Bach de la literatura, ha despuntado especialmente en el repertorio romántico, gracias a una combinación única de su interpretación canónica a la vez que poética. Ya en plena madurez, regresa ahora a Barcelona transcurridos 18 años desde la última vez que actuó en la capital catalana. Llega con un último doble disco de Sonatas de Beethoven bajo el brazo, editado por Deutsche Grammophon. Y este 13 de febrero ofrece en recital algunas de ellas, así como las Variaciones Heroica, dentro de temporada de cámara de L’Auditori y del ciclo BCN Clàssics.

¿Cómo ha cambiado su comprensión de Beethoven con el tiempo?, le preguntamos en una entrevista realizada por internet con tendencia a las respuestas monosilábicas. “Cuando vuelvo a piezas que toqué muchos años atrás, no me parece que mi comprensión haya cambiado. Las toco de manera distinta –asegura–, lo que más bien demuestra que yo mismo he cambiado”.

Artista introvertido, se transforma ante el teclado vehiculando toda su capacidad expresiva a través del piano. Ha hecho también sus incursiones en la composición y hace un par de años publicó un libro de memorias y reflexiones, al que siguió en el 2019 otro de poemas y cuentos cortos en yiddish.

¿Qué planes tiene para su carrera?

“Ninguno. Nunca me he preocupado por mi carrera. Sólo quiero tocar buena música, es lo único que siempre he querido”, afirma este ganador de diversos Grammy, entre otros tantos galardones más específicos del mundo de la clásica. ¿Lamenta que a diferencia del pop o el reguetón, el eco de los premios que se dan a los intérpretes de la música clásica no llegue a oídos del gran público?

“No, no me importa. No sé nada de la música popular, no me interesa. Y francamente, no sé qué es el reggaeton. De manera que no pienso en ello y por consiguiente nunca me he parado a comparar ambas audiencias”, añade este judío que vivió sus primeros veinte años de vida en Rusia para luego nacionalizarse británico y más adelante israelí.

Mientras en el Palau de la Música, Sir John Eliot Gardiner prosigue con la integral de Sinfonías de Beethoven junto a la Orchestre Révolutionnaire et Romantique, Kissin abordará la muy emocional y experimental Sonata Patética , la muy turbulenta La tempesta y la tan virtuosa Waldstein , llevando la capital catalana a su punto de ebullición máximo en las celebraciones del Año Beethoven.

“Me pareció que esas Sonatas junto con estas Variaciones Heroica sonaban bien y hacían un buen programa”, indica por correo electrónico.

Residente en la actualidad en Praga, donde se casó hace tres años con una amiga de la infancia, Kissin no es proclive a hablar de la existencia de una pianística rusa, si bien contribuyó a extenderla por todo el mundo tras la caída del comunismo. Cual judío errante ha vivido en Nueva York, Londres o París. Fue en 1987 que hizo su debut al lado occidental del telón, con tan solo 16 años, de la mano de Valery Gergiev y violinistas como Vengerov y Repin. Al año siguiente, su salto a la escena internacional tuvo algo de sonado.

El mítico director de orquesta Herbert von Karajan había invitado al genial pianista Ivo Pogorelic –que paradójicamente había hecho fama al quedar eliminado del Concurso Chopin– a tocar con la Filarmónica de Berlín el Concierto para piano núm. 1 de Chaikovski. El yugoslavo le plantó y Karajan llamó entonces a un jovencísimo Kissin, que no sólo apareció en las televisiones de todo el mundo, pues se trataba del concierto de Año Nuevo, sino que con 18 años acabó grabando la pieza con el maestro austríaco para el sello Deutsche Grammophon. La propia discográfica con la que Pogorelic había sacado el mismo Concierto de Chaikovski bajo la batuta de Claudio Abbado.

Las comparaciones no se hicieron esperar: a la rareza interpretativa del yugoslavo se contraponía esa versión preceptiva a la vez que poética de Kissin. Aquella ‘batalla’ contribuyó a su consagración. Zubin Mehta se lo llevo a Nueva York para debutar junto a la Filarmónica de la Gran Manzana, tras lo cual debutó a solas en el Carnegie Hall.

Su experiencia con Beethoven, que es el compositor que le trae ahora a Barcelona, fue también prematura teniendo en cuenta la dificultad de su obra. Con 25 años grabó el Concierto núm. 2 y el núm. 5. Para la integral esperó, eso sí, hasta los 36. ¿Es cuestión de experiencia de vida o de experiencia musical estar preparado pra la complejidad beethoveniana?

“Depende de cada intérprete –responde–. Hay pianista como Schnabel, Solomon o Gilels, por ejemplo, que son instrumentistas natos de Beethoven; otros como Rubinstein, Horowitz o Samson Francois no lo son”.

¿Podría decirnos que es para usted Rusia?

“Es mi país natal, donde nací y viví los primeros veinte años de mi vida. Me fui hace muchos años pero he seguido acudiendo a tocar conciertos”.

¿Algún deseo políticamente hablando?

“Que Arabia Saudí, Qatar, Bahrain, Kuwait, Omán y los Emiratos Árabes acaben con Hamas y fuercen a Fatah a cambiar su política y aceptar el plan de paz de Trump. No admiro a Trump, pero me gustaría que se implementara su plan y llevar la paz a Oriente Medio”. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet