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Un Beethoven ecologista

28/2/2020 |

 

París aplaude la utopía medioambiental del ‘furero’ Carlus Padrissa sobre ‘La Pastoral’

Nada más acceder al edificio de la Seine Musical, una chica cargada de folletos te tiende uno para que lo
leas. El público ha de conectarse a la aplicación Kalliôpé. Y hay que hacerlo antes de entrar en el famoso huevo, esto es, el auditorio que sobresale en este gran complejo cultural inaugurado en el 2017. El pasillo que lo circunda, recubierto por una gigantesca celosía oval, deja ver el Sena e intuir cómo era esa zona industrial del sudoeste parisino –aquí estaba la antigua fábrica Renault– a la que ahora le crecen edificios de oficinas a ritmo de 22@.

Alguien dice haber visto hace horas a Mick Jagger saliendo del estudio de grabación –también lo hay en la Seine–, lo cual nos hace sentir algo más importantes mientras cargamos con el smartphone en una mano y el folleto de instrucciones en otra. Esa app interactiva nos lanzará imágenes y mensajes durante la función –como que el cambio climático era una preocupación veinte años antes de que muriese Beethoven; o que en su cadáver se descubrió una presencia de plomo cien veces superior a la normal–, y además nos permitirá votar el final de la función. ¿Es usted optimista o pesimista respeto al cambio climático?

Sin duda la fama de La Fura dels Baus no se alimenta sólo de monumentales puestas en escena para teatros de ópera. Carlus Padrissa, el más visceral de los fundadores del colectivo catalán, también asume últimamente singulares proyectos sinfónicos que insufla vida teatral a música puramente orquestal. ¿Qué narrativa escénica merecería, por ejemplo, La Pastoral de Beethoven, su sinfonía descriptiva subtitulada Recuerdos de la vida campestre?

Tras un preestreno en Aix-en-Provence, este proyecto titulado Pastoral for the Planet impactó anoche al público de Seine, que asistió a una uno de los genuinos montajes mitológicos de Padrissa, con cuatro acróbatas fureros y grúas manuales, mientras al fondo del escenario sonaba, con una acústica magnífica, la Insula Orchestra. Estamos en la sede de esta formación que dirige la francesa Laurence Equilbey y que ya colaboró con Padrissa en La Creación de Haydn (2017), un montaje que, por cierto, debía inaugurar la Seine, si bien Bob Dylan se adelantó en la macrosala de conciertos.

“Primero está el paraíso, la luz, el hombre iluminado –comenta Padrissa del montaje–, pero Zeus se enfada, opina que los humanos no pueden ser como los dioses, de modo que les envía la Caja de Pandora”. La directora de orquesta representa a Zeus, de ahí que haga su entrada en escena portando una luz. Inmediatamente llega Prometeo, que se la arrebata para dársela a los humanos. Y con la llegada de la Caja de Pandora, la gente comienza a destruir la tierra, pues cada cosa que sale de ella la vuelve más esclava: dinero, coches, tanques, virus...

“Todo son inventos del hombre –añade el furero–. Y ahí los tienes, todos esclavos del teléfono. Me parecerá raro que los jóvenes acepten activar el modo avión mientras estén en la sala usando esta app, ja ja”.

Pero los hay. Sin duda la propuesta está pensada para atraer a un público distinto a la sala de conciertos. Y parece encantado con esta meditación inmersiva sobre la relación entre naturaleza y ser humano. Las ilustraciones y escenografía de Mihael Milunovic (un árbol mecánico que tanto da frutos como languidece) y la creatividad de Eyesberg, con vídeos envolventes a 360º, ahondan en ese ideal utópico de una aldea global que vive de los recursos de la naturaleza, sin consumo.

Claro que también habrá quien lamente ruidos en una audición de Beethoven. “Pero la gente ya ha tenido ocasión de degustar Beethoven en total silencio... ahora se trata de otra cosa”, alega Padrissa.

La Pastoral suena abrazada por otras músicas. Desde sus Criaturas de Prometeo a piezas de Reicha, Weber, Rietz y Fanny Mendelssohn, de quien la soprano Sophie Karthaüser canta una hermosa Hero und Leander como fin de una primera parte. Y todo trufado con tonadas tradicionales, como la jota aragonesa –cantada por un vecino del propio Padrissa, que murió el año pasado–, un canto de Guinea Ecuatorial o el de siete abuelas ucranianas proyectadas por las paredes del auditorio.

Bombardeos, inmigración... hasta que llega el happy time de La Pastoral . Arar, sembrar, recoger... Y ahí toca escoger un final para el planeta. ¿Sobrevivimos como peces en una Venecia anegada o nos vemos obligados a huir de la Tierra? Pero no hagamos spoilers, porque este despertar de las conciencias viajará a Dortmund y Bremen. Y acaso a Torroella de Montgrí, en agosto. 

Maricel Chavarría
La Vanguardia

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