Zarzuela ¿el fin de un género?
7/10/2006 |
El Teatro madrileño celebra 150 años de historia en plena crisis creativa.
El Teatro de la Zarzuela celebra el 10 de octubre un siglo y medio de historia con una gala que presidirán los Reyes. Pese a los más de mil estrenos en su currículum, el coliseo madrileño lleva 25 años sin subir a sus tablas una obra nueva. Con motivo de esta crisis creativa que vive el género, El Cultural trata de averiguar qué razones han llevado a los compositores a perder el interés por él.
Aunque no esté tan de moda como su vecino el Teatro Real, los 150 años de vida del Teatro de la Zarzuela bien merecen ese despliegue de figuras que, el próximo martes, cantarán las glorias de nuestro género por excelencia. Los centenares de obras que nacieron entre sus bambalinas le dotan de un apabullante pasado. Sin embargo, esa zarzuela que da nombre al coliseo parece sólo vivir de ese pasado, y ahora también se cumple el cuarto de siglo del estreno de Fuenteovejuna, de Manuel Moreno Buendía, la última de las obras que pueden atribuirse claramente a ese campo, muchas veces denostado por desconocido. Es verdad que la gran mayoría del repertorio es anterior a la Guerra Civil. pero no debe olvidarse que una pieza tan interesante como Las de Caín de Sorozábal es de 1950 y que El fabuloso mundo del music Hall y Una estrella para todos de Moreno Torroba o Cásate con una ingenua y Un matraco en Nueva York de Alonso pertenecen a los sesenta. Con el cambio de régimen político, sin embargo, el género asociado injustamente al franquismo, entra en una crisis creativa de la que no ha salido. De hecho, y de forma aislada, surgió Fuenteovejuna, experiencia piloto que no tuvo consecuencias. Su autor, Manuel Moreno Buendía, señala las dificultades de abordar este terreno, teniendo en cuenta que “no se podía escribir como hace 50 años pero, a la vez, era consciente de que, con el público que contábamos, había que tener mucho cuidado con experimentos gratuitos. Intenté algo diferente pero sin perder de vista que el montaje debía durar un mes”, comenta con sinceridad.
El golpe de Tejero
Basado en la Fuenteovejuna de Lope de Vega tenía un libreto adaptado por José Luis Martín Descalzo. “Fue un éxito pese a que, en plena temporada, tuvo lugar el intento de golpe de Tejero. Si tenemos en cuenta los inconveniente por los que debía pasar el público, con controles policiales de todo tipo, fue muy bien acogida. Para mí es triste que no haya merecido continuidad”, refleja el autor murciano.
En realidad, para algunos, más que crisis de género, el problema tiene mucho de crisis nominal. Para Ángel Medida, catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo y especialista en la música española del siglo XX, “hay una serie de componentes negativos en el nombre más que otra cosa”, comenta. Así, afirma que si se recorre el amplio listado de estrenos de los últimos años, escasos son los que asumen ese nombre, decantándose por el de la ópera: “Muchos tienen una proximidad con la zarzuela, ya que utilizan partes habladas, pero hay un componente negativo que, quizá, viene asociado, algo seguramente injusto, con una etapa política y con un concepto castizo que a los Luis de Pablo, Josep Soler y tantos otros, autores de mucha obra escénica, les echa para atrás. Por otro lado, un encargo de una zarzuela es como si se le pidiera un ballet de cour. Suena como algo del pasado que ha perdido su vitalidad actual”.
En esa poca valoración del género por los creadores actuales, tiene mucho que ver la poca calidad con la que se abordaron esta obras después de los noventa. Para Emilio Sagi, que fue director en la Zarzuela y cuyas versiones de La del manojo de rosas, La montería o La Parranda impulsaron la renovación de estas obras del repertorio, afirma que “los años pasados antes de que el género se tratara adecuadamente hicieron mucho daño, haciéndole caer una caspa que no era suya”, ironiza. En su etapa como director se barajaron dos proyectos que no culminaron, pero eso no quiere decir que no pueda tener su validez. “Es fundamental encontrar compositores y libretistas adecuados que aborden las comedias de costumbres con la misma frescura con que se acercan nuestras películas actuales. Pero está lejos de ser ni mucho menos un género amortizado. Y entiendo que es difícil de hallar la receta, pero será cuestión de buscar la forma”. Como reflexión, Sagi cree que “los autores no deben estar obsesionados con escribir otra Tempestad y otro Rigoletto porque si Shakespeare y Verdi vivieran ahora seguramente no harían esto. Y tenemos ejemplos en nuestro haber como el de Sorozábal, que tenía una mentalidad muy actual y de ahí el éxito de sus obras, incluso en la actualidad”, comenta.
Falta de libretos
Un problema fundamental viene de la falta de buenos libretos. “Tenemos escritores excelentes” comenta Moreno Buendía, “pero se ha perdido la capacidad para trabajar en libros pensados para ser musicados. Eso que podemos llamar oficio, un buen hacer que tenían los Fernández Shaw o los Federico Romero que, hoy por hoy, no existe”. Siempre queda el recurso de los clásicos. Así fue en el último ejemplo que parte de la Fuenteovejuna de Lope. Pese a ello, no es imprescindible: “Eso sí, no se puede olvidar que una obra tan importante como Doña Francisquita fue una adaptación de La discreta enamorada del mismo Lope”, refiere.
Pese a todas esas dificultades, Ángel Medina se muestra optimista: “Yo creo que a medio o largo plazo volverá, impulsado por conceptos novedosos. Igual que los compositores actuales escriben minuetos y pasacalles, ya habrá quien se interese por las zarzuleas. Cuando todo lo de negativo que ha ido acumulando se difumine, llegará su momento. Y no olvidemos que ahí anda el musical con el que se podrían establecer líneas de transmisión muy válidas de cara al público actual”.
Un pasado glorioso
La fecha del 10 de octubre de 1856 quedará grabada en la historia de un género que ha sido la máxima contribución española a la lírica mundial. Cuatro personajes fueron sus promotores: dos compositores, Francisco Barbieri y Joaquín Gaztambide, un libretista, Luis Olona y un cantante, Francisco Salas. A raíz de una política de programación del Teatro Real, apoyada en el repertorio italiano, surgió una corriente en defensa de la obra nacional, liderada por Barbieri. Después de esfuerzos innombrables el 6 de marzo de 1856 se colocaba la primera piedra. Se había previsto el 10 de octubre como día de inauguración para coincidir con el cumpleaños de Isabel II que, como podía esperarse, no acudió. Sin embargo, pareció ser un buen augurio ya que sirvió para dar a conocer obras excepcionales. Y frente a otros (Apolo o Circo) desaparecidos por la piqueta especuladora, el de la Zarzuela, pese a los incendios (el de 1909 casi obligó a reconstruirlo), se mantiene en el mismo sitio. Desde El barberillo de Lavapiés de Barbieri hasta El rey que rabió de Chapí más de mil obras vieron la luz en esas tablas que estos días cumplen 150 años. En los últimos años la apuesta ha venido por dotar al repertorio clásico de nuevos montajes como La corte de Faraón.
Luis G. IBERNI
El Cultural