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Jordi Savall: “Mi sueño sería que pudiera existir una fundación Savall como existe una Tàpies”

2/8/2021 |

 

https://www.lavanguardia.com/cultura/20210801/7638156/jordi-savall-mi-sueno-seria-pudiera-existir-fundacion-savall-existe-tapies.html

El violagambista y maestro catalán repasa su trayectoria sin dejar de pensar en el futuro. Una masterclass de viola de gamba en vídeo con Jordi Savall: "Con el cello puedes cantar, con ella susurrar"

Jordi Savall, esa fuerza viva del renacimiento de la música antigua, investigador y divulgador de tesoros olvidados y ferviente defensor del sonido original en la clásica, cumple hoy 80 años. El violagambista y maestro catalán, una de las grandes personalidades de la cultura, defensor del poder de la música en la construcción de la paz, llega así a la que se considera la edad de oro en la dirección orquestal.

Activo y pletórico, piensa seguir haciendo giras y engrosando con proyectos musicales el hermoso catálogo de Alía Vox, el sello que lanzó hace tres décadas después de recibir un Grammy por la participación en la famosa película Tous les matins du monde (1991). Convoca a La Vanguardia en su casa, en la gran sala en la que conviven el despacho para la maquinaria musical y otro para estudiar partituras. Rodeados de libros y algunos instrumentos, dice que ha estado dando conciertos en Francia y Salzburgo. Ahora prepara con su mujer, la filósofa holandesa Maria Bartels, una fiesta íntima de cumpleaños.

¿Si hoy se encontrara con el Jordi Savall pequeño en un restaurante, cree que se sentiría orgulloso de usted?

Si tenemos en cuenta cómo empezó todo, creo que no lo creería. Mis circunstancias de niñez, con mi padre republicano escondiéndose del franquismo, el hermano de mi madre habiendo sido forzado a ir a la guerra, donde lo mataron enseguida... Hablamos de dramas existenciales, casi como los que contaba tan bien Víctor Català en sus cuentos. Como niño no habría podido imaginar que podría hacer todo lo que he hecho en la vida. Aproveché como pude lo que se me ponía delante, entré en la escuela para hacer estudios normales, pero también aproveché para aprender a cantar y tocar. Recuerdo que tuve el coraje de decidir estudiar el violonchelo después de sentir el poder de la música durante un ensayo del Réquiem de Mozart (dirigido por Joan Just, mi maestro en el conservatorio de Igualada), y que fui persistente y disciplinado con la mi obsesión por la música, no cayendo en ninguna otra tentación lucrativa y momentánea. Y así fue hasta terminar mis estudios en Basilea, en los años 70, cuando ya tenía 28 años y todavía me ganaba la vida dando clases en una escuela cerca de Basilea. Empezaba a hacer algún concierto, pero era básicamente dependiente de un préstamo a graduados (del Gobierno de España) que me permitía vivir muy modestamente. Tenía compañeros que habían estudiado como yo y ya tenían un coche Mercedes porque tocaban en una orquesta sinfónica y se ganaban muy bien la vida. Yo también habría podido hacer esto, pero preferí resistir aferrado a mi independencia.

¿Cómo lo marcó el maestro ­August Wenzinger?

Fue un maestro muy comprensivo y generoso. Me aceptó como discípulo en 1968, cuando yo llevaba ya tres años investigando a solas con las fuentes originales en las bibliotecas de París, Bruselas, y en el British Museum... Cuando llegué a Basilea le dije: "Me gustaría hacer un experimento, quiero aprender a tocar la viola de gamba a partir de las informaciones que tenemos de la época. Me podría ayudar?". Wenzinger fue uno de los primeros en adentrarse en el estudio de la interpretación de la música antigua y, como la mayoría de pioneros, era violonchelista y su manera de tocar la viola se basaba en la técnica del violonchelo. Por eso la idea le interesó. "De acuerdo, veremos qué pasa con ese experimento, pero no llevaré más mi viola por no influenciarte", me respondió. Fue fantástico y pude cursar mis estudios finales en junio de 1970.

En los años sesenta, la búsqueda de un sonido original era una contracultura. ¿Quién ha ganado la partida, ustedes o las sinfónicas?

