Fin de año vienés
3/1/2003 |
La vida musical vienesa, siempre floreciente durante todo el curso anual, termina su andadura con algunos espectáculos tradicionalmente multitudinarios, como las representaciones de la Ópera de Viena y, por encima de todo, el tradicional Concierto de Año Nuevo, que esta vez ha tenido como director emblemático a Nikolaus Harnoncourt, aunque su especialidad es más bien la música barroca y el repertorio mozartiano.
Al frente de la excelente Filarmónica de Viena, Harnoncourt ofreció un repertorio más escorado hacia las polcas (nada menos que siete) que los valses (tres, aparte de la “propina” inevitable del “Danubio azul”). En estos últimos dirigió con una gran sobriedad, mientras que en las polca su gesto fue más preciso y animado.
El primer número fue una marcha imperial con obvia alusión al himno nacional austriaco. El extenso programa incluyó también la “Invitación al vals” de Weber, a cuyo término el público se puso a aplaudir demostrando desconocer por completo la obra, que tiene una breve coda orquestal que Harnoncourt dio después de detener los aplausos.
Muy notables también las “Danzas húngaras” 5 y 6, cuya partitura, en una versión algo distinta, reorquestada por un amigo de Brahms, sacó Harnoncourt del archivo de la Sociedad de Amigos de la Música de Viena y ha estrenado en esta ocasión. Nada de los “arrebatos” usuales en la interpretación de estas piezas, sino una elegante interpretación de contornos sobrios y ritmo contenido, que las ha convertido en uno de los momentos culminantes del concierto.
Terminado el programa oficial, Harnoncourt deseó con gesto serio al público un buen año musical y subrayando el deseo de que fuese, además, “de paz universal”. Luego siguieron las dos inevitables propinas. Sorprendentemente, en el “Danubio azul” pareció residir el único momento flaco de la respuesta orquestal. Después de las bromas en torno a los aplausos del público en la “Marcha Radetzki”, terminó brillantemente la sesión musical más emblemática (y turística también) del ciclo anual vienés.
Por otra parte, cabe destacar que estos días la Ópera Estatal de Viena ha dado una campanada inusual con una excelente producción de “Jonny spielt auf”, de Ernst Krenek, con la soprano Nancy Gustafson encarnando uno de los papeles principales.
Roger Alier
La Vanguardia