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El regreso de la ópera: con menos aforo y reubicando los vientos y el coro

29/5/2020 |

 

Los teatros españoles remiten al Ministerio de Cultura sus protocolos sanitarios consensuados

En sus cuatro siglos de historia, la ópera ha vivido todo tipo de desastre, guerras y pandemias. Y ahí sigue. Es parte de la cultura europea por antonomasia –hoy ya global–, es el pegamento que nos ancla a un pasado cultural común y que actúa como baremo en el mundo occidental para medir la fortaleza de una sociedad. De ahí que, superado el confinamiento por el coronavirus, en este regreso tímido de la cultura todas las miradas estén puestas en los teatros líricos.

¿Cómo va a seguir jugando la carta de la grandeur este arte total que engloba música, danza, teatro y artes visuales? ¿Cómo va a lidiar con su complejidad y régimen de ensayos? ¿Qué van a hacer las orquestas en el foso con la distancia social que requieren los instrumentos de viento? ¿Cómo se dispondrá el coro en escena? ¿Cómo se va a cumplir con los aforos reducidos? ¿Cómo se garantizará la seguridad del público?

Respecto a estas dos últimas cuestiones, ayer se hizo viral la drástica imagen del patio de butacas del Theater am Schiffbauerdamm de Berlín con muchas de las butacas extraídas. Este edificio neobarroco en el que Bertolt Brecht y Kurt Weill estrenaron en 1928 la Ópera de los tres reales –y que se convirtió en la sede del Berliner Ensemble, la compañía fundada por el propio Brecht– ofrece una imagen elocuente de butacas solitarias y dúos para parejas debidamente separados del resto, dejando espacios laterales y una fila vacía por delante y detrás. Ni siquiera parece que vaya a llegar a ese 30% de aforo aceptado en lugares cerrados. Fue la propia institución la que compartió la imagen en las redes sociales para advertir de cómo será la próxima temporada. Las retransmisiones seguirán.

ORIOL AGUILÀ Presidente de Ópera XXI
Esta no va a ser esta una imagen recurrente, no todos los teatros de ópera del mundo tienen plateas rediseñables ni aspiran a semejante eficacia y exactitud. En España es posible que ni siquiera se plantee este modus operandi por lo que respecta a la distancia social. Esta semana, los 26 teatros y festivales que forman parte de Ópera XXI ha hecho llegar al Ministerio de Cultura su propuesta consensuada de protocolos de actuación para la seguridad, y ahora están a la espera de que Cultura y Sanidad los ratifiquen o alteren.

“Ojo, son protocolos de desescalada que tienen que ver con esta fase de transición que viviremos este verano. Pues en la nueva normalidad de la rentrée esperamos poder operar como lo hacíamos antes del coronavirus, es decir, con el aforo al cien por cien”, advierte Oriol Aguilà, presidente de Ópera XXI, quien prefiere no hacer público este borrador.

“Se trataría de mantener las medidas médico-sanitarias tanto para el público como para los colectivos de los teatros, pero que ya podamos desarrollar un modelo de teatro de ópera que precisa del cien por cien del aforo que lo haga posible. Sanidad ha de determinar los ritmos y las formas, y gestionaremos los espectáculos y las producciones con las medidas de prevención necesarias, de acuerdo con los colectivos y los comités... pero tenemos que poder hacer ópera”.

Está por ver las medidas sanitarias en escena y entre los artistas, pero por lo que respecta al público, es presumible que, al igual que anunció la semana pasada el Palau de la Música Catalana, estas actuaciones tendrán en cuenta cuestiones como la entrada escalonada de público, la cancelación de programas de mano o guardarropía, o la instalación de medidores de temperatura, alfombras desinfectantes y la renovación del aire de forman continua... Pero la gran cuestión es si con el uso obligatorio de la mascarilla se considerará o no seguro reducir la distancia social por debajo de los dos metros. Incluso por debajo del metro y medio, pues sería el único modo de garantizar el 50% del aforo en teatros de ópera.

“Partimos de la idea de que los teatros son espacios seguros capaces de gestionar la movilidad en su interior –dice Aguilà, también director artístico del Festival de Peralada–. Hay convocatorias del mundo de la música y del teatro que son más masivas, pero en la ópera los aforos son limitados en número. Y además hay una civilidad per se en su manera de funcionar, lo cual es un activo que nos da una certeza de que haremos las cosas bien”.

El Teatro Real de Madrid se las promete aún más felices. Aún siendo un espacio cerrado, planea ya en julio llevar a cabo la Traviata que tenía programada en parte para mayo y en parte para julio, de manera que ampliaría el número de funciones para que reducir el aforo no suponga una catástrofe económica. “Acabo de confirmar mi participación en la Traviata este verano en Madrid!!! Me siento muy feliz de volver al escenario, de cantar y transportar emociones de corazón a corazón, de mejorar, de retarme y de sentirme vida!!!”, decía ayer en su cuenta de Instagrama la soprano Ekaterina Bakanova, a quien ya se vio protagonizando este Verdi en Peralada el año pasado. Su primera función tendrá lugar, explica, el 3 de julio, y la última el 23.

