"En la ópera, el trabajo del escenógrafo y del director de escena están en un mismo nivel"
18/1/2004 |
El italiano, colaborador durante más de cuarenta años de Giorgio Strehler, es uno de los más respetados y admirados escenógrafos del mundo de la ópera.
El Teatro Real y el Liceo de Barcelona presentan un denominador común en las producciones que ocupan sus escenarios, «Tosca» y «Peter Grimes»: la escenografía de Ezio Frigerio, sin duda la más importante personalidad actualmente en este campo. Frigerio es un hombre de sonrisa tímida e ideas claras, que lleva medio siglo subido a los escenarios. Nacido en Villa Erba, en Italia, en 1930, y enamorado del arte, desempeñó antes de dedicarse a él muy diversos trabajos (fue, por ejemplo, durante un tiempo marino en un buque mercante) hasta que a mediados de los años cincuenta conoció a Giorgio Strehler.
El creador del Piccolo Teatro de Milán le introduciría en el mundo del teatro, y que sería su gran amigo. Con él firmó su primer trabajo, el vestuario de «Arlecchino, servitore di due padroni», y se convirtió durante toda su trayectoria en su «escenógrafo de cabecera». De hecho, desde que murió Strehler no ha vuelto a hacer escenografías para teatro de prosa. «En la ópera la labor de un escenógrafo está en un nivel de paridad con la del director de escena. Su visión del espectáculo resulta fundamental. En el teatro de prosa, sin embargo, el diálogo con el director es mucho más íntimo, requiere de una complicidad y un entendimiento que yo tenía con Strehler. Él decía que sólo yo sabía hacer realidad las imágenes que él soñaba». No sabe, asegura, si volverá algún día a diseñar escenografías para teatro de texto. «Soy ya muy mayor, no creo que lo haga».
Ezio Frigerio, casado con la figurinista Franca Squarziapino desde hace treinta años, ha realizado la escenografía de más de trescientos cincuenta espectáculos, entre ellos doscientas óperas en los teatros más importantes delmundo. «En la lírica, el escenógrafo debe tener una fuerte personalidad, es el lugar donde se ofrece mayor espacio para la creatividad; no hay perfección en el espectáculo si no existe una colaboración perfecta. Strehler decía que en una representación operística el escenógrafo es un 70 por ciento y el director de escena un 30 por ciento».
A pesar de esta dedicación al teatro lírico, asegura que su sensibilidad musical es limitada. «Para mi trabajo la música no es fundamental. Prefiero basarme en la historia, en los textos críticos sobre la época y sobre el compositor». El ballet ha sido otro de sus campos de acción, sobre todo junto a Rudolf Nureyev. «Cuando entras dentro de la mentalidad del ballet, el trabajo de un escenógrafo puede ser muy divertido. Es difícil entrar, sí, pero una vez dentro hay muchos momentos de diversión en esa labor».
Tercera «Tosca»
La «Tosca» del Teatro Real es su tercer encuentro con este emblemático título de Puccini. «Hay óperas sobre las que no se puede volver. En mi caso no volvería sobre «Las bodas de Fígaro», que hice con Strehler, o sobre el «Simon Boccanegra» que hice para la Scala de Milán. Pero hay otras en las que la visión evoluciona, y «Tosca» es un caso muy típico. En el pasado podía haber una visión más política, y ahora más humana y también más crítica. En esta producción hemos querido incidir en el conflicto humano y del poder, de la opresión y de la tiranía, representada por el Estado Pontificio, que el momento en que se sitúa la ópera ejercía un gran poder en Italia. No hay nada contra el catolicismo, sino contra la tiranía del Pontificado, que era entonces una fuerza violenta y que causó un gran número de víctimas en mi país. Se habla del poder exagerado, del poder mal empleado, de la hipocresía, que se encarna en este caso en el Estado Pontificio. En la escenografía se siente mucho ese ultraje que se hizo incluso de la propia religión para satisfacer intereses personales».
El poder de la tradición
Frigerio ha acompañado a Nuria Espert a lo largo de su trayectoria operística, y también está indisolublemente unido a la carrera lírica de Lluís Pasqual (epígono de Strehler). Para él ha recreado el destruido Liceo que sirve de fondo a la producción de «Peter Grimes», de Britten, que presenta actualmente el coliseo barcelonés. «También plantea un conflicto de poder, pero no es en este caso el poder de un Estado, sino el que impone la propia comunidad, la tradición. Un poder que aplasta a los que están fuera de su ley particular. «Peter Grimes» habla de la persecución por parte de la sociedad». Y tanto en esta obra como en «Tosca» ha recurrido a la grandiosidad. «Son ambientes que requieren de esa magnitud.
Es enemigo Ezio Frigerio de la «originalidad» dentro de la escenografía. Reniega de los trabajos que sólo buscan epatar y se altera cuando se habla de ello. «Supone un signo de decadencia para el género lírico. El triunfo de las originalidades y la extravagancia dentro de la escenografía sería el fin de la ópera. Prefiero creer que se trata de una moda transitoria, en la que no deseo participar. Es un movimiento totalmente equivocado que va en contra de la ópera y del género lírico».
Julio Bravo
Abc