No se puede hablar de quien ha ganado, porque las que siguen teniendo el poder son ellas, ya que tienen los recursos necesarios. Las 30 principales orquestas europeas tienen más de 800 millones de euros repartidos en recursos públicos. En cambio, los 30 grupos de música antigua más importantes de Europa tienen unos recursos tan escasos (menos del 3,5%) que no es comparable, además de totalmente injusto, especialmente porque la situación del reparto de recursos no ha seguido el evolución de la historia. Hasta los años 70 y 80 no había orquestas de música antigua comparables a las sinfónicas. Había el Concentus Musicus de Nicolaus Hannoncourt, sí, pero estábamos en un proceso de evolución. Recuerdo que en aquellos primeros años de mi carrera, venía a tocar a menudo en Barcelona y Madrid la Pasión según San Mateo con orquestas sinfónicas; en aquella época era normal. Interpretaban Bach, a Vivaldi, Händel... Pero hoy día ya no hacen estos repertorios. Se han creado unas nuevas orquestas que interpretan estas músicas como, suponemos, se hacía en la época, y planteando también la recuperación de los instrumentos originales con unos sonidos y unas cualidades de articulación y de dinámica muy diferentes a la de los instrumentos modernos.

Ahora hay muchas orquestas, sobre todo en Alemania, Bélgica, Inglaterra y Francia que, como la nuestra, son muy capaces de interpretar desde los repertorios barrocos hasta las sinfonías de Beethoven, La Creación de Haydn o cualquier repertorio posterior con los instrumentos de la época. Las orquestas sinfónicas institucionales han conservado todos los recursos, pero los nuevos grupos estamos dejados a la mano de Dios, un problema europeo grave que se ha visto acentuado por la pandemia de la covid.

¿De qué manera?

Antes de que surgiera los grupos independientes cubríamos nuestros gastos de estructura con un pequeño porcentaje (15%) que añadíamos al caché que acordábamos. Por ejemplo, si el coste de honorarios y gastos por un proyecto era, suponemos, de 50.000 euros, añadíamos unos 7.500, que servían para cubrir los gastos de estructura, personal de la Fundación, la organización, la investigación, la agenda de los músicos, los tour managers, etc. Con las restricciones a raíz de la covid se han anulado muchos conciertos durante más de un año y estos recursos se han perdido. Por eso actualmente desde Le Concert Des Nations y la Capella Reial de Catalunya, que cada año llevan la imagen de nuestro país en el mundo, necesitamos más recursos para estar a la altura de los mejores conjuntos europeos de Francia y de Alemania, que tienen mejores ayudas a la creación y difusión. Hay que recordar que, a pesar de los pocos recursos de que disponemos, somos de los pocos conjuntos, junto con el Quartet Casals, que llevamos el prestigio musical de Catalunya a las principales salas de conciertos de todo el mundo, desde las de Europa, América del Norte y del Sur, Australia y Nueva Zelanda, Norte de África, China, Corea y Japón, y de los pocos que están presentes regularmente en festivales importantes como el de Salzburgo y el de Styriarte, entre otros.

Pero la marca Savall ha despertado interés de Rothschild, por ejemplo.

Es cierto que hemos tenido unos acuerdos culturales con la Fundación Ariane de Rothschild para unos proyectos concretos, como el de Beethoven, pero las aportaciones son de 50.000 euros, 40.000 euros... No es así que se puede salvar un proyecto, a parte de que no es estable. Además, como no hay una ley de mecenazgo atractiva, es muy difícil conseguir una protección en este sentido para las cosas del país.

A menudo hay más interés en financiar que venga una buena orquesta de fuera, para dar prestigio a la ciudad, que en ayudar a que los músicos de la ciudad tengan recursos para hacer brillar Barcelona y Catalunya y llevarlas al mundo. Es una mentalidad un poco colonialista el pensar que Barcelona es importante porque podemos invitar a las mejores orquestas del mundo a venir a nuestra casa.

¿Qué plantea hacer con su legado? Hay proyectos como el suyo que han sobrevivido a su fundador y otros que desaparecen.

