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Entrevista a Andràs Schiff: Bach está lleno de grandes misterios

27/4/2003 |

 

Es difícil dudar que el ciclo dedicado al teclado de Bach que está llevando a cabo Andràs Schiff en el Teatro de la Zarzuela es ya uno de los grandes acontecimientos de la temporada. El segundo bloque, que incluye entre otros, el segundo libro del Clave bien temperado y las Variaciones Goldberg, se inicia el 28 de abril. El artista húngaro, convertido en su gran apóstol, se explaya en esta entrevista concedida a El Cultural sobre la trascendencia del legado bachiano.


Los asistentes a los primeros recitales dedicados a Bach por Andràs Schiff no daban opción a su asombro. El encuentro entre el pianista húngaro y el compositor alemán alcanza niveles inusitados. Los más avezados se atrevían a compararlos a las lecciones Bruckner que impartía Celibidache, a las lecturas beethovenianas del Barenboim de los ochenta o al saber decir rossiniano de Teresa Berganza. Son encuentros en la cumbre que raramente se producen y, por ello, se convierten casi más que en acontecimientos en lecciones del Más Allá. El ciclo se complementa con tres conciertos que se inician el lunes con las Suites Francesas, para continuar el miércoles con el segundo libro de El clave bien temperado y culminar con esa inmensa lección que son las Variaciones Goldberg el día 3 de mayo.

Con hablar pausado, Andràs Schiff, uno de los mayores pianistas de la actualidad, explica a EL CULTURAL las razones que le han llevado a configurar un ciclo de estas características. “Bach es el padre de todos los compositores. Es el más grande y quien más ha influido en las generaciones posteriores. Su mensaje viene determinado porque procede de un hombre espiritual, religioso, protestante, pero que tiene una actualidad absoluta para la humanidad de hoy a través de su sentido del orden. No puedo pasar mucho tiempo sin él”, asiente.

Vida desconocida
–Frente a otros compositores como Mozart o Beethoven, dotados de un genio divino, la figura de Bach se nos presenta casi más como la de un artesano de excepción.
–Eso es porque conocemos muy poco de su vida. De Mozart o Beethoven sabemos mucho más a través de documentos o cartas. De Bach hay pocas referencias por lo que alrededor han surgido múltiples leyendas románticas que, como todas las leyendas, corren el riesgo de no ser especialmente verdaderas. De él no se podría hacer una película como Amadeus. Pero detrás hay grandes misterios por resolver. Su producción es ingente, cientos de obras. Sólo llegar a copiarlas llevaría años. No queda más remedio que preguntarse cómo puedo tener el tiempo y la energía para componer millones de notas, educar a sus veinte hijos, asumir la responsabilidad del coro en Leipzig. Parece más propio de un ser sobrehumano.

–Bach fue manipulado por cierta musicología alemana de corte nacionalista que lo convirtió en un prototipo de creador germano.
–Obviamente es un compositor alemán pero no es una figura local, sino que cuenta con una proyección universal. Aunque nunca viajó fuera de Alemania siempre se sintió atraído por otras formas de pensamiento, por otras culturas. Copió música italiana, inglesa. En realidad todas cooperan en la configuración de una sensibilidad europea. Y aunque su transfondo es protestante y tan perceptible en sus cantatas o pasiones, también supo adaptarse a la sensibilidad católica con su Misa en Si menor. En cualquier caso si los musicólogos han visto en él a un father-figure (figura paternal) tampoco me parece del todo incorrecto porque Bach es la torre de la música. Todos los que han venido después han bebido de su sangre: Mozart, Haydn, Beethoven, Chopin...

