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Paavo Järvi: “Trabajar en Estados Unidos y Europa al mismo tiempo me da una gran flexibilidad”

12/4/2008 |

 

 

 

Amor al directo y respeto a los maestros. Estas son las credenciales del director estonio Paavo Järvi, que culmina estos días su tour europeo con la Sinfónica de Cincinnati, la quinta orquesta más antigua de Estados Unidos cuyo anterior titular fue Jesús López Cobos. Tras pasar por escenarios como los de Múnich, Viena, Amsterdam o París en los próximos días finalizará en nuestro país una extensa gira con los conciertos de Valencia (el miércoles que viene), Barcelona (17) y Madrid (18).

Nacido en Tallin (Estonia) en 1962, Paavo Järvi es una de las batutas más solicitadas de su generación. Además de la Sinfónica de Cincinnati, que lidera desde el año 2001, es también director musical de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt desde 2006 y director artístico de la Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen. A esto se unirá la titularidad de la Orquesta de París a partir del curso 2010-11.

–Usted proviene de una familia con una larga tradición musical. Su padre es el famoso director Neeme Järvi, su hermano Kristjan es también un director de renombre y su hermana Marikka una reconocida flautista, que estuvo en la Orquesta Sinfónica de RTVE.
–El centro de todo ha sido, naturalmente, nuestro padre, que con su enorme entusiasmo nos transmitió su amor a la música mucho antes ya de que empezáramos a estudiar y a pensar en dedicarnos profesionalmente a ello. Le acompañábamos a todos sus conciertos, óperas, ensayos. Él ha tenido siempre una habilidad especial para encontrar talentos y estimularlos, así que nuestra dedicación a la música fue algo inevitable.

–En Estonia hay una importante actividad musical, ¿no es así?
–Es un país muy pequeño, de sólo un millón de habitantes, pero con una enorme tradición musical. Hay muchos grandes compositores, no sólo Arvo Pärt, sino también Veljo Tormis, Eduard Tubin o Lepo Sumera. Además, siempre ha existido una intensísima actividad coral.

Nuevos horizontes
–Su padre es, posiblemente, el director con mayor número de grabaciones en su haber. ¿Va usted a seguir sus pasos?
–No, claro que no. Esto no es una competición. Nunca ha habido rivalidad entre ninguno de los miembros de la familia. El afán por grabar de mi padre puede explicarse por el hecho de que, desde su juventud, fue un apasionado coleccionista de discos. De hecho, nosotros nos hemos criado entre ellos. Y siempre ha mostrado un inagotable empeño en explorar nuevos horizontes, buscando obras y repertorios que no hubieran sido grabados anteriormente, o de los que existieran muy pocas versiones. Pero yo no quiero grabar simplemente por grabar. Soy mucho más partidario del concierto, de la experiencia musical en vivo. Nada puede compararse con esto. En el estudio casi nunca puedes encontrar la misma atmósfera.

–¿Es partidario entonces de las grabaciones en vivo?
–La cuestión es que soy bastante perfeccionista, y en una grabación en concierto no pueden alcanzarse los mismos resultados en cuanto a calidad de ejecución, sonido, etc. Me gusta grabar una obra después de haberla tocado varias veces en concierto.

–La orquesta y usted mantienen un contrato con un importante sello discográfico. ¿Le imponen el repertorio o puede elegir? En ese caso, ¿qué le gustaría registrar?
–Solemos discutir y negociar, tratando de establecer un balance entre nuestros intereses y los de la casa de discos, que tiene que vender el producto. Contamos ya con un catálogo considerable, y hemos tenido la suerte de obtener varios premios, lo cual nos permite una mayor libertad a la hora de abordar nuevos proyectos. Yo tengo una enorme lista de cosas que me gustaría grabar, sobre todo de compositores como Hindemith, que no es muy comercial, Bartók, del que ya hemos registrado el Concierto para orquesta, o Carl Nielsen. También me gustaría grabar algunas obras de Stravinsky como la Sinfonía en tres movimientos, que creo que es una obra muy apropiada para demostrar las características de la orquesta de Cincinnati.