Mi sueño sería que pudiera existir una Fundació Jordi Savall como existe una Fundació Tàpies. Tener un espacio en Barcelona donde poder ensayar, presentar nuestras actividades, hacer masterclass, ruedas de prensa y poder incluir todo el archivo personal musical: partituras, libros, instrumentos... todo este legado de más de 55 años. Y también conservar el legado intangible. Dar recursos a la Capella Reial y a la orquesta para que continúen ensayando. Piensa que ya tengo en mente qué nombres de directores que creo que podrían tomar mi relevo cuando me retire, y con aluno he hablado recientemente.

¿Como cuáles? ¿Los incorporaría ahora?

El planteamiento es ser consciente de que yo en un momento dado tendré que reducir la actividad, y la única manera de asegurar el futuro es poder invitar a buenos directores que conozcan la música antigua y la moderna. Se trata de una evolución natural y perfectamente posible, al igual que la Filarmónica de Berlín o de Viena han contado con grandes músicos y directores que han creado la orquesta y que cuando se han retirado han visto cómo se tomaba el relevo. Nadie es insustituible. Somos indispensables para poner en marcha un proyecto, pero luego todo puede continuar con un buen conductor. El tren ya está en marcha.

Savall es pionero en la construcción de una idea de producto musical, asociado a una imagen...

Yo tengo la ventaja de que mi infancia fue relativamente dura en el sentido de que tuve que trabajar en una fábrica, una fábrica de jerseys, y he conocido lo que es depender de un amo, ser mandado cada día y tener que hacer cosas que no son lo que a ti te gustaría hacer. Fue una forma de castigo de mi padre porque a los 14 años era un mal estudiante. De hecho, al no poder hacer el Bachillerato por falta de recursos, tenía que estudiar Comercio, y eso no me interesaba nada. Trabajar fue una lección fantástica. Me pasé allí de los 14 a los 19 que me fui a la mili y me liberé.

Toda esta cultura del rendimiento, de trabajar para "ganarse la vida", es terrible. Nos tenemos que ganar la vida, pero principalmente estudiando y mirando de desarrollar lo mejor de nosotros, no como una tortura para tener derecho a vivir. Esta experiencia me hizo ver que la vida sin libertad es muy frustrante. Lo que sentía, antes que nada, era la necesidad de ser libre, para aprender y estudiar. Hiciera lo que hiciera, guardar mi libertad.

¿Qué fue antes en su vida, el mundo espiritual o la música?

Descubro la música con seis años. Cuando siento cantar en el corazón de la escolanía me digo a mí mismo: "Aquí estaré como en casa". Yo no podía ser consciente entonces de qué es concretamente la espiritualidad. La dimensión espiritual está ligada al placer de sentir cantar. La música sin espiritualidad no tiene sentido. Hay que dejar que la música fluya por ella misma. Y para ello debes preparar muy bien, debes tener recursos y disciplina.

¿Y hay algún ejercicio del alma que se deba hacer?

Todos tenemos que hacer ejercicios del alma para encontrar nuestro equilibrio. La vida siempre tiene muchas incógnitas. Todos tenemos muchos traumas de pequeños que generan inseguridades. Yo por ejemplo, al empezar el violonchelo relativamente mayor, a los 14 años, la conciencia de lo que estaba haciendo ya era muy fuerte. De mayor eres siempre mucho más consciente de lo que no te sale perfecto, de lo que te falta, y entonces sufres. Yo, hasta ser bastante mayor, pasaba muchos nervios cuando tocaba, lo que me obligó desde muy joven a leer y estudiar sobre relajación, autocontrol, meditación... He pasado los últimos cinco años que he estudiado violonchelo y los diez años que he estudiado la viola de gamba dedicando cada día una hora a hacer ejercicios de relajación. Este largo aprendizaje te permite concentrarte en cualquier circunstancia. Si no vives con armonía tu vida interior, no podrás transmitirla. Por eso la música es también una medicina.

¿Qué siente que le queda por hacer?