–En alguna ocasión usted ha señalado la obra de Bach por su espléndido talante pedagógico.
–Es que lo es. Posiblemente al tener tantos hijos y al necesitar proveerles de una educación, sus obras me parecen muy útiles como vehículo introductorio. Es bueno estudiar esas piezas pequeñas que hay en el libro de Ana Magdalena, las invenciones a dos voces para, progresivamente, culminar con El clave bien temperado. Con ello no digo que no se deben estudiar las correspondientes escalas que, como todo el mundo sabe, son el abc de cualquier instrumento. Pero creo que es muy erróneo el concepto de abocar a la gente sólo a ese tipo de ejercicios mecánicos cuando tienen música de gran calidad. Sobre todo en lo que se refiere a la educación general. En mi opinión aquellos que quieren llevar a cabo una visión general de la música del teclado deben hacerlo de la mano de Bach.

–Y, ¿los profesionales?
–Siempre deben hacerse ejercicios. Otras cosa es el excesivo énfasis que se pone en ellos en los últimos tiempos. No creo en el trabajo puramente mecánico. El estudio de cualquier instrumento debe ser muy creativo y no solamente una ristra de ejercicios de dedos que apenas aportan nada a la sensibilidad.

Sensible a la dinámica
–Aunque sea un tópico, un clavicembalo no permite juegos dinámicos. El piano es más libre.
–Bach escribió para clavicembalo y también para clavicordio que es más sensible a la dinámica, a la diferencia de potencia. Por ejemplo, en composiciones como las Variaciones Goldberg y el Concierto Italiano es evidente que las obras están condicionadas por estar pensadas para un clavicembalo con dos teclados. Cuando las llevas al piano hay algunos problemas, podríamos denominar técnicos, que pueden llevar a una cierta colisión. Son obras tocables pero hay que trabajarlas bien. Pero en general cualquier pieza de Bach permite una increíble variedad de dinámicas y colores que están en la música. Cuando las toco no busco lo mismo que en Beethoven o en Brahms porque me condiciona su propia escritura. Son otros colores. Me gusta comparar el sonido con éstos, con el trabajo de los pintores. Velázquez no tiene la misma paleta que los impresionistas. Por ello en mi interpretación busco ediciones limpias, sin añadidos. Claro que respeto lo que hicieron grandes figuras como Bartok o Busoni, pero no me interesan sus soluciones sino que quiero buscar por mí mismo, con mi libertad. Quiero tener la capacidad de elección para obtener un tempo, una dinámica, una articulación. Mozart o Beethoven, dan menos posibilidades en este terreno.

–¿Qué dificultad puede tener un compositor después de 250 años?
–Creo que son diferentes niveles. Bach no es fácil, como no son fáciles las grandes obras de la literatura, de la arquitectura. Ver la televisión es fácil pero leer un buen libro, no. Requiere un esfuerzo. Oír a Bach demanda ese esfuerzo. Porque en una fuga hay un sentido de la arquitectura que habla de una serie de elementos cuyo desarrollo es complejo. A lo mejor un aficionado no lo ve todo pero puede seguir ese transcurrir, ese fluir genial. Una educación adecuada ayuda. Pero en esa música no hay sólo notas, sino raíces, historia, filosofía, teología. Es la vida.

–¿Hay un componente intelectual más que emocional?
–Ambos. Una fuga es como una catedral. No hace falta ser arquitecto para sentir la emoción dentro de ella, admirar la belleza de sus pórticos, de su contraluz. Hay una realidad intelectual pero también está la emocional.

–¿El músico debe completar su formación con otros ámbitos?
–Sin duda, porque si no su mensaje será muy pobre. La música tiene muchas cosas alrededor. Bach estaba muy intersado en muchos aspectos. Ahí está su vínculo con la kábala, la numerología, la filosofía, que está conectado en sus obras. De la misma manera que creo que para interpretar bien un autor es muy útil hablar su lengua. Me dirá que Toscanini, que era un gran músico, veía en el primer movimiento de la Heroica un Allegro en 3/4 y, por el contrario, Furtwängler le daba un significado más profundo. Me quedo con este último. La música es parte de ese que llamamos cultura.

–¿En este ciclo se percibe de alguna manera la evolución de Bach como ser humano?
–Todos los grandes, por poco que vivieran, evolucionaron, caso de Mozart o Schubert. Es fascinante comprobar cómo lo hicieron.


Luis G. Iberni
El Cultural

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