Todo Beethoven
–Su hermano ha demostrado un particular interés en la música del siglo XX, pero usted parece más inclinado hacia el gran repertorio romántico.
–Así es, aunque con la Kammerphilharmonie de Bremen estoy volcado en un proyecto muy interesante de todas las sinfonías de Beethoven. Procuro cubrir la mayor parte de intereses. Eso es algo que debo también a mi padre. Mi hermano, que es diez años menor que yo, dirige un magnífico conjunto de música contemporánea en Nueva York, el Absolute Ensemble.

–Trabaja entre América y Europa. ¿Qué diferencias encuentra entre ambos continentes?
–Divido mi tiempo al cincuenta por ciento entre Europa y América, y también he hecho varias giras por Asia. Las orquestas europeas y americanas responden a dos sociedades muy específicas. Europa es una gran plaza, aquí hay muchas orquestas y es el lugar donde nació la gran tradición clásica y romántica. Puede decirse que en Alemania, donde trabajo mucho, la música forma parte de la sociedad. A cambio, en América, hay un enorme entusiasmo, la educación musical tiene un altísimo nivel y la gente sale de los conservatorios muy bien preparada. Trabajar en ambos sitios me ofrece una enorme flexibilidad.

Perfección técnica
–La Sinfónica de Cincinnati es una de las agrupaciones más veteranas de América.
–Es la quinta orquesta más antigua de América, y sus raíces se remontan a 1825, cuando unos colonos alemanes empezaron a organizar conciertos regularmente en la ciudad.

–Su predecesor en el cargo fue Jesús López Cobos, que estuvo al frente de la misma de 1986 a 2001. ¿Qué aportó al conjunto?
–López Cobos realizó una magnífica labor, fue él quien realmente otorgó al conjunto su altura internacional, y yo siento un enorme respeto por todo lo que él llevó a cabo. La orquesta creo que es particularmente buena en el romanticismo alemán, en Strauss, Mahler y Bruckner, aunque también puede tocar muy bien a Shostakovich o Sibelius, gracias a unas cuerdas cálidas y profundas, que son su aportación propia, unidas a la perfección técnica de las orquestas americanas.

–Usted estudió, entre otros, con Max Rudolf y Leonard Bernstein. ¿Qué recuerdos guarda de ellos?
–Eran completamente distintos. Max Rudolf era pragmático y metódico, con una mente muy bien organizada. Un auténtico Kapellmeister a la alemana, que sabía conseguir los máximos resultados con los mínimos gestos. Era muy académico, y siempre estaba pendiente de la partitura. Con Leonard Bernstein sólo participé en un curso de verano, pero me fascinó su personalidad arrolladora y su inmenso carisma. Estaba implicado emocional y físicamente en cada una de sus interpretaciones.

–En esta gira, actúan como solistas dos destacados jóvenes, el pianista Nikolai Lugansky y, en España, la violinista Janine Jansen, que tocará en Valencia el Concierto de Britten y en Barcelona y Madrid el de Tchaikovski.
–Los dos son extraordinarios. Nikolai Lugansky es un perfecto representante de la escuela rusa, con su espléndida capacidad técnica y su rutilante sonido. En cuanto a Janine Jansen, tiene una enorme personalidad, y siempre se entrega al máximo.

–Como obra principal ha escogido la 10ª Sinfonía de Shostakovich para Valencia y Barcelona y la 9ª de Schubert para Madrid, ¿cuál es el motivo?
–Quería demostrar todas las posibilidades de la agrupación con dos composiciones muy diferentes, por un lado la Décima de Shostakovich, con todo su poderío, que permitirá lucir su virtuosismo y la calidad individual de los solistas, y por otro la Novena de Schubert, donde podrá brillar la extraordinaria calidez de los instrumentos de cuerda.

Rafael BANÚS
El Cultural

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