7/5/2008 |
La OBC comienza a usar protectores que reducen el sonido en 15 decibelios | En algunas obras se alcanzan niveles superiores a los de un martillo neumático.
Las obras sinfónicas de Strauss o Mahler u óperas como La Traviata o Rigoletto contienen momentos orquestales el nivel de decibelios puntos del escenario o en el foso de los músicos sube por encima de los 130, lo que supera los que produce un martillo neumático.
La ley
Todos iguales. Músicos, camareros, profesores y obreros del metal. Todos son iguales a los ojos de la directiva europea que entró en vigor a principios del 2006 para proteger a los trabajadores de los riesgos para la salud derivados de la exposición al ruido.
El tope: 87 decibelios. En la definición legal de ruido cabe todo aquel sonido, musical o no, que supere el límite de 87 decibelios calculados a lo largo de la semana. Por primera vez, desde el pasado 6 de abril la legislación se aplica a los profesionales del ocio y la música, sectores a los que se dio dos años de plazo adicional para preparar los cambios técnicos necesarios en los lugares de trabajo. Las empresas deben medir los niveles medios de exposición y adoptar medidas para eliminar o reducir su impacto en la salud a partir de que se superen los 80 decibelios, por ejemplo, aislando las fuentes de ruido, adaptando horarios o reduciendo la intensidad de la exposición con más descansos.
Protección. Cuando la exposición al ruido sea inevitable, las empresas deben ofrecer protectores auditivos, como orejeras o tapones, para evitar superar el límite inapelable de los 87 decibelios de media semanal.
Es el ejemplo extremo de cómo los oídos de los músicos de orquesta están sometidos a un riesgo cierto de sufrir daños y de hecho diversos estudios han certificado la progresiva pérdida de audición que sufre una parte de ese colectivo. El problema es conocido desde hace algún tiempo, pero apenas si se han tomado especiales medidas para mitigarlo, a excepción de en algún país concreto -con Gran Bretaña a la cabeza- o de hechos aislados, como la decisión de la Orquesta de la Radio de Baviera de anular el estreno de una obra porque superaba los 97 decibelios de media.
Pero las cosas van a cambiar bastante a partir de ahora, pues desde el pasado 6 de abril la normativa europea de control de ruido en el trabajo, que se aplica en otros sectores desde principios del 2006, se debe aplicar también en el sector musical. En términos generales, la normativa establece que se ha de evitar que en el lugar de trabajo se supere la media de 85-87 decibelios, algo no extraño en las orquestas sinfónicas.
Colocar paneles de metacrilato tras los músicos, hasta la altura de su cabeza, combinar las obras de gran formato con las de pequeño o hasta solicitar a los directores que no pidan grandes dinámicas son algunas posibles formas de mitigar el problema, pero todas parecen resultar menos efectivas y de más difícil aplicación que el uso de tapones reductores de ruido para los músicos.
"Ahora existen unos tapones de alta tecnología que reducen en 15 decibelios el nivel sonoro manteniendo todas las frecuencias. Se hacen a medida y cuestan más de 200 euros. Hemos hecho una prueba piloto con cinco músicos de la OBC y su impresión es positiva. Nuestra idea es que la próxima temporada todos los músicos tengan ya sus tapones y los usen cuando sea necesario. Esperamos concienciarles de que es algo necesario", afirma Andreu Puig, administrador general de la orquesta barcelonesa, una de las formaciones españolas que más avanzada tiene su adecuación a la nueva normativa.
Valentín Centenero, violinista de la OBC, afirma por su parte que "el problema de los tapones es que a veces tras un forte viene un pianissimo y nosotros necesitamos oír bien para tocar al buen nivel. No obstante somos conscientes de que habrá que ir adaptándose a la normativa, aunque sea polémica".
La orquesta del Liceu también fue sometida a mediciones de sonido hace mes y medio de cara a adaptarse a la nueva norma, aunque aún no se han adoptado medidas concretas. La Simfònica del Vallès espera por su parte las sugerencias de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS), que abordará el asunto en una próxima reunión. Su coordinadora, Cristina Ward, afirma que "diversas orquestas están ya tomando medidas y lo que está claro es que habrá que buscar las fórmulas para respetar la reglamentación europea".
Marino Rodríguez
La Vanguardia