10/3/2006 |
Accede al Liceo de Barcelona, el próximo día 14, y para diez funciones, que se extenderán hasta el 26 de este mes, la que quizá pueda señalarse como la primera ópera maestra de Mozart, una obra construida sobre la falsilla de la más tradicional ópera seria. Sucede que Mozart, siempre hábil para flexibilizar las formas más rígidas, otorgó, aun sin transgredir por completo el catón, savia nueva, luces distintas, claroscuros maravillosos a la música y supo revestir de humanidad, sin modificar realmente la estructura, a los personajes que intervienen en esta tremebunda historia de sacrificios, de tempestades –externas e internas–, de dioses autoritarios pero clementes. La figura del padre –¿un trasunto del compositor?– es eje central de la trama, seguida a través de un lenguaje en el que hay sitio para la reflexión, la introversión, el amor en su más alta exaltación lírica. Todo ello expresado mediante episódicas audacias, enorme belleza melódica y una escritura vocal de una elegancia y una pureza belcantista fuera de serie, que discurre por parajes en los que, siguiendo en cierto modo las irreverentes propuestas del reformista Gluck –en relación con el cual Mozart era más “conservador”– se combinan sin solución de continuidad el recitativo seco y acompañado, el arioso, el aria y el número coral.
A. Reverter
El Cultural