Abordar algunas obras importantes a las que no me he podido dedicar todavía. Tengo unas ideas muy novedosas de cómo hacerlas, muy diferentes de la manera en que se hacen. Quisiera integrar muchos jóvenes a los proyectos del Cor de la Capella Reial porque pienso que es fundamental en este momento dejar una transmisión de más de medio siglo de experiencia. Intento también hacer que las autoridades culturales del país sean conscientes de que el valor de un patrimonio no es solo el tangible, un cuadro, una casa, una partitura. El patrimonio que representa una orquesta y un coro que llevan treinta años trabajando son también un patrimonio real. Me gustaría poder despedirme de la vida sintiendo que esto se reconoce y está integrado dentro de los valores del país.

El problema principal es hacer entender que el valor de una orquesta no es solamente hacer un buen concierto, sino la capacidad que tiene de interpretar un patrimonio disponible siempre con excelencia. En este momento podemos interpretado desde unos cantos medievales a una sinfonía de Beethoven o desde una suite de Bach a La Creación de Haydn con cuatro o cinco días de trabajo, y alcanzar un nivel de excelencia. Esto es fabuloso. Con nuestros conjuntos tenemos más de 200 programas de concierto disponibles, desde las suites de Bach hasta las sinfonías de Beethoven.

La búsqueda del sonido original que hace usted convierte en antiguas las orquestas modernas.

Es que la ventaja que tenemos es que nuestro trabajo de interpretación va en la dirección de la historia. Pasamos del Renacimiento a Monteverdi y a Vivaldi, de Bach a Haydn, y de Mozart a Beethoven y Schubert. Y de esta manera vemos qué se conserva en tradición del lenguaje musical, y descubrimos cuáles son las novedades. En cambio, cuando vas al revés, cuando vienes de Stravinsky y pasas a Bruckner, Mahler, Brahms, Schubert... intentas que todo lo que hay de fascinante del mundo moderno esté en los antiguos. Entonces creas un conflicto de estilo, porque Beethoven no pensaba como Mahler, ni los recursos eran los mismos. Intentar tocar Beethoven como se interpreta Mahler es deformarlo. Todo progreso pasa por un retorno a las fuentes.

Debe de ser el maestro que más repertorio abarca en el tiempo. ¿Ahora quiere hacer Bruckner?

Es una invitación que tengo del Festival de Bruckner para el año 2024. Bruckner es uno de los grandes sinfonistas y uno de los grandes compositores y cuenta con una espiritualidad increíble. El gran dilema que tenemos actualmente es que las orquestas sinfónicas, que las hay fabulosas, se mueven dentro de un patrimonio orquestal e instrumental que tiene una fecha muy concreta: finales del siglo XX y principios del XXI. Este instrumentarium no es el que tenían ni los clásicos ni los románticos. Los instrumentos de la época de Bruckner eran diferentes a los de hoy en día. Yo ya lo quería hacer hace décadas, pero me faltaban recursos. Ahora los tengo porque he recibido una ayuda importante del Ministerio de Cultura de Francia. Yo he tenido la suerte de que dos presidentes en Francia me han recibido ¡para hablar de música! En primer lugar el presidente Manuel Valls, y también el actual presidente, Emmanuel Macron. Gracias a su interés por la música y la cultura contamos en este momento con más recursos de Francia que de Catalunya. Es sorprendente... y yo creo que sintomático.

Nuevo Festival Savall en Santes Creus
La covid ha obligado a cancelar de nuevo el festival de Poblet, donde Savall tenía asegurada su presencia en Catalunya en verano. El músico ha promovido, sin embargo, otro festival de cinco días en Santes Creus, del 11 al 15 de agosto, con programas como El llibre vermell, dirigido por él mismo, o con el proyecto Or­pheus XXI en favor de la integración de músicos refugiados. Savall conoce el monasterio, ha tocado y grabado en él, y en el marco de la celebración de sus 80 años, era una manera de que la gente lo pudiera celebrar con él. Y como ocupa un lugar central en la Catalunya sur, en la ruta del Císter, su idea de futuro es hacer de este lugar un centro cultural que irradie en toda la zona. “El año que viene invitaría a grupos jóvenes a hacer la ruta del Císter, hacer un ciclo de Montblanc a Cardona”. El canal Mezzo irá este agosto a grabar un reportaje. 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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