Jorge Fernández Guerra: 'Sólo uno de cada diez estrenos es una obra maestra'
20/9/2003 |
El 24 de septiembre se inaugura la XIX edición del Festival de Alicante, cita indiscutible con la música contemporánea que se lleva a cabo en España. Creado a iniciativa de Tomás Marco, el festival ha sufrido vaivenes hasta llegar a las manos de Jorge Fernández Guerra. Nacido en las entrañas del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, con quien comparte dirección, el Festival mostrará algunos acontecimientos entre los que destaca la presencia del Ensemble Intercontemporain. Con este motivo, Jorge Fernández Guerra ha hablado con El Cultural.
Nacido de la iniciativa de Tomás Marco, el Festival de Alicante, lo mismo que el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC), de quien depende, ha vivido a lo largo de sus casi dos decenios momentos difíciles en los que se llegó a barajar su posible desaparición. El nombramiento, hace tres ediciones, de Jorge Fernández Guerra, le ha devuelto la tranquilidad. Fernández Guerra, hombre tranquilo, de hablar pausado, invoca continuamente la palabra “honestidad” para sus planteamientos artísticos. Su deseo es que el Festival, que cuenta con presupuestos demasiado ajustados, sea un escaparate, sobre todo para la creación actual española y que esté bien arraigado en la propia ciudad que lo vea como suyo.
“Al principio, cuando asumí la dirección, me trasladaron las suspicacias por venir programado desde Madrid, ya que depende desde su nacimiento del CDMC. Pero mi intención ha sido arraigarlo allí y entroncarlo en la lógica cultural de la ciudad. He cuidado el vínculo a través de la conmemoración de compositores alicantinos, que los hay y muy buenos, así como de los intérpretes. También mediante un trato adecuado con las instituciones. Creo que la ciudad de Alicante, cuando sea consciente de su actividad, de su valor, puede llegar a desarrollar un increíble potencial” acentúa. En el debe queda un deseo: “me gustaría que hubiera una oficia permanente todo el año que trabajara con los colectivos, las instituciones pero que los problemas de presupuesto no han permitido”.
–La Generalitat de Valencia también mostró algunas dudas, ya que patrocina su propio festival contemporáneo, los Ensems.
–Este tipo de festivales raramente traspasa el ámbito local. Yo considero que, incluso, si Castellón se lo planteara existiría la opción de hacerlo allí con éxito. La Comunidad Valenciana tiene una muy activa vida musical y hay hueco para todo. Cada uno con su espectro. El Festival Ensems de Valencia funcionan bien y Alicante, también.
Festivales sin medios
–Frente a otros festivales más aparatosos los contemporáneos dan la sensación de un “quiero y no puedo”.
–(Un tanto molesto). Bueno esto vendría de un problema común a toda la música contemporánea y que no es otro que la falta de medios. ¿Cómo se sale? En el momento que alguien, institución o personalidad, pone el dinero sobre la mesa y decide romper la dinámica, aumentando los presupuestos. Apenas contamos con unos 70 millones de las antiguas pesetas. Si nos comparamos con Estrasburgo, festival que se celebra prácticamente a la vez, la diferencia es de cuatro a uno. Las limitaciones económicas nos impiden, por ejemplo, afrontar proyectos escénicos que son muy costosos, tanto la ópera como el ballet u otras apuestas con nuevas tecnologías. La base de nuestra oferta son encargos que hacemos sobre todo a jóvenes. Creo que tenemos el mejor festival posible dentro de su tamaño, realizado con coherencia y dignidad.
–El aficionado medio se siente incapaz de valorarlo porque la mayoría de los nombres se le escapan.
–Es cierto. Es lógico que un tanto por ciento de los nombres que aparecen sean desconocidos porque, de alguna manera, los festivales de música contemporánea son escaparates para descubrir nueva gente. Claro que hay una segunda fase que facilita la comprensión “pedagógica” de lo que escuchamos. El problema es que, con los medios que tenemos, ese capítulo queda muy menguado porque debería hacerse retrayéndolo de la aportación artística lo que, obviamente, no es posible.
–¿Cómo se realiza la selección?
–Gran parte de lo que consideramos repertorio ya se asienta sobre autores del siglo XX por lo que el festival debe apostar, sobre todo, por autores desde los años cincuenta. Lo cual no obsta para que se hagan referencias a figuras históricas, como Esplá o Rodríguez Albert, pero dosificándolas. En realidad entiendo un festival como una aventura y nuestra misión es presentar obras. El repertorio que escuchamos, al que antes me refería, está filtrado. Sólo nos llegan las creaciones maestras de un corpus inmenso. Pero de lo actual, primero hay que encargarlo y dar la opción de escucharlo. Frente al cine, que consume básicamente obra contemporánea, la columna del repertorio musical no lo es. En parte, para eso están los festivales. Y ello a pesar de que a lo mejor una de cada diez de las piezas que se programan, o menos, adquiera la categoría de obra maestra.
–¿Cuál es la misión del CDMC?
–Al depender del Ministerio de Cultura su labor consiste en aplicar la política del Gobierno a la creación musical contemporánea. Lo mismo que otros ámbitos, debería apoyar aquellos sectores que, por su debilidad, no podrían existir sin ayudas públicas. El problema es que debe abarcar cuatro frentes muy diversos y todos con escasos recursos: la creación, los intérpretes, cualquier sector subsidiario como la edición, y el propio público. Quizá el más enclenque sea el de las editoriales que resultan tan fundamentales como las galerías en las artes plásticas. Pero su iniciativa debe ser privada porque así se desarrollan en nuestro entorno. Hay que buscar la manera porque el Estado no puede suplir en su totalidad la labor privada.
CDMC desconocido
–¿Por qué el CDMC es tan poco conocido por el público?
–Compárese el CDMC, por ejemplo, con una institución paralela como es el Centro Reina Sofía. Las diferencias son abismales. El CDMC no puede ser usado por el público, con la excepción de los conciertos programados. El Reina Sofía tiene un planteamiento mucho más ambicioso, con exposiciones, cursos, seminarios, proyecciones... Se puede tomar un café rodeado de arte. Eso permite que la gente lo vea y lo considere como algo propio. El CDMC es imposible, habría que entrar en una diferencia de diseño que multiplicaría el presupuesto. Véase lo que es la Cité de la Musique en París o el IRCAM cuyas opciones vienen dadas por sus medios. Nosotros no podemos aspirar a eso ni de lejos.
–Los medios de comunicación son sensibles a la creación actual.
–Son parte de la sociedad y la reflejan. Pero, en general, hacen una labor, sobre todo los escritos y algunos radiofónicos, muy seria porque están infiltrados por gente que tiene la necesidad de dar otra visión de la realidad distinta a la que nos transmiten las industrias culturales. A veces, cuando veo el servicio que dan los suplementos siento emoción porque actúan contra esa inercia que sostiene que no hay otro tipo de cultura que la de masas. Yo no la desprecio, pero entiendo que hay muchas más cosas. Me preocupa mucho más el caso de las televisiones a las que veo, en España, como un caso perdido.
Luís G. Iberni
El Cultural