No nos engañemos, el modelo de financiación del Real –con sólo un 23% de subvención pública– hace necesaria la taquilla para poder subir el telón. Esta ilusionante Traviata, cuyo director de escena, Willy Decker, podría readaptar en forma semiescenificada para garantizar la seguridad de los artistas, necesitará del 50% del aforo. Pero es en julio y se trata de un teatro cerrado, así que dependerá de si se han superado correctamente las fases de desescalada. El Inaem ha alentado este verano a los grandes festivales: Almagro, Mérida, Granada... pero son al aire libre.

Por otra parte, hay incógnitas que el Real no tardará en revelar. La orquesta está animada, las cuerdas pueden usar mascarilla, por lo tanto la distancia se reduce, y los vientos pueden subir del foso al escenario, de acuerdo, pero ¿qué se hace con el coro? Según un reciente estudio de Reino Unido es, junto con la flauta travesera, lo que más peligro de contagio presenta en la estructura operística. ¿Cuán numeroso podrá ser el de La Traviata ? ¿en qué dirección cantará el famoso brindis? ¿a qué distancia entre sus miembros?

Habría que recurrir a los test previos, lógicamente, antes de cada ensayo y función. En conjunto, el Real se aventura y el riesgo que corre podría repercutir en todo el sector operístico. Pero también abre camino. “Tengo una cierta ilusión de que podamos estar a la vanguardia de la apertura”, decía ayer su presidente, Gregorio Marañón

Como los protocolos son algo vivo y revisable cada dos o tres semanas, cabe la posibilidad de que en otoño no sean necesarios los planes B. Si hablamos de teatros que forman parte de Opera Europa (200 miembros de 43 países), la Royal Opera House de Londres , por ejemplo, se niega a modificar su temporada, demasiado espectacular como para operar cambios, dicen, de manera que si no se puede abrir al cien por cien son capaces de cancelar todo su cartel de otoño.

Sin embargo, a escala mundial todo el mundo tiene plan a, b, c, d... y todo un abecedario de hipótesis de cara a la rentrée. El Gran Teatre del Liceu es de los prudentes en este sentido, pero también posibilista. Junto a planteamientos de pequeño formato y adaptaciones, se contempla el escenario ambicioso de mantener la temporada tal como estaba prevista.

Para esto último ya es demasiado tarde, pues según ha podido saber este diario, se ha cancelado la ópera Eugen Onegin de Chaikovski con la que estaba previsto inaugurar oficialmente la temporada en octubre. Los detalles se sabrán el 17 de junio, fecha que el Liceu dio ayer para anunciar su nueva temporada. También el Real dio fecha ayer para presentar la 2020-21; será el 2 de junio.

El Covid-19 solo se vence con prudencia y perseverancia. Y parece que la actitud en Alemania –que fue la primera en cerrar los teatros de ópera– sería el referente en este sentido. Pero también es cierto que el tener o no el sueldo asegurado predispone a los cuerpos artísticos de un modo u otro frente a la cuestión de la distancia de seguridad. En la Filarmónica de Viena, por ejemplo, donde necesitan tocar para cobrar, se dan por buenos los 80 centímetros, mientras que en la de Berlín, los vientos se sitúan a cinco metros. En este sentido, los teatros de ópera germanos pueden actuar de manera idílica porque están altamente subvencionados.

En Francia, por otra parte, el caos se ha apoderado de la Ópera de París : el coronavirus llegó justo después de un periodo de tres meses de huelgas lacerantes durante los que Emmanuel Macron se sintió desoído. Por lo que ahora el presidente francés se habría puesto de perfil ante el déficit de 40 o 50 millones de euros que ha acumulado su coliseo lírico.

Su director, Stéphane Lissner, a punto de pasar a ser intendente del teatro San Carlo de Nápoles, ha hecho estos días unas declaraciones a France Inter asegurando que “la disminución del presupuesto para Cultura durante casi 25 años se revela como la causa de la crisis del sector, que no ha salido a la luz hasta la crisis sanitaria”.

Y que las medidas de reapertura y reactivación de la actividad cultural anunciadas por el equipo de gobierno de Macron son insuficientes para abrir el teatro. Solución: se dice que tal vez no haya otoño operístico y se aprovechen estos seis meses para reformar la Opéra Bastille, que a pesar de ser relativamente joven –30 años– necesita ayuda urgente

Y un apunte para la danza, el arte físico por excelencia en los teatros de ópera. En España, como los teatros no cuentan con compañías residentes los tienen fácil, basta con traspasar las decisiones a las compañías invitadas. No se puede cantar con mascarilla, pero sí bailar. Es más, en todo ese nuevo mercado de los streamings –cuyas visitas se ha disparado en esta pandemia– la danza arrastra a un público que podría llegar a consolidarse.

Como dice Oriol Aguilà, “más allá de la industria creativa que mueve la ópera, lo que tiene es un impacto económico nada desdeñable”. “Y si planteamos un turismo más ordenado y no tan masivo, comprometido con la sostenibilidad, la ópera tiene mucho que decir en este nuevo modelo post-Covid”, añade. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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